Amanda se encontraba sentada en el alféizar de la ventana de su habitación cuando el reloj digital marcaba exactamente las tres de la mañana. Casi nunca se desvelaba, pero últimamente le había estado tocando hacerlo seguido sin saber muy bien la razón. Aunque se hallaba mortalmente cansada de todo en el mundo, sus pensamientos no la dejaban dormir. Por mucho que le hubiera gustado cenar con el alfa y saber cómo le fue, estaba muy cansada después del intento de remodelación y se quedó dormida hasta esa hora en donde no pudo conciliar de nuevo el sueño. Se rehusaba a tener que ser un adorno más en esa gran casa, en la cual casi nunca podía disfrutar a gusto solo por estar pendiente e otras cosas. Quizá alguna otra chica se encontraría sumamente feliz de vivir con tantos lujos, pero no ella