Capítulo 7

1928 Words
Narra Magaly ¿Por qué salió corriendo así como así? Mi mente sigue reproduciendo una y otra vez ese momento de hace dos días. ¿Lo ofendí tanto al quedarme dormida? Dios, todavía me siento mortificada. ¿Cómo pude desplomarme así? Tal vez soy paranoica, pero sé cuánto me odia. Quiero decir, me está fallando, ¿no? ¿O tal vez huyó por la forma en que reaccioné? ¿Cómo reaccioné ? Me froto las sienes, apoyándome en el soporte de la anfitriona. —Parece que has tenido un día terrible—Fany me da un codazo y agacha la cabeza para mirarme— ¿Pasó algo? —No —miento. Ojalá fuera solo un día. Las últimas dos semanas han sido una verdadera mierda. Ya he hablado bastante con ella sobre el profesor. No quiero que piense que él es todo lo que pienso, aunque puede que haya algo de verdad en eso. Es solo porque estoy reprobando la materia. —¿Cómo se siente tu hermano? Se me encoge el corazón. —No sé… Parecía que todavía le dolía un poco cuando lo dejé en la escuela. Espero que se le pase… —Oh, Magaly. Lo siento mucho. —Está bien —evito su mirada—. Nos ocuparemos de ello cuando sea necesario. Después del accidente, me dijeron que con el tiempo se pondría bien. Probablemente, cuando fuera adulto, pero ninguno de nosotros tenía idea de que antes de eso, pasaría gran parte de su vida sufriendo. Y que las facturas médicas se acumularían. —Magaly —la voz de Fany es suave mientras su mano cae suavemente sobre mi hombro, el mismo que el profesor tocó antes. La aparto y recuerdo cómo su voz afectó mi cuerpo. Mi rostro se pone rojo, pero hago todo lo posible por ocultarlo. —Tengo muchas cosas en la cabeza —finalmente la miro a los ojos y fuerzo una sonrisa—. Todo estará bien. —Está bien—Fany me mira con el ceño fruncido. —Estaré bien. —Si tú lo dices... —su voz se apaga y luego sonríe—. Ah, oye, por cierto, hay algo que quería preguntarte. Se me revuelve el estómago. —¿Sí? —Necesitas más vida fuera de la escuela, el trabajo y tu hermano, así que te digo ahora mismo que marques una noche en tu agenda para salir conmigo. —¿Qué? ¿Salir? —lo miro con los ojos entrecerrados—. Ya te dije que no puedo... —Sí, sí, sé que no puedes, pero lo necesitas—frunzo los labios—.No hagas eso. Te saldrán arrugas. Así que, este es el trato: te llevaré conmigo. Será dentro de unas semanas. Pongo los ojos en blanco, pero sonrío. —Sinceramente, no creo que tenga tiempo para algo así. —Vamos, es sólo una noche. —¿Adónde me llevas? ¿O qué se supone que debo vestir? —Déjamelo a mí. Cuando llegue el momento, te contaré todos los detalles. Por ahora, relájate y ten en cuenta que tú y yo saldremos. Necesitas dejar de pensar en todo lo que sucede a tu alrededor y tal vez concentrarte solo en ti. Por una noche. —No sé... —Uf —hace pucheros con el labio inferior—. Deja de hacerte la difícil. Esto es tan importante para mí como para ti. Gimo y me paso los dedos por el pelo enredado. Hoy es un auténtico desastre Si hubiera sido así el día que me quedé dormida en clase, del profesor habría huido aún más rápido. —Está decidido. No tienes que preocuparte por nada. Incluso conseguiré una niñera para Daniel. Estoy segura de que mis padres estarían dispuestos a hacerlo. Les he contado todo sobre ti–suspiro, la punzada de celos golpea más fuerte de lo que quiero admitir. Siempre intento olvidar que Fany todavía vive en casa de sus padres. Su trabajo aquí es, sobre todo, por diversión. Ellos pagan todo lo que ella no puede pagar por sí misma —.Por favor —me insta, agarrando mi mano y tirando de ella—. Quiero que me acompañes. Llevamos trabajando aquí juntas casi toda la vida y nunca has hecho nada conmigo fuera del trabajo. —Ya hemos ido a cenar —razono, intentando no sentirme demasiado culpable por ello. Ella exhala bruscamente. —Bien. Suspiro. —Lo pensaré, ¿vale? Déjame ver qué opina Daniel al respecto y luego te lo haré saber. Ella sonríe. —Está bien, comenzaré a comprarte vestidos. *** —¿Dónde? —Daniel levanta la vista de la fabulosa cena de fideos ramen que le preparé hace un par de minutos. —Me gustaría saberlo, pero acaba de decir que saldríamos juntos —me quedo a su lado, en la mesa de la cocina—. Aún faltan algunas semanas, así que quizá lo olvide. Mi hermano me mira de forma extraña antes de sorber más de la sopa. Normalmente preparo una cena mejor o llevo comida a casa del restaurante pero hoy tengo la cabeza hecha un lío. —No entiendo por qué me preguntas sobre eso. Suspiro. —Solo quiero asegurarme de que, si sucede, no tendrás ningún problema con ello. —¿Por qué no lo estaría? —se ríe Daniel —. Te vas como todas las noches en ese estúpido trabajo de camarera. No es que no esté acostumbrado a estar solo. Se me cae el alma a los pies. —Lo siento mucho —acerco una silla y me siento—. Si pudiera encontrar otro trabajo en el que no tuviera que estar ausente de esa manera... —Tienes demasiados trabajos —gruñe Daniel con la mirada puesta en su comida en lugar de en mí—. Ojalá pudieras trabajar solo en uno. —Lo sé, lo sé... —la derrota me invade el pecho—. Pero no hay forma de que pueda permitírmelo ahora mismo. Tengo que terminar la carrera y luego espero poder encontrar algo más sustancial. —Cierto —su voz suena monótona—. Lo sé. Solo que... desearía que estuvieras más tiempo cerca. Pero deberías irte. Frunzo el ceño confundida. —Bueno, eso significaría perderme una de mis noches libres contigo. —Lo sé —me dedica una suave sonrisa—. Pero nunca haces nada más. Vas a la escuela, trabajas y me cuidas. Creo que deberías hacer algo divertido por una vez. Me río y sacudo la cabeza. —No tengo idea de qué haremos, pero creo que podría ser divertido disfrazarnos si es el caso, aunque no tengo idea de qué hacer con mi cabello. —¿Tu pelo? ¿Desde cuándo te preocupas por eso? —me bromea, dándome un codazo. Sin embargo, su risa se convierte rápidamente en una mueca de dolor y su cuerpo se curva hacia adelante. —¿Qué pasa? —me acerco a él y le toco el antebrazo con la mano—. ¿Te ha vuelto a doler? ¿Quieres que te traiga la medicina? —Estoy bien —gruñe mientras se endereza—. Sólo fue un calambre. —Está bien—asiento y frunzo el ceño—. Es justo después de lo de la otra noche... —Ya te lo dije, no fue nada. Solo se puso histérica porque tuve unos calambres—Daniel sacude la cabeza—. Eso es lo que pasa cuando una loca de ochenta años tiene que cuidarme. Me quedo callada, no quiero discutir con él. Sé que hay muchos niños de doce años que pueden quedarse solos en casa, pero Daniel... No es un niño de doce años normal. Sus calambres van y vienen, pero no quiero que nunca falte alguien para ayudarlo. —Voy a ducharme—me levanto. —Gracias por la información —resopla Daniel. No hago caso a su descaro y me deslizo por el pasillo, abriendo la puerta del baño. Me encanta este baño. Es tan acogedor, está decorado en tonos cálidos de rojo y marrón. Mi madre siempre tuvo un don para la decoración, pero no es algo que yo haya heredado. Me quito la ropa y abro la bañera en lugar de la ducha. Agarro una goma para el pelo y recojo mis mechones desordenados en un montón sobre mi cabeza, dejando escapar un suspiro mientras me miro en el espejo.Las ojeras son obvias y dan vergüenza ajena; mi corrector se ha desvanecido hace tiempo a medida que el día termina. Y todavía me queda otro turno por delante. Mis hombros se desploman mientras echo una tapa de espuma de baño de lavanda bajo el agua corriente. No puedo permitirme los lujos que mucha gente sí puede, pero me doy el gusto de comprarme alguna espuma de baño de vez en cuando. Entro en el agua tibia y me deslizo hacia la bañera profunda. Por fin, un momento para mí. Son fugaces, lo que las hace aún más dulces a medida que me hundo, y el agua cubre mi cuerpo por completo. Cierro los ojos, respirando de manera constante y profunda. Mi ritmo cardíaco se ralentiza, mis músculos se relajan después de un día tenso. Y entonces mi mente empieza a divagar. —Señorita Elvis—la voz del profesor en mi oído suena como si estuviera allí otra vez, con su mano sobre mi hombro. Mi núcleo se enciende ante el tono áspero de su voz, mi cerebro es capaz de recordarlo de manera tan realista. Paso la lengua por mi labio inferior, tentada a explorar las sensaciones que se acumulan entre mis piernas. Nunca ha habido un hombre entre ellas. Solo mi mano.No tengo tiempo para salir, y mucho menos para estar con alguien el tiempo suficiente para tener intimidad. Sin embargo, eso no me impide fantasear. Y últimamente, el único hombre en el que puedo pensar es el profesor. Trago saliva con fuerza mientras mis dedos recorren mi piel bajo el agua, rozando mi estómago mientras se dirigen hacia mi clítoris, pulsando con la necesidad de ser estimulado.Me hundo un poco más mientras mis piernas se abren ligeramente. La puerta del baño está cerrada, pero aún siento la necesidad de esconderme debajo de las burbujas—.Señorita Elvis—la voz profunda del profesor vuelve a inundar mi cabeza. Sin embargo, esta vez, mi mano se mueve y me acaricia mientras imagino su cuerpo asomándose sobre el mío. Él alcanza suavemente el botón de mis pantalones y los desabrocha... —¡Magaly!—un grito interrumpe mis pensamientos antes de que siquiera comiencen—¡ Magaly! —la angustia del grito de mi hermano me hace caerme sobre mí misma para salir de la bañera, casi resbalándome de nuevo cuando mis pies tocan el azulejo. —¡Ya voy!—agarro una toalla y me envuelvo en ella antes de abrir la puerta de golpe y correr por el pasillo. —Me duele mucho —grita Daniel desde el suelo de la sala de estar, abrazándose los costados. Me mira y las lágrimas le caen por las mejillas. Su cuerpo tiembla. Comienzo a darme la vuelta para correr a buscar sus medicamentos cuando él se queda en silencio y se derrumba. —¡Daniel! —llego a su lado y caigo de rodillas. Lo sacudo, pero no obtengo respuesta, ningún sonido, ninguna reacción. Nada. Las lágrimas comienzan a correr por mi rostro, nublando mi vista mientras miro ciegamente a mi alrededor. ¿Dónde carajo está mi teléfono? Necesito ayuda.
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