Analu —Hola... —él dice con los ojos llenos de compasión. Sí, es Santiago. Me levanto y, desesperada por un abrazo de alguien, lo abrazo y comienzo a llorar. Él se mantiene intacto, sin tocarme, pero no quiero eso, solo quiero sentir a alguien cerca para apoyarme. Siento sus manos suavemente en mi espalda, finalmente un abrazo y un beso en la parte superior de mi cabeza. —Tranquilízate, mi pantera. Todo estará bien. Tu abuela se recuperará y tomaremos un buen jugo de acerola juntos —susurra, pero no puedo hablar, solo lloro—. ¿Qué puedo hacer para ayudarte? —dice nuevamente, intentando calmarme. Entonces me separo de él y, entre sollozos, logro responder. —El solo hecho de haber venido hasta aquí ya me ha ayudado mucho —hablo, sorbiendo. Recibo una caricia en mi rostro y cierro los