Capítulo 29

1746 Words
Lena Llegamos a la clase de Defensa junto a Seraphina, y no podía evitar sentirme agradecida por su compañía. En ese momento, no sabía cómo habría manejado todo esto estando sola, y su presencia me daba una sensación de seguridad. Mientras nos cambiábamos en el vestuario, hablábamos animadamente sobre una fiesta que se celebraría el viernes por la noche. La conversación era un respiro bienvenido a la tensión constante de la vida en la Academia. Pero de repente, sin previo aviso, sentí un golpe brutal que me lanzó contra mi casillero. La fuerza del impacto me dejó sin aliento, y un dolor agudo recorrió mi cuero cabelludo al sentir cómo alguien me sujetaba del cabello, inmovilizando mis manos con una presión dolorosa. —¡Ravenna! —gritó Seraphina, con desesperación en su voz. Miré hacia ella y vi que una de las amigas de Ravenna la tenía sujeta, impidiéndole ayudarme. —Puta de mierda bastarda, —susurró Ravenna entre dientes en mi oído, su aliento caliente y cargado de odio. —No te bastó con meterte en la Academia, también tenías que robarte a Nate. —No tengo nada que ver con eso... No es mi culpa... —intenté explicar, mi voz temblando mientras mi cabeza permanecía pegada contra el frío metal del casillero. —Mentirosa, maldita mentirosa, eres una puta, una maldita... —su voz se apagó de golpe, cortada por una energía oscura que se apoderó de cada rincón del vestuario. El aire se volvió denso, casi asfixiante, y sentí un escalofrío recorrerme la columna vertebral. —No vuelvas a ponerle una mano encima, —la crudeza en la voz de Nate nos sobresaltó a todas. Me giré con dificultad y vi a Ravenna en el suelo, sus manos desesperadas arañando su cuello, como si no pudiera respirar. La oscuridad en los ojos de Nate reflejaba una furia descontrolada, una furia que me aterrorizaba. —Nate... —susurré, acercándome a él con cautela. —Déjala, no vale la pena. Sus ojos se encontraron con los míos, y en ese instante, el tiempo se detuvo. Vi la lucha interna en su mirada, una batalla entre su ira y el control. Finalmente, después de unos interminables minutos, soltó su poder. Ravenna inhaló profundamente, jadeando por aire mientras sus manos temblaban. —La próxima vez... —juré, mirando a Ravenna directamente a los ojos. —¿Qué? ¿No lo detendrás? —se burló entre jadeos, con una sonrisa débil pero desafiante. —No, querida, la próxima vez... yo no me detendré. —La amenaza en mis palabras era clara, y por un momento, vi un destello de miedo en sus ojos. La amiga de Ravenna la ayudó a ponerse de pie y ambas salieron del vestuario, sus miradas llenas de odio y resentimiento. Seraphina, después de asegurarse de que estaba bien, también se fue, dejándome sola con Nate. Él me miraba con una intensidad desgarradora, sus ojos brillando con una mezcla de deseo y furia, mostrando cuánto estaba trabajando en mantener el control. Di un paso hacia él, pero levantó una mano, deteniéndome. —Espera, —dijo, su voz temblando ligeramente —necesito un minuto... Termina de vestirte... Por favor. Podría haber seguido su consejo, tomarme un momento para calmarme y vestirme, pero en ese instante, una chispa de rebeldía se encendió en mi interior. Decidí tomar el control de la situación, de una vez por todas. Avancé hacia él, mis pasos firmes y decididos. Cuando llegué a su lado, me colgué de su cuello con mis brazos, nuestros cuerpos presionados uno contra el otro. Nuestras bocas quedaron a poca distancia, sus labios entreabiertos esperándome, y pude sentir su aliento caliente mezclarse con el mío. Pasé mi lengua lentamente por sus labios, sintiéndome fuerte e indestructible por la forma en que lo afectaba. Mordí su labio inferior con un poco de fuerza, lo suficiente para sacar unas gotas de sangre. Nate jadeó, sus manos se aferraron a mi cintura con una urgencia desesperada. En ese momento, nuestras emociones se desbordaron y nuestros labios chocaron en un beso salvaje, cargado de todo lo que sentíamos. El beso era una batalla, una lucha de poder y pasión. Sentí el sabor metálico de su sangre mezclándose con nuestros besos, la intensidad de nuestros sentimientos fluyendo sin restricciones. Las manos de Nate se movieron por mi espalda, subiendo y bajando con necesidad. Mi cuerpo respondía a cada toque, cada caricia, como si fuéramos dos piezas de un rompecabezas que finalmente encajaban a la perfección. Sentía el calor de su piel a través de la tela de su ropa, y mi propia piel ardía con un deseo que nunca antes había experimentado. El mundo exterior se desvaneció, dejando solo el espacio que compartíamos. Podía escuchar el sonido de nuestras respiraciones entrecortadas, el latido de su corazón acelerado contra mi pecho. Cada beso, cada toque, era un recordatorio de la conexión profunda y compleja que compartíamos. Era una mezcla de amor y odio, deseo y control, una danza peligrosa que nos consumía a ambos. Nos separamos, nuestras respiraciones pesadas y nuestros cuerpos temblando con la intensidad del momento. Nate me miró a los ojos, su mirada oscura y cargada de emociones. Sentí una ola de satisfacción y poder al ver cuánto lo había afectado, cuánto control tenía sobre él en ese instante. —Lena... —susurró, su voz ronca y llena de deseo. —Nate, —respondí, mi voz firme y decidida —no voy a dejar que me controles. Si quieres que esto funcione, déjame pelear mis propias batallas. Él asintió lentamente, sus ojos nunca apartándose de los míos. Me separé de él, y terminé de vestirme rápidamente, mi mente aún ardiendo con la sensación de sus manos sobre mi piel y sus besos en mis labios. Nate se quedó a un lado, observándome con una mezcla de deseo y respeto, su respiración aún agitada. Una vez lista, me volví hacia él. Sus ojos seguían clavados en los míos, y supe que habíamos llegado a un entendimiento, una tregua temporal en nuestra compleja relación. —Vamos —dije con una sonrisa de lado, tratando de sonar más firme de lo que me sentía. Cuando entramos en el aula, el murmullo de voces se detuvo abruptamente, y todos los ojos se volvieron hacia nosotros. Ignoré las miradas y me dirigí a mi lugar junto a Seraphina, agradeciendo en silencio su compañía constante. Nate se fue a su lugar al otro lado de la sala, su postura rígida y su mirada fija al frente. El profesor Nightshade caminaba por el frente de las lonas donde entrenábamos. Su voz resonó con autoridad cuando comenzó a hablar. —Bien, ahora que estamos todos aquí, continuemos con el entrenamiento. Sentí una punzada de inquietud al recordar mi último entrenamiento, pero me preparé mentalmente para lo que vendría. El profesor comenzó a asignar parejas, y cuando llegó a mi nombre, su mirada se detuvo un segundo más de lo necesario. —Señorita Rivers, hoy entrenará con la señorita Dorian. La amiga de Ravenna, con una expresión de desdén en su rostro, dio un paso al frente. Sus ojos brillaban con una mezcla de desafío y desprecio mientras se acercaba a mí. —Parece que hoy no es tu día de suerte, Rivers —dijo con sarcasmo, ajustando los guantes de combate. —Vamos a ver si puedes mantenerte en pie esta vez. Nos colocamos en posición, los demás estudiantes formando un círculo a nuestro alrededor. La señal del profesor resonó en la sala, y la amiga de Ravenna no perdió tiempo en atacar. Lanzó un golpe rápido hacia mi rostro, que apenas pude esquivar. Sentí el aire cortado por su puño rozando mi mejilla. Respondí con un giro rápido, intentando golpear su costado, pero ella era rápida, bloqueando mi golpe con facilidad. El intercambio de golpes se intensificó rápidamente. Sus movimientos eran precisos y calculados, y me encontré luchando por mantenerme a la par. Cada vez que me golpeaba, el dolor se extendía por mi cuerpo, pero me negaba a retroceder. —¿Eso es todo lo que tienes? —se burló, lanzando una patada que me obligó a retroceder unos pasos. Me concentré, recordando las técnicas que había aprendido. Bloqueé su próximo golpe y logré contraatacar, mi puño conectando con su abdomen. Ella gruñó, su expresión cambió de desdén a furia. El combate continuó, nuestros cuerpos moviéndose en una danza violenta. Podía escuchar los murmullos de los estudiantes a nuestro alrededor, algunos apostando sobre quién ganaría. La presión aumentaba con cada segundo que pasaba. Finalmente, ella lanzó un golpe que no pude esquivar a tiempo. Su puño me impactó en el estómago, cortándome la respiración y haciendo que cayera de rodillas. El dolor era intenso, pero mi determinación era más fuerte. Mientras me levantaba, sentí una oleada de energía fluir a través de mí. No dejaría que ella, o cualquiera, me derrotara. Recordé mis propias palabras, la promesa que me había hecho a mí misma, la necesidad de tomar el control. Con un grito de esfuerzo, me lancé de nuevo al combate. El leve temblor en la sala no impidió que avanzara con intrepidez. —¡Suficiente! —la voz del profesor se escuchó fuerte y clara en la sala, interrumpiendo nuestra pelea. Nos separamos, respirando pesadamente, ambas con señales de la batalla en nuestros cuerpos. El profesor se acercó, su expresión neutral, pero con una chispa de aprobación en sus ojos. —Buen trabajo, señorita Rivers, señorita Dorian. Eso es suficiente por hoy. La amiga de Ravenna me lanzó una última mirada asesina antes de retirarse. Mientras tanto, Seraphina se acercó, su preocupación visible en sus ojos. —¿Estás bien? —preguntó, su voz suave. Asentí, sintiendo la adrenalina aún corriendo por mis venas. —Estoy bien —dije, escupiendo sangre a un lado y limpiándome la boca con el dorso de la mano. —Creo que sería bueno que te enseñe algún hechizo para curarte... Las pociones son muy caras —rió, intentando aligerar el ambiente. Su risa, aunque breve, me reconfortó un poco, recordándome que no estaba sola en todo esto. Busqué con la mirada a Nate. Él me miraba con una mezcla de orgullo y alivio al verme sonreír, pero su atención pronto se desvió cuando el profesor Nightshade habló de nuevo. —Señor Callaghan, señor Morrow, al centro —dijo, borrando instantáneamente la sonrisa en mis labios. Mi corazón se hundió. ¿Elías y Nate? Esto no puede terminar bien.
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