Mientras Alex hablaba, le pasó un brazo por los hombros. Ella no puso objeción a su gesto. Pero cuando la atrajo hacia sí, sintió sus dedos cálidos en la fresca piel del hombro, donde el jersey se había deslizado. Cuando levantó la vista para intentar leer su expresión, él la estaba observando pensativo y se inclinó hacia delante para dejar su copa de champán sobre la mesa de café. —Ahora voy a besarte —le dijo. Era como si comprendiese que ella necesitaba prepararse para ello. —Sí —dijo ella—. Lo sé. Alex bajó la cabeza lentamente hasta que sus labios se encontraron. Cuando la besó, comenzó tan suavemente que ella apenas sintió su presión. Pero un agradable calorcito la invadió, extendiéndose desde sus labios por su barbilla y su garganta, hasta que sus pechos se sintieron ruborizados