Emma siguió bailando durante toda la noche hasta que le dolieron los pies. Estaba ya cansada de que los presentes le elogiaran por su belleza y carisma. Ninguno de ellos la conocía en realidad, no eran más que invitados de los señores Harper que nada tenían que ver con ella. Tan pronto tuvo la oportunidad, pidió una disculpa a su acompañante de baile número veinte, y corrió al baño para refrescarse. En el tocador, se vio en el espejo y no creía todo lo que había sucedido en tan poco tiempo en su vida. La mujer del espejo parecía una muñeca sacada de cuentos de hadas y no la chica sencilla que era ella. —Yo también creo que has usado un montón de rubor. A su espalda, una voz irrumpió sus pensamientos mientras se lavaba las manos y, sorprendida, vio a su mejor amiga apoyada en el mar