Capítulo 32

1349 Words
Lena Viernes al fin. Y mi cuerpo lo sabía. El dolor y el cansancio de haber soportado una semana tan agitada me estaban pasando factura. Intenté moverme, pero estaba atrapada entre las sábanas y el brazo pesado de Nate. Su calor me envolvía, un peso reconfortante pero, al mismo tiempo, asfixiante. Después de la reunión en la oficina del profesor Merrik, Nate se había negado a dejarme sola. Volvimos a la casa, él fue a su habitación a recoger algo de ropa y entró a mi cuarto como si fuera dueño y señor. No había pedido permiso, no había preguntado, simplemente se instaló, como si eso fuera lo más natural del mundo. Aunque esa noche fue diferente. Esta vez fue él quien me acurrucó contra su cuerpo, enredando nuestras piernas mientras me abrazaba con fuerza. Sus manos, normalmente tan firmes y seguras, acariciaban mi cabello con una suavidad que me sorprendió. Podía sentir su respiración en mi cuello, cada exhalación un recordatorio de su presencia constante. Lentamente, me dejé llevar por esa sensación, permitiendo que su proximidad disipara mis miedos y me arrullara hasta que me quedé dormida. Ahora, la luz matutina filtrándose por las cortinas me recordaba la realidad. Lo único que quería era ir al baño y rogarle al universo que Nate me dejara ir sola. Me moví ligeramente, intentando liberarme de su agarre sin despertarlo. Sentí cómo su brazo se aferraba más fuerte a mí, un susurro de protesta escapando de sus labios. —Nate... —susurré, esperando no sobresaltarlo. Su respiración se aceleró ligeramente, pero sus ojos seguían cerrados. Acaricié su brazo suavemente, intentando transmitirle que todo estaba bien. —Necesito ir al baño. Él se movió apenas, sus ojos entreabriéndose para mirarme. En ese momento, su expresión era vulnerable, casi infantil, muy diferente al Nate que conocía durante el día. —Está bien —murmuró, su voz ronca por el sueño. Lentamente, soltó su agarre, permitiéndome salir de la cama. Sentí el frío del suelo bajo mis pies, un contraste con el calor que había dejado atrás. Me levanté con cuidado, tratando de no hacer ruido mientras me dirigía al baño. Cada paso me recordaba lo agotada que estaba, mi cuerpo protestando por el esfuerzo. Me apoyé en el lavabo, mirando mi reflejo en el espejo. Mis ojos, aunque cansados, estaban más que decididos a terminar esta semana. A continuar aprendiendo sobre la magia que corría por mis venas y aún se me dificultaba aplicar correctamente. La magia era un río poderoso que fluía dentro de mí, y todavía estaba luchando por navegar sus corrientes. Antes, la usaba para salirme con la mía, para hacer travesuras o... bien... también para robar. Recordé esos días con una mezcla de nostalgia y vergüenza. Había sido joven e imprudente, viendo la magia como una herramienta para mis caprichos. Pero la magia no era solo eso, era tan amplia, tan infinita en sus posibilidades, que ahora reconocía y respetaba su verdadero uso. Me enderecé, sacudiendo la tensión de mis hombros. Me lavé la cara con agua fría, dejando que el frescor despertara mis sentidos. Miré una vez más mi reflejo, viendo no solo a una chica cansada, sino a alguien que estaba creciendo, cambiando. Después de unos minutos, volví a la habitación. Nate estaba sentado en la cama, observándome con una mezcla de preocupación y algo que no pude identificar del todo. Me acerqué, sintiendo una extraña mezcla de aprecio y frustración. —Gracias —dije simplemente, sentándome a su lado. —¿Por qué? —preguntó, su voz más alerta ahora. —Por quedarte conmigo —respondí, aunque una parte de mí quería decirle que también necesitaba espacio para respirar. Pero esa batalla interna podía esperar. Por ahora, solo necesitaba aceptar lo que tenía, un paso a la vez. —Siempre lo haré, Lena —dijo, tomando mi mano y apretándola suavemente. Salimos de la habitación, cada uno yendo a su clase, que, por suerte para ambos, o más bien para mí, eran clases diferentes. Mientras me dirigía a mi lección de Invocación y Conjuración, la voz de Julián me llamó desde un lado. —¡Hey Lena! Siento como si no te hubiera visto en años, y eso que vivimos juntos —dijo, acercándose y depositando un beso en mi mejilla. Miré a mi alrededor con nerviosismo, temiendo encontrar a Nate acechando en las sombras, listo para cortarle los labios a Julián. Él pareció darse cuenta de mi preocupación y soltó una risa ligera. —No te preocupes por Nate, él y los demás están en Control Elemental en medio del bosque —explicó, sacando su teléfono para mostrarme una foto que Marco le había enviado. La imagen los mostraba a todos juntos: Marco y Seraphina en primer plano, abrazados, con Elias sonriendo detrás de ellos. Más atrás, Nate y Ravenna, aparentemente inmersos en una conversación. Él tenía los brazos cruzados sobre el pecho, mientras ella le dirigía una sonrisa que me pareció demasiado cálida. Dolería menos si no los hubiera visto tan cercanos. Era como si una espada se clavara en mi pecho, recordándome la fragilidad de nuestro vínculo y la sombra de la duda que siempre parecía rondar. La punzada de celos me golpeó más fuerte de lo que esperaba. Sabía que Ravenna era una presencia constante y problemática, pero verla tan cerca de Nate, sonriendo como si compartieran algún tipo de broma secreta, me hizo hervir la sangre. —¿Lena? —La voz de Julián me sacó de mis pensamientos. —Estás bien, ¿verdad? Asentí, tratando de recomponerme. —Sí, estoy bien. Es solo... complicado. —Entiendo, —respondió, poniendo una mano en mi hombro. —Sé que Nate puede ser... intenso. Pero también sé que te protegerá, no importa qué. —Lo sé, —murmuré, aunque las dudas seguían acechando en mi mente. ¿Por qué tenía que ser todo tan complicado? Continuamos caminando hacia la clase, el bullicio de los estudiantes a nuestro alrededor creando un murmullo constante. —Oye, pásame tu número de teléfono, así te agregamos al grupo... —dijo Julián mientras tecleaba algo en su móvil. Sonreí tímidamente, agradecida por la amabilidad de Julián pero incómoda por mi falta de teléfono. —Gracias, Julián, pero en realidad... no tengo teléfono, —admití, sintiéndome un poco avergonzada. Julián levantó las cejas en sorpresa. —¡No tienes teléfono! Eso es... inaudito. ¿Cómo te comunicas con la gente? —Bueno, antes de venir aquí... no lo necesitaba, supongo, —expliqué, sintiéndome un poco fuera de lugar. Observé maravillada cómo cerraba los ojos en concentración, como si estuviera creando algo del más allá. Una sensación de asombro y gratitud se apoderó de mí mientras contemplaba el proceso, intentando aprender. De repente, una caja se materializó en sus manos, con la imagen de un teléfono en la parte superior. Mis ojos se abrieron con sorpresa ante el objeto recién creado. Era increíble cómo Julián había conjurado algo tan específico y detallado. —No lo puedo creer... —susurré, sintiéndome abrumada por el espectáculo. —Recuerda que ambos podemos crear. —Julián me ofreció la caja con una sonrisa cálida. —Toma, como regalo de bienvenida, —dijo, señalando la caja. La tomé con cuidado, sintiendo su peso en mis manos. Al abrirla, la vista del reluciente teléfono dentro de ella me dejó sin aliento. Era como si contuviera un tesoro recién descubierto. El diseño era impecable, la pantalla brillaba con intensidad. Aún tenía una sonrisa aún dibujada en mis labios, cuando guardé cuidadosamente el teléfono en mi bolso. Envolví a Julián en un abrazo fuerte, dejando que mis emociones fluyeran libremente. Su amabilidad y preocupación por mí me llenaban de alegría en medio de mis preocupaciones. —Gracias por eso —dije aún aferrada a él. —No hay de que... vamos a clases antes de que tú novio sobreprotector aparezca y me... —hizo un gesto con su dedo pulgar pasándolo por su cuello, —por tenerte en mis brazos... Me reí por su comentario, aún dudando de que Nate realmente llegara a hacer algo como eso...
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