Eduardo volvió a aparecer en pantalla, con una amplia sonrisa. —Amor, no pienses ni por un segundo que estoy enojado con vos por las cosas que le dijiste a ese tipo, o por lo que hiciste con él. Sé muy bien cuál es mi rol en tu vida y tengo que admitir que yo no te puedo coger de esa manera… y vos merecés disfrutar del sexo, sos una mujer demasiado hermosa como para tener que conformarte conmigo. Y bueno… también está todo ese asunto del morbo. A mí me causó un morbo tremendo ver que me ponías los cuernos. Claro, sufrí, caminé como un loco por toda la oficina, me mordí las uñas; pero todo el sufrimiento es parte del disfrute, aunque te resulte contradictorio. Sé que para vos se convirtió en un ritual esto de ponerme los cuernos con ese tipo. ¿Te acordás cuando empezaste a decirme que me