Lena
Tomó el cristal cuidadosamente, como si fuera la cosa más delicada del mundo. Después de observarla bien me miró otra vez.
Él extendió su mano en un gesto de amistad formal.
—Soy Elias, y tal parece que el destino ha querido que nuestros caminos se crucen esta noche.
Mientras se presentaba, notó la carta que sostenía entre mis dedos que había sacado junto al cristal, la imagen de El Mago vibrante bajo la luz de la luna.
—¿Esa carta... estás vinculada con un Arcano? —Su sorpresa era evidente, mezclada con un asombro que no podía ocultar.
Antes de que pudiera responder, un crujido sutil rompió el silencio del bosque. Elias reaccionó instantáneamente, su mano buscando la mía para arrastrarme hacia la sombra de un árbol cercano.
—Shh, —susurró, su mirada fija en la dirección del sonido.
Desde nuestro escondite, observamos a un grupo de personas enmascaradas pasar, sus voces un murmullo bajo que se desvanecía con la distancia. Una vez se aseguró de que se habían ido, Elias me miró, su expresión seria.
—Es peligroso estar aquí, especialmente esta noche. Pero parece que tienes protectores poderosos, —dijo, asintiendo hacia la carta en mi mano.
—¿Cómo sabes...? —comencé a preguntar, pero él me interrumpió con un gesto.
—No hay tiempo. Ven, necesito llevarte a un lugar seguro.
Sin esperar mi respuesta, me guió a través del bosque, moviéndose con una familiaridad que sugería años de conocer sus secretos.
Después de un breve trayecto, llegamos a una cabaña oculta, casi imperceptible entre la vegetación. Elias abrió la puerta con cautela y me invitó a entrar.
—Aquí es donde hemos reunido los objetos que hemos recolectado... hasta ahora.
En la seguridad efímera de la cabaña oculta, Elias se apresuró a explicar.
—Estamos en medio de la cacería, una tradición de la academia. Los objetos que ves aquí, —señaló hacia la mesa con los artefactos brillando suavemente, —son los que debíamos recolectar.
La información me tomó por sorpresa.
—¿Una cacería?
—Cada año, los estudiantes se dividen en equipos y se nos asigna una lista. Quien recolecte todos los objetos primero, gana. Es una prueba tanto de habilidad como de conocimiento. —dijo él acomodando los objetos dentro de una caja.
—Pero, ¿cómo puedo ser parte de esto si acabo de llegar? —La confusión teñía mis palabras, aún intentando asimilar la vorágine de eventos desde mi llegada.
Elias me lanzó una mirada comprensiva.
—No lo sé, Lena. Pero el hecho de que tengas esa pulsera, que hayas encontrado uno de los objetos y estés vinculada con un Arcano... No creo que sea coincidencia. De alguna manera, estás destinada a ser parte de esto.
Antes de que pudiera procesar completamente sus palabras, un sonido fuera de la cabaña nos alertó. Elias se asomó con cautela antes de señalarme que lo siguiera.
—Es hora de reunirnos con los demás, con los morados. Presentaremos los objetos juntos.
Elias sacó un pequeño objeto de su bolsillo, murmurando unas palabras que no llegué a entender. Tal vez era su forma de enviar un mensaje a los demás miembros de su equipo, convocándolos al lugar donde nos encontrábamos.
Aprovechando el momento de calma, se giró hacia mí, sus ojos reflejando la luz de la luna.
—Verás, Lena, —comenzó, una vez asegurado de que el mensaje había sido enviado, —los estudiantes de primer año fueron divididos en seis equipos para la cacería. Cada equipo está liderado por un capitán, alguien que tiene un vínculo directo con un Arcano.
Su risa resonó en el aire nocturno, una melodía cargada de emociones encontradas. Observé su expresión, donde la sonrisa se entrelazaba con una mueca de incredulidad.
—Los profesores pensaron que esta era la forma más equitativa de organizarlo, dándole a cada grupo un guía con un poder fuerte. Mientras que los alumnos de otros grados nos dan caza.
Asentí, procesando la información mientras reflexionaba sobre las implicaciones de lo que acababa de decir. Era una realidad cruda y desafiante, donde la supervivencia estaba en juego y la competencia entre los grupos de estudiantes era inevitable.
—Eso significa que cada equipo tiene una especie de... ventaja especial, —deduje en voz alta.
—Exactamente. Y yo soy el capitán del equipo morado, —continuó Elias con una sonrisa orgullosa, —vinculado con El Colgado. Hasta ahora, no he visto qué carta tienes, así que no sé con qué Arcano estás vinculada. —Su mirada entonces se tornó seria. —Y tampoco sé quién fue el cobarde que abandonó, dejándote su lugar.
Con una mezcla de nerviosismo y anticipación, sostuve la carta de El Mago entre mis dedos temblorosos. Su superficie, aunque suave, irradiaba una energía que sentía recorrer mi piel como pequeños zarcillos de electricidad. La imagen vibrante del Mago parecía mirarme, sus ojos llenos de sabiduría y misterio. Tragué saliva, mi corazón latiendo con fuerza, y decidí enfrentar a Elias.
—Me he vinculado con El Mago —mi voz salió más suave de lo que esperaba, casi ahogada.
Elias parpadeó varias veces, incrédulo. Pude ver cómo sus ojos se agrandaban, llenos de una mezcla de sorpresa y confusión. El silencio que siguió fue tan espeso que casi podía tocarse.
—Eso... eso no puede ser cierto —balbuceó, su voz temblando ligeramente. Dio un paso atrás, como si necesitara distancia para procesar lo que acababa de escuchar —Julian está vinculado con El Mago. No es posible que dos brujos estén vinculados con el mismo Arcano.
La incredulidad en el rostro de Elias era como un espejo de mis propios temores. ¿Podría haber algún error?
Su desconcierto era evidente, y por un momento, pensé que dudaba de mí.
Con calma, extendí la carta hacia él, permitiéndole ver la imagen vibrante de El Mago y sentir la energía que emanaba de ella, una prueba irrefutable de mi vínculo.
Tomándola con cuidado, Elias examinó la carta, su expresión pasando de la incredulidad a una suerte de asombro reverente.
—Esto... esto cambia todo. No sé cómo ha pasado, pero si El Mago te ha elegido, debe haber una razón detrás.
Antes de que pudiéramos ahondar más en el misterio de mi inusual vínculo, los susurros y pasos de nuestros compañeros de equipo se hicieron presentes, emergiendo de entre las sombras del bosque hacia nosotros. La urgencia del momento aplazó nuestra conversación, dejando un enigma colgando en el aire entre nosotros.
—Debemos ir ahora, —dijo Elias, dándome la carta con cuidado. —Es hora de presentar los objetos y ganar esta cacería.
Mientras nos dirigíamos al punto de encuentro, todos notaban la falta de un m*****o del grupo inicial. Entre murmullos se escuchaba el nombre de la chica que había abandonado la academia y, sin saberlo, me había dado su lugar: Allias. Las miradas de mis compañeros se posaban en mí de vez en cuando, llenas de curiosidad y preocupación.
—¿Alguien ha visto a Allias? —preguntó una de las chicas, su tono teñido de inquietud.
—No la he visto desde que comenzó la cacería—respondió uno de los chicos, frunciendo el ceño.
Mantuve el silencio, observando cómo las emociones fluctuaban entre mis compañeros. No quería ser la que rompiera el equilibrio del grupo, pero sabía que ya lo había hecho.
—¿Tú sabes algo? —preguntó la chica que había hablado primero, su mirada intensa clavándose en mí.
Tragué saliva, sintiendo el peso de todas las miradas sobre mí. Decidí ser honesta, aunque no tenía todas las respuestas.
—Allias me dejó su pulsera —dije, mostrándoles la pulsera en mi muñeca, —dijo que quería irse. No me dio muchos detalles, solo que ya no quería estar aquí y que yo tomara su lugar.
Un murmullo de sorpresa y enfado recorrió el grupo. El chico frunció aún más el ceño, y la chica llevó una mano a su boca, claramente consternada.
—Allias siempre fue tan fuerte. No puedo creer que haya decidido irse así, sin más.
El chico asintió, su expresión endureciéndose.
—Es una vergüenza. Pero si esa fue su decisión, debemos respetarla.
—Bastante tendrá si el rector descubre dónde está... —dijo Elias con un aire sombrío.
Su comentario resonó en el silencio que siguió. La gravedad de la situación se hizo evidente en las miradas preocupadas de mis compañeros. Sentí un escalofrío recorrer mi espalda mientras consideraba las posibles repercusiones para Allias y tal vez... tal vez para mí también.