Narra Luciana. Días después... Salí de la ducha, pero antes de salir del baño escuché la voz de Abel. Abrí la puerta, tenía la toalla todavía envuelta a mi alrededor, encontré a Ericka sentada en su escritorio con su computadora portátil abierta. —Lo sé, papá. Créeme. Es solo ética —mencionó ella. —Eso no importa. Quiero que hagas lo mejor que puedas. Estás ahí para la estudiar—le respondió él. Ericka comenzó a hablar sobre sus otras clases, mientras yo le echaba un vistazo a su pantalla. Los ojos Abel estaban sobre mí, el calor de su mirada quemaba a través de mi toalla. En ese momento la dejé caer al suelo, dejándome completamente expuesta. Mí amiga siguió hablando, despistada de lo que realmente estaba haciendo. Esto era demasiado arriesgado, pero extrañaba desesperadamente