Lena
—Mierda —escuché murmurar a Seraphina, su voz reflejando el mismo temor que ahora sentía yo.
Nate caminó hacia el centro del círculo, su postura erguida y segura. Frente a él, Elías se preparaba para el combate. Pero Nate no solo veía a un adversario en Elías; veía a alguien que había osado besarme, tenía algo contra él más personal.
El ambiente se volvió denso, cargado de expectación. Los murmullos de los demás aumentaron mientras Nate y Elías se posicionaban, sus ojos fijos el uno en el otro, evaluándose mutuamente.
El profesor dio la señal y Elías fue el primero en moverse, lanzando un golpe rápido y potente hacia Nate. Él lo esquivó con agilidad, su cuerpo girando con precisión felina. El contraataque de Nate fue inmediato, un puñetazo que conectó con el hombro de Elías, haciéndolo retroceder unos pasos.
Podía sentir la tensión acumulándose en el aire, cada golpe y cada movimiento resonaban en la sala. Elías no se dejó intimidar y lanzó una serie de golpes rápidos, pero Nate los bloqueó con una habilidad que dejaba en claro por qué era uno de los estudiantes más destacados.
Seraphina y yo observábamos en silencio, nuestros corazones latiendo al unísono con cada intercambio de golpes. Sabía que Seraphina estaba tan preocupada como yo, no solo por el combate, sino por las repercusiones después de éste en la casa.
La pelea se intensificó, con Nate demostrando una destreza impresionante. Sin embargo, Elías no era un oponente fácil. Un golpe bien dirigido de su parte logró impactar en el abdomen de Nate, haciéndolo tambalear. Mi respiración se detuvo un momento al verlo doblarse por el dolor, pero él se recuperó rápidamente, su expresión endurecida.
—Vamos, Nate —murmuré para mí misma, mis manos apretadas en puños a mis costados.
Entonces, como si sintiera mi apoyo, se lanzó en un ataque feroz. Sus movimientos se volvieron más fluidos y precisos, era como ver una danza letal. En un abrir y cerrar de ojos, derribó a Elías con un golpe en la mandíbula, dejándolo en el suelo, aturdido.
El silencio se apoderó de la sala por un momento antes de que el profesor Nightshade interviniera.
—Eso es suficiente, señor Callaghan —anunció, su voz cortando el aire denso.
Nate retrocedió, respirando pesadamente, su mirada fija en el profesor. Este asintió ligeramente, una señal de aprobación que no pasó desapercibida.
Seraphina soltó un suspiro de alivio a mi lado, y yo también sentí un peso levantarse de mis hombros. Nate se acercó a nosotras, su rostro marcado por el esfuerzo pero con una chispa de satisfacción en sus ojos.
—No lo mataste... estoy orgullosa de tí —dije, mi voz apenas un susurro, pero suficiente para que él lo escuchara.
Nate se rió y continuó avanzando hacia el agua. Elías también se acercó a nosotras, su sonrisa forzada apenas ocultando el dolor y la frustración que sentía.
—¿Estás bien? —pregunté, realmente preocupada.
Él había sido el primer amigo que hice al llegar a la Academia y todo había cambiado la noche anterior, pero no quería perder su amistad.
—No te preocupes —dijo asintiendo. —Nadie ha podido derrotar a Nate, así que no me afecta... tanto.
Se rió como si hubiera contado un chiste, pero la risa no llegó a sus ojos.
—¿Podemos hablar? —me preguntó, cambiando su postura.
—No —escuché la voz de Nate antes de sentir que su brazo me rodeaba la cintura desde atrás, su agarre firme pero no doloroso.
—Nate... —dije entre dientes, sin girar hacia él.
—De verdad, no la tocaré —aclaró Elías, levantando ambas manos en señal de paz.
Tomé la mano de Elías y lo llevé a un rincón de la sala, buscando un poco de privacidad, aunque sabía que Nate no nos perdería de vista. Estaba consciente de su mirada fija en nosotros desde lejos, pero al menos así todos estaríamos más tranquilos.
—Elías, lo siento mucho... Debería haberte dicho lo de Nate... Tenía miedo, yo no sé nada sobre este mundo y me asusté... Yo... —las palabras no paraban de salir de mi boca en una cascada de disculpas y explicaciones.
—Lena... Está bien, sí, deberías haberme dicho, valoro mucho mi vida, ¿sabes? —la ligereza en su voz me hizo sonreír a pesar de la situación. —No es que hayas elegido el vínculo, y realmente creí que nosotros...
—No quiero perder nuestra amistad —dije, colocando una mano en su brazo, sintiendo la tensión en sus músculos.
—Yo tampoco, aunque debemos controlar a don Posesivo allí —dijo señalando a Nate con la cabeza.
Me reí, mirando a Nate que observaba la escena con la mandíbula apretada, sus ojos llenos de una intensidad peligrosa que no podía ignorar.
—No entiendo por qué es así... —dije frunciendo el ceño, intentando buscar respuestas.
—Es el vínculo, es normal los primeros meses, pero es muy peligroso con alguien tan poderoso como él —respondió Elías, suspirando.
—¿¡Meses!? Mierda... —respondí, sintiendo cómo mi frente se fruncía de preocupación.
Elías asintió, sus ojos reflejando una mezcla de comprensión y resignación.
—Sí, Lena. Los vínculos son complejos. Nate está experimentando un montón de emociones y deseos protectores, y eso lo hace impredecible. Tienes que tener cuidado.
Sentí una punzada de miedo al pensar en lo que eso implicaba para los próximos meses. Nate era poderoso, y su intensidad, aunque a veces reconfortante, también era aterradora.
—Prometo ser cuidadosa —dije, mirándolo a los ojos. —Y prometo que siempre serás mi amigo.
Elías sonrió, una sonrisa genuina esta vez, aunque aún había una sombra de tristeza en sus ojos.
—Gracias, Lena. Eso significa mucho para mí... Te abrazaría en este momento, pero la recuperación de ambos brazos tomaría demasiado tiempo —dijo Elías riéndose, y no pude evitar acompañarlo en la risa, aliviando la tensión del momento.
—No quiero que te lastime por mi culpa. Él entenderá que somos amigos... —respondí, haciendo una mueca de desagrado e inseguridad. —Aunque le tome meses...
Elías asintió, su sonrisa todavía presente, aunque sus ojos reflejaban una sombra de peba.
Volvimos con Nate y Seraphina. Nate se paró detrás de mí, sus brazos aferrándose a mí con una mezcla de posesividad y necesidad.
Me tensé al sentir las miradas de todos a nuestro alrededor, los murmullos sobrepasaron el sonido de los golpes en el centro de la lona.
Intenté apartarme, incómoda con tanta atención, pero Nate me detuvo, su agarre firme pero con ternura.
—Quédate así solo un poco más... —susurró en mi oído, depositando un beso en mi cuello. Su voz era baja y urgente, cargada de una emoción que apenas podía contener. —Necesito calmarme antes de que mate a alguien...
Sentí una oleada de comprensión y miedo. Nate estaba al borde del abismo, su vínculo con su Arcano y sus emociones lo empujaban a un estado peligroso. Si me concentraba en él, podía sentir su lucha interna, su desesperada necesidad de control.
Mi corazón latía con fuerza, un torrente de emociones mezclándose en mi interior.
Respiré hondo y asentí, dejándome llevar por el momento. Acaricié suavemente sus manos, tratando de transmitirle tranquilidad.
—Está bien, Nate —dije en voz baja—. Estoy aquí. No voy a ninguna parte.
Sentí cómo su cuerpo se relajaba ligeramente contra el mío, aunque la tensión aún estaba presente.
Seraphina nos observaba, pero no dijo nada, entendiendo la gravedad de la situación. Los murmullos alrededor se fueron apagando poco a poco, aunque todavía podía sentir las miradas curiosas y envidiosas clavadas en nosotros.
Pasaron unos minutos que se sintieron eternos. Nate finalmente aflojó su agarre, pero no me soltó por completo.
Sentí sus labios presionarse contra la piel de mi cuello, el calor y la suavidad de su beso enviando un escalofrío por mi columna.
Luego, lentamente, Nate se separó de mí, sus ojos encontrando los míos una última vez antes de girarse y salir del salón. Lo observé mientras se alejaba, su figura poderosa moviéndose con una mezcla de gracia y fuerza innata. La puerta se cerró tras él, dejando un eco resonante en el lugar.