Analu Con mucho esfuerzo logro volver a dormir, pero en cuanto los primeros rayos de sol atraviesan la rendija de la ventana, abro los ojos. No tengo idea de qué hora es, lo único que sé es que debo irme lo más rápido posible. Me levanto, hago mi higiene personal, me pongo mis jeans, una blusa básica de manga negra, recojo mis cosas y salgo de la habitación como si hubiera cometido un crimen. Y la ansiedad me consume. Pero en cuanto piso la sala, el señor Otávio se me acerca. —Buenos días, mocosa... —Siempre de buen humor. —Buenos días, señor Otávio —le doy un abrazo que él devuelve cariñosamente. Me trae paz, me gusta mucho su presencia. —El señor Fizterra dijo que tan pronto te despertarás fueras a su oficina. —¡Gracias! —digo sin mucho ánimo. Camino lentamente hacia su oficina,