Harmon Seyzer era el nombre del próximo alfa a coronarse en la manada, un hombre de cabellos largos y oscuros, mirada penetrante y músculos sobresalientes.
Un fenotipo que hacía lo que quería cuando le venía en gana. Todo excepto tener pareja.
Era una regla estricta consigo mismo, la cual estaba cierto de cumplir, no quería tener nada que ver con mujeres mientras no fuera en el área laboral.
Era bien sabido que tenía tanto desprecio hacia las mujeres, que ni siquiera su servidumbre tenía permitido serlo, ni siquiera podía comprender cómo las miraban con deseo, cuando a él no le generaban ninguna sensación en absoluto.
Tenía en cuenta que al ser un lobo, era probable que su predestinada fuera una mujer, pero la sola idea le tenía mareado, no le agradaba para nada.
Tampoco es que le gustaran los hombres, en realidad, no había sentido atracción s****l hacia ningún ser vivo en toda su existencia, y eso no estaba mal, ya que le mantenía siempre enfocado en el trabajo, que era mantener el bienestar de la manada.
Si querían que fuera el jefe alfa, era para trabajar ¿Cierto? ¿No era eso mejor a tener que casarse y descuidar los deberes para con los suyos?
Jamás pudo comprender cómo los habitantes de allí querían siempre que los gobernantes se casaran y formaran una familia ¿Tan necesario era?
Si bien, nunca se había negado a tener hijos, el solo saber que para ello debía intimar con una mujer, le hacía sentir pesado, enfermo incluso.
De todos modos, no tenía tiempo que perder en tontas ideas como esas, le había dejado en claro a su padre que no se casaría, y que tendría que soportar a un jefe alfa que no saliera con las chicas más bonitas de la manada.
Aquel día tendría lugar la coronación, por lo que se encontraba desayunando en casa, con la tranquilidad y el silencio que esta poseía siempre. Tal cual le gustaba.
Sus sirvientes se aseguraban de que todo estuviera en orden y como lo pedía, y eso le gustaba, puesto que si se tratara de mujeres, estas no pararían de parlotear mientras hacían sus deberes, cosa que no toleraba en lo más mínimo.
Aunque se viera como un hombre de las cavernas, había estudiado en la ciudad, tenía tres títulos bien ganados de universidades prestigiosas. Muchas personas dirían que era un hombre tosco, pero no se quejaban en cuanto a inteligencia, ya que el coeficiente intelectual no se medía por la fuerza física o el ceño fruncido.
Era apuesto, según algunas chicas y chicos, pues sus ojos esmeralda brillaban haciendo contraste con las oscuras y varoniles cejas que poseía, enmarcando de manera agradable el rostro cuadrado y definido en donde estaban fijados. Una barba al ras cubría la superficie desde la mandíbula hasta parte del cuello, lo que hacía que se viera más rústico todavía.
Esa manera de ser tan tosca le agradaba a muchas chicas, que seguramente estarían mojadas de solo pensar en su voz y la manera en la que su manzana de Adán se movía cuando hablaba.
No era que poseyera una voz de locutor, pero tenía los tonos exactos mezclando lo grave con lo ligero de una manera bastante placentera al oído.
A pesar de todo aquel s*x appeal, parecía que este no notaba el efecto que tenía sobre los demás, pero vaya que lo hacía, y le asqueaba saber que podían pensar así de él.
No sabía el porqué de su actuar, el porqué de su forma de ser, pero poco le importaba.
Mientras terminaba el desayuno, que constaba en salchichas polacas a la parrilla aderezadas con salsa de jalapeños, limón, tres rebanadas de pan tostado saborizado con ajo, rebanadas de tomate fresco y un batido de fresa sin endulzante; se hallaba leyendo los comentarios sobre la noticia de su coronación, puesto que tenían un portal en línea donde solían publicar los eventos importantes que tendrían lugar para la manada.
Hizo una mueca al leer uno de los malos comentarios, el cual decía que la única razón por la cual nunca le habían conocido pareja era porque seguramente era gay de clóset.
Bufó, soltando una risa sarcástica.
─Por favor, si yo fuera homosexual lo habría dicho sin tapujos─ expresó, más para sí mismo, pero su sirviente, que se hallaba de traje frente a sí, esperando que culminara la comida para asear la vajilla, abrió sus ojos a tope, pues el hombre le había mirado directamente al decirlo.
Dejó la tablet de lado y ni siquiera finalizó su batido, solo dejó las sobras y se retiró de allí con un leve gracias.
El chico de servicio tomó lo dejado por el hombre, de inmediato limpiando el lugar, pues algo que detestaba este era el desorden.
El alfa se encaminó hasta su habitación, subiendo escalón por escalón con la debida calma, pues aunque las personas estuvieran ya concentradas en el lugar de coronación, no era su deber llegar estrictamente temprano. Llegaría a su tiempo.
Había colocado música cuando pasó cerca del equipo de sonido que poseía, por lo que un rock n' roll bastante animado sonaba a través de las bocinas con bajos alterados.
Se movía a su gusto por el lugar, moviendo los brazos a modo de baile, pero lo cierto es que lo hacía pésimo, y los chicos de servicio tenían que hacer un esfuerzo gigante por no explotar en carcajadas al verle realizar aquellos movimientos.
Cuando llegó a la pieza principal, comenzó a desnudarse, sin preocuparse de si estaba siendo visto por cualquier persona, pues su pieza tenía ventanales de arriba a abajo, siempre abiertos, pues detestaba la oscuridad.
Entró en la ducha sin importarle haber comido hacía poco, pero nunca escuchaba los consejos que le daban, mantenía que si debía morir, lo haría de manera natural, y a él le gustaba bañarse después de comer, no antes.
Allí pasó mucho más rato del necesario, aseando su cabello, que era lo más sagrado para él. Y aunque estando dentro de la ducha, no le quedaba mucho espacio para seguir con sus raros movimientos debido a su gran tamaño, aún así, seguía cantando a todo pulmón.
Una media hora más tarde, salió de allí, tan fresco como una lechuga, luego pasó a secar su cabello tras haberle aplicado su debida hidratación.
Estando presentable y seco, escogió la ropa que habría de llevar ese día. Sus ayudantes le habían dejado varias opciones, así que eso no era problema.
Escogió un traje gris de corbata roja que le hacía resaltar aún más, como si fuera necesario.
Al verse en el espejo, se guiñó un ojo a sí mismo, sabiendo que tenía al mundo en sus manos en aquel momento.
Terminó de ajustar los detalles como el calzado, un reloj, y por supuesto, un buen perfume.
Acomodó su cabello, aunque mucha falta no le hacía, y pudo saber que se encontraba listo para rockear de verdad.
─¡Simone!─ gritó a todo pulmón el nombre de su asistente personal, el cual se encontraba en la sala de estar, pero al escucharle, se levantó en un santiamén y estuvo al pie de las escaleras cuanto antes, esperando por el hombre.
El alfa bajó de nuevo con calma, observando el aura de dicho asistente. Cuando llegó junto a él, le acomodó un cabello que se salía de su perfectamente aplanado cabello.
No podía permitirse que alguien que lo representara se viera aunque fuera un poco desordenado, y Simone tenía la costumbre de parecer siempre apurado y angustiado, cosa que le desagradaba, pero hacía bien su trabajo, lo que era más importante.
─Señor ¿Está listo ya? Debe asistir a una pequeña reunión antes de llegar a la coronación ¿Lo sabe, verdad? Le envié un correo ayer informándole sobre el itinerario de hoy─.
─Sí, lo que sea, sabes que odio tener que seguir una agenda, tú solo llévame a donde me necesiten─ le hizo saber, pasando por su lado, con una expresión poco amigable.
El chico de complexión escuálida y ojeras visibles asintió sin más, y le siguió.
Caminaron fuera de la construcción hacia el auto que les esperaba desde hacía ya un buen rato, pues la hora de la coronación había empezado hacía más de media hora.
Ambos se adentraron en el medio de transporte, y el más alto pudo observar cómo habían varias personas fuera del portón que dividía la calle con la vivienda, seguramente espiando para llevar las primicias.
Así era su vida, un tanto ajetreada y sin privacidad del todo, pero era un precio que estaba más que dispuesto a pagar por ser el jefe alfa, un puesto que había querido para sus adentros, solo que jamás lo había expresado, pues creía que su padre no se lo daría al enterarse de que no tenía planes de casamiento.
Luego de la "pequeña reunión" como expresó anteriormente Simone, pudieron llegar al lugar donde sería finalmente el jefe de la manada.
Cuando el auto real arribó, la gente comenzó a vitorear y a hacer coros con su nombre y el de la manada, cosa que le parecía genial al de orbes esmeralda.
Finalmente, bajó de allí, dirigiéndose a la pequeña tarima con arco de madera donde sería nombrado por su padre, como sus hermanos antes que él.
Sonrió abiertamente al público, como se le había enseñado desde pequeño, a agradar a su fanaticada.
Al llegar allí, tuvo que dar su discurso, el cual había practicado poco, pero no se le notó en ningún momento, pues de algún modo, había aprendido a dirigirse a las cámaras. Otra cosa muy distinta era con las mujeres y la gente a su alrededor, nadie debería fiarse nunca de lo que es una figura pública, puesto que su personalidad no siempre era tal cual se mostraba.
Luego del discurso, su padre tomó la palabra.
─Queridos todos, hoy estamos reunidos para la celebración de la coronación del nuevo jefe alfa, Harmon Seyzer, quien se encargará de cuidarlos con el respeto y los valores necesarios. Pueden estar seguros con él ─ expresó el hombre mayor, mirando a su gente ─No solo eso, sino que además me toca ser el que les de la premisa más esperada por todos respecto a la familia real. Aquí y ahora anuncio el compromiso de Amanda Klaric con el ahora jefe al mando, es decir, mi querido hijo Harmon. Estamos muy felices con la elección que llevó a cabo, por más triunfos como este─ dijo sonriente, y alzó la copa que tenía en su mano a modo de brindis con el público.
A Harmon también le habían dado una copa con un vino espumante, pero no pudo compartir la emoción con la que los habitantes gritaron.
El alfa se quedó atónito, y por un momento no reaccionó.
Debía ser una pesadilla.