Narra Abel. La miré detenidamente. —Desvístete por completo—le ordené. Sus ojos brillaron. Se levantó el vestido por la cabeza, dejando al descubierto su ropa interior de encaje rojo a juego. Se desabrochó el sujetador, sus pechos perfectos llamaron mí atención, luego se quitó las bragas—.Arrodíllate—le pedí y ella se arrodilló ante mí. —Dime, ¿Dónde ha estado esta boquita?—me burle de ella metí mi pulgar en su boca. Ella aceptó mi dedo—. Chúpalo niña traviesa—le dije—.¿Cuánto crees que pueda caber en tu boca?— Pregunté, sabiendo que ella lucharía por meter toda mi polla en su garganta. —Mucho más—respondió. Trabajé con el pulgar hacia adentro y hacia afuera, hasta que se convirtió en una tortura excesiva para ella, incluso para mí. —Desabrocha mi pantalón y saca mi polla. Chúpalo,