Tyler ????
Cargaba el saco lleno de leña que me había pedido la señora Mahina pues esa noche seria noche de liberación. En esa noche todos hablaban de sus sentimientos y bla bla bla. Si no estuviera cómodo en ese lugar hace mucho que hubiera partido. Mientras caminaba a recepción notaba a la distancia desde detrás a una chica hablando con la señora Mahina, otra más del montón. Una maleta tan rosa llena de brillos que debía hacerle competencia a las maletas de las Barbie, unos tacones tan puntiagudos con tantas lentejuelas que debían ser un crimen para la vista, unas caderas pronunciadas y un cabello tan kilométrico que….me daban ganas de jalar mientras sus ojos se ponían en blanco al gemir mi nombre pidiéndome que entrara más.
Ok, ya estaba volviéndome loco, tres años eran suficiente para sentir atracción por cualquier lombriz.
Ver a esa chica me llevo enseguida a saber que era cantante por como sujetaba su guitarra, odiaba a los cantante con todo mi ser y si pudiera desaparecerlos a todos lo haría. Odiaba que la señora Mahina aceptara personas del entretenimiento pues todos ellos venían a esconderse como cucarachas después de que sus problemas de drogas con rehabilitación no pudieron ser escondidos por sus papis y sus mamis. Además, por mi pasado eso solo hizo más que agrandar mi aborreció a cualquier persona que se declarase musico cerca de mí. Este lugar solo hizo empeorar el concepto que tenia de ellos, los detestaba porque todos ellos venían con aire de grandezas donde humillaban a personas que ellos no consideraban a su altura. Diez cantantes habían pasado durante mis casi cuatro años aquí, diez cantantes hicieron los mismos patrones, esta vez tenía como objetivo hacer que esa buena para nada se fuera en lo que cantaba un gallo lo cual sería fácil al solo ver sus tacones. Se veía una chica que no sabía que era el trabajo duro, tal vez en los primeros encargos correría bajo la falda de su mami pidiendo clemencia.
—Tyler, ya llegaste.
Mahina levanto su mano con delicadeza para llamarme. Ella junto a su esposo crearon un complejo de ocho cabañas en un lugar remoto de Hawái para ayudar a las personas. Un matrimonio de unos casi sesenta años servían como pasaje emocional para todos lo que iban con ellos. El lugar estaba cerca de la playa y bosques en un lugar tan poco accesible que era un placer visual verlo, y un lugar perfecto para esconderse de todos.
—Señora Mahina —mi tono árido como siempre salió mientras dejaba caer el saco lleno de leña en el suelo colocándome al lado de la chica.
Por el rabillo de mis ojos note que ella era muy….pequeña tal vez un metro cincuenta seis los cuales era una comparación diminuta a mis dos metros. Unos ojos tan azules como el topacio con un rostro tan angelical que le daban un aire de debilidad. Se veía extremadamente joven ¿Cuánto tendría? Tal vez podría ser mi hija, bueno no tanto pues no era tan loco como mi hermano mayor. Él a pesar de que tenía treinta y siete ya tenía a su hija yendo al primer año en la universidad. Yo era el menor de tres hermanos, apenas tenía treinta y cuatros. Noto a la desconocida observarme con total fascinación mordiéndose levemente su labio inferior, yo solo correspondí aquella sugerente acción con un levantamiento indiferente de ceja.
—Tyler que bueno que viniste —una voz serena se escuchaba— necesito que lleves a nuestra nueva inquilina a su cabaña, su maleta es algo pesada.
«Señora debe de estar bromeando ¿No? De todos los hombres en este lugar me toca guiar a la loca de lentejuelas»
«Creo que campanita se escapó de las atracciones de Disney para molestarme con tanto brillo»
—No creo que podre —taje de manera cortante— debo ir a la ciudad a traer provisiones.
—Oh querido, eso puedes dejarlo para después, ayuda a la señorita que se quedara en la cabaña ocho.
«Me tienes que estar jodiendo»
Mis ojos seguramente comenzaron a oscurecerse de un caramelo a un chocolate intenso. Parpadeaba con rapidez intentando no enfurecerme de que la señorita brillo estuviera a mi lado.
—De todas las cabañas ¿Por que en esa?
—No tenemos mas disponibles Tyler —sonrió de manera apacible Mahina— bueno Danielle, te dejo con Tyler. El es actualmente nuestro inquilino mas longevo y si necesitas cualquier cosa el te ayudara —le pasaba la llave a la chica— es básicamente como si trabajara ya para el valle —Mahina me señalaba la maleta— por favor llévale su maleta.
Aquello solo hizo que le dirigiese una agria mirada a la señora la cual estaba tan acostumbrada que ni se inmuto, yo a diferencia de las mayorías que buscaban ayuda, yo estaba allí por voluntad propia porque no tenía nada para que salir o que me esperase afuera de ese valle. Cada vez que se me acercaba el tiempo límite solo renovaba para estar más tiempo. Estático en el tiempo en aquella playa viviendo una vida nómada sentimental rodeado de personas que si le importaba además de mis hermanos.
—Gracias señora.
Una voz tan suave como el ronroneo de un gatito. Tan dulce y melodiosa que podría ser como un mangar listo para ser devorado ¿Cómo seria su voz cuando estuviera gimoteando de placer? La curiosidad morbosa de mi fantasía perversa me contradecían ¿No detestaba a los músicos? Entonces ¿Por qué mi cerebro fantaseaba con tenerla debajo de mi rogándome que entrara en ella?
—Hola, espero que nos llevemos bien señor —sonrió levemente— te ves algo mayor pero no pasa nada, aun así, sé que podremos llevarnos bien.
«Ella no lo dijo»
«¡Dime que no lo dijo!»
Mi rostro palideció, debió ser un gran poema visual porque la señora Mahina carraspeo obligándome a llevar mi atención hacia ella.
—Tyler, te lo advierto, se amable con ella.
—Si, señora —cerraba mis ojos intentando calmarme.
No dejaría que una niñata que seguramente apenas cumplió la mayoría de edad se llevara mi paciencia. Sujete la maleta de la chica que estaba mirándome con curiosidad mientras era seguido por ella. El sonido de sus tacones eran atrayentes….provocativos…..femeninos….me daban ganas de quitárselo lentamente con mi boca mientras la tenía amarrada pidiéndome misericordia entre jadeos.
¿Qué?
Ok, me estaba volviendo loco con una niña que apenas acababa de conocer. Arrastraba aquella maleta que parecía que había mudado su casa en ese objeto mientras la niña hablaba hasta por los codos. Me mencionaba sobre lo lindo que le parecían las cabañas y que tenía miedo mientras venia. Parecía una cacatúa, no se paraba dándome un leve dolor de cabeza.
—Niñata ¿Quieres parar ya? —me volteaba observándola fijamente— mi cerebro no puede procesar todas las mierdas y tonterías que estás diciendo.
La mirada de la chica se oscureció en un azul turquesa, su rostro denotaba enojo.
—No soy una niñata, me llamo Danielle.
—Ok, lo que sea —agregaba frustrado— Danielle ¿quieres callarte? Siento que estoy viendo un infomercial donde te pagaran por palabras.
—¿Acaso la única interacción que has tenido en este lugar es con monos? Digo, es la única explicación que me doy por la que no quieras hablar conmigo.
«¿Hablar con ella? Mira que si salió egocéntrica»
Una rabia contenida comenzó a pasarse por todo mi cuerpo. Esa niña era una maldita presuntuosa.
—Siento que si los monos y yo pudiéramos comunicarnos ellos tendrían conversaciones más interesantes que las tuyas.
Un inhalo de asombro de Danielle que pareció descolocada me hizo reír levemente ¿Por qué?
—¿Qué?
—¿Acaso ser amargado es parte del eslogan del lugar? Digo, es lo único que me explico para que actúes así.
—Cállate niña caprichosa—me giraba en mis talones para volver a jalar aquella maleta.
—Oye anciano ¿Por qué no veo a más personas?
«Me acaba de decir…. ¡anciano! »
Agarraba la manija de la maleta con más fuerza intentando desplazar cualquier rabia en ese objeto inanimado, si fuese una persona estuviera gritando por el dolor. Ignore la pregunta de la inculta chica pues sabía que todos andaban haciendo sus tareas del día, yo termine rápido pues ya me conocía los caminos. Ella continuaba hablando sobre que se hacía en ese lugar….me estaba cabreando. Seguía llevando la maleta de ella entre el camino de madera que tenía algo de arena intentando ignorarla, pero se me era imposible.
—¡Ya para! Dios, si tuviese una cinta hace mucho que te hubiera tapado la boca.
—Tranquilo Grinch, solo lleva mi maleta a mi casa como es tu trabajo y no me topare contigo.
«¡Pero este es el colmo! »
«¡Ella cree que yo hare lo que ella diga con solo chasquear sus dedos!»
—Dime muchachita ¿Por qué estás aquí? Existen miles de lugares para ir a limpiarte de tus mierdas y tuviste que parar aquí.
—Escucha, no tuve opción así que o me ignoras o me soportas ¿entiendes?
Entrecerraba mis ojos ante ella.
—Sabes que, lleva tus cosas yo no soy tu botones personal para cargar tu maleta.
Soltaba su maleta alejándome tal vez esperando que ella reaccionara con enojo, pero al contrario solo cruzo sus brazos.
—Si eras tan débil para llevar mis cosas, debiste decirlo desde el principio —disparo de manera viperina— hubiera conseguido a alguien con más músculos para hacerlo.
—Puedo llevar perfectamente tu maleta sin problemas, no necesitas buscar a otro hombre —tomaba aquel objeto infernal de la niñata del diablo sintiéndome ligeramente incomodo al imaginarla a ella con otro hombre llevando esa maleta ¿Por qué? Ni siquiera yo lo entendía— ¿Ves? Pan comido.
—Así es, pan comido —reía con travesura— ahora deja de quejarte por llevar mi maleta—caminaba detrás de mí— con tu actitud dudo que alguien quiera pasar su vida a tu lado.
El colmo, la gota que rebosa el vaso. El enojo que había intentado aplacar con la “paz mental y el perdón” que Kai me daba en entrenamientos de auto ayuda por años estaban siendo devorados de una manera impresionantes por ella. Estaba cansado de esa chica y apenas la conocía hace unos diez minutos ¿Qué era lo peor de esas palabras? Fueron dardos venenosos a mi corazon ya duro como el hielo. Aquel comentario no me heriría si no fuese porque esa mujer me provocaba sentimientos encontrados recordándome palabras hirientes hacia mi de mi pasado. No me importaba lo que pensara, pero al mismo tiempo quería que le importara.
—Deja de hablar absurdeces.
—Tu eres el que anda de gruñón, cálmate o vas a morirte antes de tiempo.
«Solo ignórala….ignórala….lleva su maleta a su cabaña y evítala como la lepra»
Sujetaba la maleta volviendo a caminar intentando rezarle a todos lo meramente posible en el cielo para que me escuchara y me diera la paciencia que necesitaba. Yo antes de ser destruido era el hombre más paciente y comprensivo del mundo. No me alteraba por casi nada, pero tras eso me volví como una simple piedra. No me movía, no reaccionaba solo existía ¡Pero esa endemoniada chica! Me sacaba de mis cabales.
—Entiendo que no te gusta hablar —hablaba con suavidad— seguro te dejaron por eso.
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Danielle ???
canción: My mind & me por: Selena Gomez
Junto a la ayuda de Kai el cual me ayudo a sacar mi maleta del agua la llevarla a mi cabaña. Estaba fría e insípida, parecía que hace tiempo no la utilizaron. Aunque no quisiera admitirlo, aquella cabaña me recordaba a todo lo que deje en New York, una tristeza me invadió sintiéndome mis ojos humedecerse. Aunque sonaría tonto por mi mente paso ese tonto que me rompió el corazon, ese idiota que me hizo comenzar la caída al abismo de los lamentos ¿Acaso yo solo fui su entretencion?
—Danielle….deja de pensar en el, el se lo pierde —mordía suavemente mi labio—piensa en algo mas ¿Si? Además, si el se fue que se….se…jo…—tartamude— estaré mejor y no lo necesito ¡No necesito ningún hombre!
Quería ser fuerte, quería serlo, pero era imposible cuando el fue a quien le entregue todo, mi primero amor, a quien le entregue todo y mucho más incluso mi primera vez ¿Acaso tenía mala suerte? Entregarle todo a alguien que no me merecía. Al final, de la manera más cruel aprendí que yo solo fui la chica con la que se divirtió. Me sentaba en el suelo intentando no llorar pues quería ser fuerte, lo era, pero en esos momentos no lo sentía. Perdí amistades, perdí mi esencia y mi reputación por alguien que seguramente no valía la pena. Ahora, mi corazón estaba lastimado tenía ese dolor primerizo, era el primer dolor de un amor horrible, debía superarlo, aunque me destrozara pues, aunque sabía que era una mierda, aun asi antes de que empezara el caos siempre fue el novio perfecto para mí.
—Danielle, piensa en lo que sea, ponte en cosas buenas.
Me susurraba levemente intentando poner pensamientos positivos en mi intentando sentir algo mas. Mientras cerraba mis ojos otra emoción invadió mi corazón al recordar a una personita, no era para nada tristeza y era producto del ave de malagüero en ese retiro. Me agachaba y con algo de rabia abría mi maleta sacando algunas prendas que se mojaron y que por mala suerte tendría que lavar. Ese hombre era el colmo. Yo siempre había brillado por ser tan positiva y buena hablando pero……¡Dios que exasperante!
Al menos, odiarlo me distraía de mi tristeza. Era imposible de creer que alguien como el me hiciera sentir tan enojada haciendo y diciendo cosas, incluso su mera presencia de idiota, imbécil, gruñón, masculina…atrayente….viril…..posesiva mirada…..con unos labios tan carnosos….
«Pero que»
Patee a mi cerebro mentalmente reprendiéndolo por tener pensamientos no odiosos contra el tal Tyler ¿Pero como ayudar a mi cerebro? Era extremadamente alto, se le notaba a lengua que era de los hombres que desprendían sexu@alidad con solo estar a tu lado. Mis piernas vibraron al ver como su mirada acaramelada me miró fijamente. Pensé que, si era amable con el tal vez, solo tal vez el y yo pudiéramos ser amigos o algo mas pero eso no pasaría.
Si hubiera podido tener una mascara de la peste negra para no respirar el aire que yo exhalaba seguramente el se la hubiera puesto. Con total enojo comencé a limpiar para distraerme. En el único reloj que había en esa cabaña decía que eran las nueve, así que aproveche. Para las diez ya había limpiado, sacaba toda mi ropa poniendo las que tendría que lavar en una canasta. La puerta de mi cabaña sonó con unos suaves toques.
«Tal vez es el idiota ese que viene a pedirme perdón…lo hare ponerse de rodillas si es así»
Al abrir la puerta aun sujetando la canasta noto a una mujer rubia sujetando un plato junto a una niña seguramente en sus cinco años sujetándola por las piernas.
—Hola —me dedico una cálida sonrisa— tu debes ser Danielle, yo soy tu vecina del otro lado así que te traje unas galletas que mi hija y yo decidimos hornear para ti.
—Hola —sonreía levemente notando a la pequeña, me agachaba hasta ella— Hola pequeña.
—Hola —me dedico una enorme sonrisa— mami ella es muy bonita, parece un angelito como la del libro que me leíste.
El comentario de esa niña me hizo sonrojar lentamente, no porque no me lo dijeran antes si no porque en estos cuatros últimos meses solo había sido atacada con palabras hirientes que unas palabras asi, me hicieron sentir especial.
—El único angelito aquí eres tu—con suavidad le acaricie el cabello y tras esto me levantaba tomando con esa mano el plato con las galletas la cual deje en la mesa de mi sala—Muchas gracias, son muy hospitalarias
«No como cierta persona »
—Me llamo Beatrice, ella es mi hija Carolina —sonrió levemente— este es nuestro tercer semestre aquí y déjame decirte que es el mejor lugar donde hemos estado.
—Me alegra saber eso—reía algo nerviosa— pensé que la persona que me envió aquí me estaba enviando a un culto o algo asi….mas con el tipo amargado que me recibió.
—¿Amargado? —repitió la Beatrice con mirada interrogante— aquí no tenemos a nadie amargado…solo al antipático de Tyler pero tranquila ya te acostumbraras —sonrió levemente— es como un osito panda mimoso cuando le caes bien, solo le gusta comer, dormir para quedarse retozando por ahí además de que es muy tierno y buen hombre.
—Creo que esta usando los adjetivos equivocados.
—Ya lo conocerás, tranquila —su mirada se quedaba fija en mi canasta de ropa— ¿Llegaste y ya tienes que lavar?
—Si —suspiraba levemente— me encontré con un perro sarnosos que ladraba como loco que termino ensuciando mi ropa así que debo lavarla.
—Mami ¿Qué es un perro sarnoso?
Beatrice se agacho para explicarle. Ella parecía muy amable y tras hablar un rato sobre que debíamos reunirnos con Kai para asignaciones de trabajos en una hora me dejo. Revise la cabaña, era extremadamente pequeña pues solo había una habitación, un baño donde había una pequeña lavadora, una cocina comedora y ya donde había pocos utensilios, un microonda, una estufa y una nevera. Yo me había criado en una casa de campo en Pensilvania, pero aun así mi casa era quince veces más grande de lo que tenía. Tras lavar y dejar secar mi ropa guarde la que estaba limpia sacando de allí mi cuaderno que Elliot me regalo. El me aseguro que volvería a escribir en lo que cantaba un gallo, aunque pensaba que era total mentira. Comía las galletas que me había dado la señora Beatrice, eran deliciosa haciéndome recordar a mi madre. Mis ojos comenzaron a llenarse de lágrimas porque sabía que aunque le decía a mi madre que estaba bien seguramente ella sabia que esta sufriendo con todo el caos en mi vida. Alguien tocaba mi puerta la cual al abrir me daba cuenta que era la señora Mahina.
—Danielle que bueno que te veo —sonrió de manera serena— te toca ir con Kai para que te asigne tus trabajos ¿Si? El esta en el fondo en esa cabaña.
Saque mi cabeza notando que era una de las cabañas más grande. Después de un rato entre notando que había un señor en sus cincuenta saliendo de aquel lugar con los ojos totalmente llorosos, pero al verme solo me ignoro. Kai salió recostándose de la puerta cruzándose de los brazos mirándome con sus ojos tan negros marrones como el chocolate negr0, una piel oliva seguramente producto del sol, una sonrisa tan atrayente como tranquilizante y una presencia de que le querías contar todos tus secretos.
—Danielle, entra —se movía lentamente para dejarme pasar y cerrar la puerta— como eres nueva solo quiero ver con quien te asignaremos—señalaba a un sillón para que me sentara.
—¿Asignarme? —me sentaba mirándolo sentarse en un sillón en frente mío.
— Así es, todos los meses hago un estudio de todos y les asigno compañeros, es lo que hemos titulados compañeros de confianza para que sus estadías y las experiencias que han pasado afuera de este lugar sean superadas junto con mi guía —sonrió delicadamente— es una manera que trabajamos aquí desde hace diez años y funciona en todas las ocasiones, pero tranquila se te cambia compañero todos los meses hasta que se te encuentre el correcto.
—Entonces, no vengo a relajarme aquí.
—No —continuaba sonriendo tomaba un cuaderno de nota en una mesa al lado de su sillón junto con un lápiz— aquí venimos a sacar la mejor versión de ti.