Gabriel se rió burlón, al haber conseguido sacar de sus casillas a la pobre Allie, quien sintió alivio tras darle la bofetada. —¿No le vas a decir nada, Leonard? —Se quejó el castaño, sobándose la mejilla. A pesar de lo menuda que se veía Allie, tenía la mano bastante pesada. —Merecido lo tenías —respondió el abogado, por lo que Gabriel bufó—. Tomen asiento, por favor —Señaló las sillas frente a su escritorio, acercando a cada uno un llavero con las llaves de la mansión—. A partir de hoy y por un periodo de tiempo de doce meses, tendrán que convivir en esta casa, la que está plagada de historia y recuerdos de los señores Britter, la cual espero, vayan descifrando con el paso del tiempo —mencionó Leonard. Gabriel puso los ojos en blanco y se cruzó de brazos—. Como bien saben, comenzarán a