La rubia despertó nueve horas más tarde. Aún le dolía el cuerpo, y tenía una resaca de campeonato; pero estaba feliz. Recordaba todo lo ocurrido durante la noche y no permitiría que un simple dolor de cabeza le arruinara el momento. Miró la mesita de luz que estaba junto a la cama y se encontró con su celular y la cámara, descansaban sobre su vestido prolijamente doblado. En su teléfono una lucecita parpadeaba, indicándole que tenía un nuevo mensaje. Lo leyó, sabiendo que se trataba de Matías. Decía: “Mamá ¿estás bien? ¿A qué hora volvés?”. No era un mensaje muy viejo, tenía tan solo dos horas. Ella le respondió en un mensaje de audio, para que se quedara tranquilo. —Estoy bien, hijo. En un rato voy para casa. Te quiero mucho. Matías le escribió casi al instante. —¿Qué tal la pasaste?