Max estaba colérico. Nunca una mujer se había atrevido a desafiarle de esa manera y mucho menos cuando le había ordenado a Emma estrictamente que no saliera sin su chofer. A él le gustaba tener el control de todo, y por ende de ella, pero por lo visto la señora Harper tenía otros planes y entre ellos estaba sacarle de sus casillas. —¿Qué estás haciendo aquí? —fue el saludo que empleó Emma para dirigirse a él. No parecía arrepentida, por el contrario, estaba de lo más contenta y no podía disimularlo cuando la vio bailar abiertamente en la pista de baile. —Buenas noches, querida —dijo con una sonrisa que no era más que una apariencia. —Yo también me alegro de verte. Sin contenerse, Emma achicó los ojos sin saber qué era lo que tramaba y qué hacía ahí. —¿Cómo supiste que estaba aquí