Nicol estaba aburrida, se había pasado casi toda la semana encerrada en su casa, sin mucho para hacer, más que sacarse fotos… y para colmo eso la había dejado con ganas de más. Quería hacer algo divertido, algo travieso. Pero supo que no podía contar con su hijo en cuanto llegó al living. Matías se había instalado delante del televisor, con suficientes provisiones de comida chatarra como para un año. Tenía papas fritas, galletitas dulces, caramelos, Cheetos, Doritos, y varias latas de una bebida energizante. Con el control de la PlayStation en la mano y los pies sobre una silla, se dispuso a pasar toda la noche jugando. Eso fue lo que le dijo a su madre, luego de contarle que se había comprado un juego de cowboys, con un nombre raro que Nicol no pudo retener por más de dos segundos. Ell