El lunes siguiente Nicol regresó a su casa del trabajo y se encontró a Matías sentado en el comedor, con una expresión de alegría que no le cabía en la cara.
—¡Ay! Decime que tenés buenas noticias —se apresuró a decir ella.
—¡Sí, más que buenas!
—¿Aceptaron las fotos?
—No sólo eso… ¡ya nos pagaron!
—¿Ya? —el corazón de Nicol se aceleró.
—Sí… hoy mismo. Comprobé el depósito. Nos dieron ciento cincuenta euros.
—¡Wow! ¡Eso es mucho más de lo que me imaginaba! —Nicol estaba a punto de llorar de alegría.
—Sí, lo que pasa es que quieren quedar bien con vos, porque les encantaron tus fotos. Además usaste la ropa interior que ellos mandaron, lo cual les sirve para publicitar esa marca.
Nicol tiró su bolso sobre una de las sillas y dio un fuerte abrazo a su hijo. Tuvo que hacer un considerable esfuerzo por no llorar.
—No sabés lo contenta que me pone esto. Sinceramente ya me estaba preguntando de dónde mierda íbamos a sacar plata para la comida de la semana.
—Al menos esta semana no tenés por qué preocuparte por eso.
—Sos un genio, Matías. Sinceramente jamás me imaginé que se pudiera ganar plata de esta forma.
—Acá todo es gracias a vos, si no fueras tan hermosa, no nos pagarían nada.
—¡Ay, no digas boludeces! —Exclamó, apartándose de su hijo—. ¿Cuándo podemos mandar más fotos?
—Cuando nosotros queramos. Ah, por cierto, ya encargué otro conjunto de ropa interior; debería estar llegando dentro de uno o dos días.
—¿Al menos lo pediste un talle más grande?
—Sí, todo viene con un talle más grande.
—Genial, porque me daba la impresión de que no me tapaba nada. Entonces cuando llegue el nuevo conjunto, hacemos otra sesión de fotos. Esta vez sí podemos probar mandar un poco más de quince.
* * *
El miércoles de esa semana, al regresar del trabajo, Nicol encontró un paquetito n***o en la mesa del comedor, de inmediato supo que se trataba del nuevo conjunto de ropa interior. Se puso ansiosa ya que eso, además de ser una herramienta de trabajo, era un regalo para ella. Le agradaba poder quedarse con esos productos ya que, de poder utilizarlos, se ahorraba algo de dinero. Si bien el conjunto anterior no había sido del todo de su agrado, siempre cabía la posibilidad de recibir algo que sí lo fuera.
Como cada día después de una jornada de trabajo, se dio una ducha. Luego se dirigió a su cuarto envuelta en una toalla y abrió el paquete. Era un conjunto muy parecido al que había utilizado la vez anterior, pero éste era de color blanco. Al ponerse la tanga descubrió, con cierto disgusto, que el talle tera el mismo que el de la última vez. Creía recordar que Matías había pedido que lo aumentaran. De todas maneras se puso todo el conjunto.
Salió de su cuarto y se dirigió al de su hijo, la puerta estaba abierta y él trabajaba con su computadora.
—¿Qué te parece? —le preguntó ella, con los brazos en jarra.
Al darse la vuelta Matías se quedó boquiabierto. No esperaba encontrarse a su madre vistiendo un conjunto tan sexy. El color blanco hacía que todo fuera más llamativo.
—¿Y? —tuvo que volver a preguntar, ya que su hijo se había quedado mudo.
—Está muy bien, me gusta.
—¿Vos no habías pedido un talle más?
—Sí.
—Bueno, mandaron el mismo talle de siempre.
—Mmmm…
—Ese “mmm” me hace pensar que sabés algo al respecto.
—Lo que pasa es que cuando les pedí otro talle ellos me dijeron que lo iban a considerar; no imaginé que fueran a negarse.
—Al parecer, lo hicieron.
—Debe ser porque les gustó cómo te quedaba el otro conjunto, y no quisieron arriesgarse. Tal vez te moleste que te diga esto, pero no te olvides que es una página erótica; ellos quieren ver un poco de piel.
Nicol apretó los labios.
—Viéndolo de esa forma, tiene lógica… pero sigo insistiendo en que no me agrada. Bueno, ¿empezamos con la nueva sesión de fotos?
—¿Ahora?
—No, cuando me salgan canas.
—Ya te salen canas.
—Mentira —dijo, desviando la mirada.
—Mamá, no soy tan ingenuo, sé que te teñís el pelo desde hace como cuatro años… lo bueno es que usas el mismo color que tenés naturalmente, por lo que es más difícil que se note.
—Le contás a alguien y te corto las bolas —dijo, señalándole la parte baja con un dedo.
—¡Qué susceptible, che! Bueno, mejor voy preparando las cámaras y las luces. Y vos andá preparando… —se quedó en silencio porque no supo qué más decir.
—¿El culo?
—Emm… —la incomodidad se hizo evidente.
—Pucha, Matías, estoy tratando de romper un poco el hielo con todo esto, si te vas a quedar tildado cada vez que yo haga referencia a mi culo, vas a hacer el trabajo mucho más difícil para los dos. Al fin y al cabo… me vas a sacar fotos del culo ¿o no?
—Sí, tenés razón. Es sólo que se me hace raro escucharlo viniendo de vos.
—Ahora que somos compañeros de trabajo tenemos que tener un poquito más de confianza.
Juntos caminaron hacia el pequeño estudio fotográfico casero.
—Bueno… te noto más entusiasmada, y eso me gusta.
—¿Cómo no voy a estar más entusiasmada? Ahora tengo la certeza de que nos van a pagar, es un incentivo muy bueno para que me importe un poquito menos sacarme fotos vestida de esta manera.
Matías encendió las luces, dándole tiempo para que se calentaran, y luego corroboró que la cámara de fotos tuviera una tarjeta de memoria con espacio suficiente. Ajustó la lente e hizo cuanta cosa innecesaria se le ocurrió, para evitar mirar a su madre.
—¿Me parece a mí o estás incómodo? —preguntó ella.
—Este… —estuvo a punto de inventarse una mentira, pero recordó que su madre le había dicho que tenían que tenerse un poco más de confianza—. Sí.
—Está bien, a mí me pasa igual. Nos va a tomar varias sesiones de fotos acostumbrarnos a esto.
—Sí, además este conjunto te tapa un poquito menos ahí abajo —señaló la entrepierna de su madre.
Nicol bajó la mirada y se percató de que esta tanga dejaba un poco más al descubierto su pubis, ya que tenía una forma de “V” más pronunciada.
—Tenés razón, no me había dado cuenta. No me entusiasma que me veas así, estoy prácticamente desnuda, pero los dos tenemos que poner un poquito de nuestra parte para verlo con profesionalismo. Así que deberías sacar algunas fotos de esta zona —con un dedo trazó un círculo alrededor de todo su pubis.
—¿Segura?
—Y… si ya se ve, deberíamos aprovecharlo. ¿Creés que les gustará?
A Matías le pareció una pregunta demasiado obvia, pero de todas formas, respondió.
—Claro que sí. Es una parte del cuerpo muy sensual —se acercó con la cámara lista y se agachó frente a su madre. Ella posó con los brazos en jarra, y él tomó algunas fotos—. No sabía que te depilaras.
—No sabía que te tuviera que contar acerca de esas cosas.
—No, no… claro que no. Es sólo que me sorprende. Si no lo hicieras, ahora se te estarían viendo los pelitos.
—Es cierto. Si bien no es malo tener un poco, porque con eso puedo probar que soy rubia natural, últimamente prefiero sacarlo todo de una vez, y ahorrarme trabajo. Además no creo que tener pelitos ahí abajo fuera a quedar bien con este conjunto... esto es para usarlo estando toda depilada.
Nicol nunca imaginó que pudiera tener una conversación con su hijo acerca del vello púbico, tenía una sensación de incomodidad en la boca del estómago. Recordó una frase que había escuchado en algunas películas estadounidenses: «Hablemos del elefante en la habitación», la usaban para referirse al tema incómodo que dos o más personas se esforzaban por evitar. Ella, al vestirse de forma tan provocativa, se sentía como ese elefante; por lo que consideró contraproducente estar evitando hablar de un tema que era tan evidente. Mientras más hablaran de ese “elefante”, menos incómodo resultaría verlo dentro de la habitación.
—Bueno, ahora sacame algunas fotos del culo —dijo con la mayor naturalidad posible.
Dio media vuelta y se inclinó hacia adelante para que sus nalgas se levantaran. Luego de unos segundos apoyó su pie izquierdo en un transversal que conectaba las patas del taburete. Esto provocó que su vulva se viera mejor, Matías se apresuró a captar el momento, intentando que no le temblara la mano. Se decía una y otra vez a sí mismo que debía empezar a ver a su madre como a una modelo. Quiso demostrar que él también podía ser un profesional, por lo que dijo:
—Agachate un poquito más.
Su madre lo hizo, dando un panorama muy sensual de su culo. A continuación Matías fotografió las tetas, le pidió a su madre que se quedara en esa misma posición, él se colocó delante de ella y fotografió los senos, que colgaban provocativamente. Nicol sonrió a la cámara; quería que aquellas personas que visitaran sus fotos la vieran como a una mujer sensual y simpática.
—¿Tenés alguna idea de qué fotos les gustaron más a los alemanes? —preguntó ella.
—No mencionaron ninguna foto en particular, pero sí hicieron algunos comentarios positivos acerca de esas en las que estabas abriendo las piernas.
—Bueno, démosle algunas más como esas.
La mujer se sentó en el taburete con las piernas juntas.
—Quedate así —le pidió su hijo. Tomó un par de fotografías—. Ahora andá abriéndolas despacito.
Las piernas de Nicol se fueron separando lentamente, Matías no dejaba de apretar el disparador, quería tener una imagen de cada instante, para poder elegir las mejores. La separación llegó a un punto tal que la vulva quedó completamente a la vista, hinchada y presionada por la tanga blanca.
—¿Se me ve mucho? —preguntó ella, intentando disimular su preocupación.
Matías no le respondió, se limitó a mostrarle la pantalla de la cámara. Al verla, Nicol se puso roja, tomó aire y exhaló. Era más de lo que le hubiera gustado enseñar, pero tenía fe de que eso se vería recompensado económicamente.
—Está bien —dijo ella, quitándole importancia al asunto—. ¿Alguna otra sugerencia?
—Em… no se me ocurre nada. ¿Y a vos?
Nicol miró su entorno y se dio cuenta de que el estudio que había armado su hijo estaba muy bien, técnicamente hablando, pero resultaba algo limitado a la hora de elegir diferentes poses.
—Acá no podemos hacer mucho.
—Tenés razón, no lo había pensado.
—¿Qué te parece si para la próxima trasladamos las luces al living? Ahí está el sofá, eso nos daría más posibilidades.
—Sí, es cierto… pero bueno, ahora terminemos el pack de fotos acá. Te saco un par más y listo. Hacé una cosa. Sentate en el piso.
—¿De qué forma?
—Sobre tus piernas.
Ella hizo lo que su hijo le pedía. Flexionó sus piernas y se sentó sobre ellas.
—¿Estás seguro de que esto queda bien, Matías?
—Sí… se te ven muy bien las pompis.
—Culo Matías. Decí culo o me voy a enojar.
—¿Por qué? ¿Qué tiene de malo?
—Porque siento que te esforzás demasiado por hacer que todo parezca más “inocente”, y me pone todavía más incómoda saber que vos estás incómodo. Estamos sacando fotos eróticas, esa es la realidad… y tienen que verse como tales. Yo no quiero que los alemanes me vean “las pompis”, quiero que me vean el culo… de lo contrario no nos van a pagar.
—Tenés razón, perdón, es que todavía se me hace un poco raro todo esto.
—A mí también, por eso quisiera que nos esforcemos para que deje de parecer tan raro, y que sea más profesional. Más directo. Nada de estar hablando como si esto fuera un programa en horario de protección al menor.
—Prometido.
Matías tomó fotos del culo de su madre y luego caminó hasta posicionarse frente a ella, en un plano picado capturó sus tetas y su rostro sonriente. Ella sentía que le estaba costando un poco menos sonreírle a la cámara.
Poco después dieron la sesión por terminada.
Nicol se fue directamente a su cuarto y justo antes de comenzar a sacarse la ropa interior, se miró al espejo. Se encontró con una mujer rubia muy atractiva y sumamente sensual. Giró sus caderas para verse la cola, se agachó un poco dejando caer sus tetas, levantó una pierna y la separó de la otra, para ver su vulva. Todo lo que vio le agradó, se sintió bien con su propio cuerpo y, lo más importante de todo, se sintió capaz de ser una modelo de fotos eróticas. «Yo puedo excitar a los hombres, si me lo propongo —se dijo—; y lo voy a hacer».
No se quitó la ropa interior, se limitó a ponerse un pantalón de jean y una blusa; le sentaría bien acostumbrarse al talle, ya que daba por sentado que los alemanes seguirían mandándole el mismo. Además se dio cuenta que llevar puesta esa ropa, la erotizaba, y si quería obtener buenos resultados al modelar, debía dejar salir su lado más erótico, tal y como le había dicho su hijo: «Dejá salir la mujer fogosa que hay en vos». En algún lado debía estar escondida esa mujer, y haría todo lo posible por encontrarla.