De prisa, empiezo a meter algunas cosas a la alacena mientras mi madre acomoda nuestra ropa en la única habitación que hay en la cabaña. Es una cama grande, a la que le daremos una gran utilidad en estos días. Cuando entro al cuarto, veo que mamá se ha puesto un vestidito azul marino tan corto, que a cualquier movimiento se le ve lo redondo de sus nalgas. Los pechos se le figuran muy bien en la parte alta, así como el canalillo que sobresale en el escote. Menos mal estamos solos, o alguien podría pensar lo peor. ¡Mierda! Verla así, tan sexy, tan relajada, con unas sandalias que enseñan sus uñitas de color coral, me pone caliente, y duro. ¡Ya quiero follarla, joder! Pero lo haremos hasta que terminemos de instalarlo, me lo ha prometido. Mientras tanto, intento que mi mente me olvide que