Capítulo 20

1410 Words
Lena Llegué a la casa después de un día desastroso, mi ánimo arrastrándose por el suelo como un animal herido. Lo único que deseaba era bañarme y acostarme, tal vez desaparecer de la Academia después de toda la humillación que había recibido en un solo día. Los errores se habían acumulado, cada uno más vergonzoso que el anterior, y la sensación de fracaso pesaba sobre mis hombros. La casa estaba inusualmente silenciosa, lo cual agradecí enormemente. El bullicio constante de mis compañeros era agotador en los mejores días, pero hoy el silencio era un bálsamo. Me dirigí a mi habitación, más que feliz de saber que tenía un baño personal. Apenas cerré la puerta, comencé a despojarme de toda mi ropa, dejando caer cada prenda al suelo con una mezcla de alivio y desesperación. La profesora me había curado, eliminando cualquier rastro visible de la quemadura en mi brazo, pero la sensación persistía. La piel de mi brazo, aunque intacta, aún sentía el eco del dolor, como un fantasma aferrándose a su último refugio. Abrí la llave de la ducha, permitiendo que el agua caliente comenzara a llenar el pequeño espacio con vapor. Mientras terminaba de quitarme la ropa interior, miré mi reflejo en el espejo. Lo que vi fue una imagen de agotamiento absoluto. Ojeras oscuras enmarcaban mis ojos, y mi piel tenía un tono pálido y cansado. Parecía que había envejecido años en un solo día. El vapor pronto ocupó todo el baño, envolviendo cada rincón con una niebla reconfortante. Me metí bajo la ducha, y el agua caliente comenzó a lavar la frustración del día. Sentí cómo los músculos tensos de mi cuello y hombros se relajaban bajo el chorro constante. Cerré los ojos, dejando que el agua cayera sobre mi rostro, llevándose no solo la suciedad del día, sino también las lágrimas no derramadas, el dolor no expresado. Mientras el agua corría sobre mi cuerpo, traté de dejar ir los pensamientos negativos que me acosaban. Las palabras de burla de los otros estudiantes, los ojos críticos de los profesores, la mirada decepcionada de Nate... Todo se mezclaba en una cacofonía de recuerdos que hacían eco en mi mente. Pero bajo la ducha, esos ecos empezaron a desvanecerse, aunque solo fuera un poco. Me quedé allí, bajo el agua caliente, permitiendo que la corriente constante me calmara, intentando convencerme de que mañana sería un nuevo día, una nueva oportunidad. Pero en el fondo, la duda persistía. ¿Realmente podría hacerlo? Finalmente, cuando el agua comenzó a enfriarse, salí de la ducha. Me envolví en una toalla suave, disfrutando del calor que aún quedaba en mi piel. Me senté en el borde de la cama, mirando por la ventana hacia la oscuridad exterior. La Academia, con todos sus secretos y pruebas, parecía aún más intimidante en la noche. Sentí el colchón hundirse detrás de mí, y mi instinto me llevó a girarme, pero su voz grave me detuvo en seco. Quedé como una estatua, tensa y expectante, mientras Nate se acercaba. Arrodillado sobre mi cama, sus manos descansaron sobre las mías por un segundo antes de deslizarse con una lentitud tortuosa hasta mis hombros. Su tacto era firme pero gentil, y comenzó a masajear mi espalda con movimientos expertos, donde la toalla no llegaba a cubrir. Cerré los ojos y me permití sentir sus manos trabajando en los nudos de mis músculos, dejando que todas mis preocupaciones se desvanecieran bajo su tacto reconfortante. Cada roce era como un tranquilizante para mi alma cansada, y me encontré relajándome bajo su cuidado. Por un momento, todo lo demás desapareció. Las tensiones del día, las dudas sobre mi futuro, incluso la constante sensación de inseguridad que me había acompañado desde que llegué a la Academia... Todo se desvaneció ante la cercanía de Nate. Bajó su cabeza hasta mi cuello, y sentí el roce suave y cálido de su aliento en mi piel, enviando escalofríos por todo mi cuerpo. Estaba tan cerca que podía sentir el calor de su cuerpo irradiando hacia el mío, creando una sensación intoxicante de cercanía. En lugar de besarme de inmediato, pasó su nariz por mi cuello, inhalando profundamente mi aroma. El contacto hizo que me estremeciera, y sentí cómo mi piel se erizaba bajo su suave caricia. Sus movimientos eran delicados pero decididos, como si estuviera explorando cada centímetro de mí, absorbiendo cada detalle de mi ser. La intensidad de la situación me dejó sin aliento, y por un momento, me encontré completamente hipnotizada por su presencia. Era como si el mundo entero se hubiera detenido, dejándonos a nosotros dos solos en nuestra pequeña burbuja de intimidad. Una parte de mí quería retroceder, recordándome a mí misma que él era Nate, alguien con quien había compartido tantas miradas hostiles y desacuerdos. Pero otra parte de mí, una que había estado callada durante demasiado tiempo, anhelaba su cercanía, su calor, su presencia reconfortante. —Dime que quieres que te bese... —susurró a centímetros de mi nuca, su aliento cálido enviando escalofríos por mi espalda, mientras su frente se apoyaba suavemente en mi cabeza —dime que soy yo a quien quieres... Mis pensamientos se agolparon en mi mente, una tormenta de dudas y deseos luchando por el control. ¿Debería dejarme llevar por esta intensa conexión que compartíamos, o resistirme a lo que podía ser solo un impulso momentáneo? —Nate... —exhalé, dejando escapar todas las cosas negativas que habían estado atormentándome, permitiendo que se disiparan con ese simple acto de liberación. Cuando me di la vuelta para enfrentarlo, me encontré con su mirada suplicante, esperando una respuesta que yo misma apenas entendía. Levanté una mano y la coloqué con ternura en su mejilla, sintiendo la calidez de su piel bajo mis dedos. En un intento por encontrar claridad en medio de la confusión, traté de usar el poder de un Arcano para confirmar que esto no era una ilusión. —Esto es real, coloqué una burbuja de anti magia a nuestro alrededor... —dijo, anticipando mis intenciones y confirmando mis sospechas. —¿Tú quieres besarme? —le pregunté, buscando sus ojos con los míos, tratando de encontrar la verdad en su mirada. —Lo he querido hacer desde que te vi en el patio la noche de la cacería —respondió, sus manos encontrando su lugar natural en mi cintura, como si estuvieran destinadas a estar allí desde el principio. Una oleada de calor recorrió mi cuerpo ante sus palabras, y su cercanía se volvió casi abrumadora. Respiré profundamente, dejándome llevar por el momento, por la intensidad de lo que estábamos compartiendo. —Entonces... Nate, bésame —le dije, mis labios apenas rozando los suyos, anticipando el contacto que estaba por venir. Y así lo hizo, con un hambre voraz que coincidía con la mía, nuestros labios encontrándose en un beso que trascendía las palabras, expresando todo lo que no podíamos decir con ellas. En ese instante, no éramos dos personas separadas por diferencias y conflictos, sino dos almas que se encontraban en un momento de pura conexión y pasión. Cada toque era una promesa de lo que podía ser si nos dejábamos llevar por el deseo que nos consumía. Me aferré a él como si fuera mi ancla en un mar de incertidumbre, dejando que su calor me envolviera por completo. En ese momento, no había lugar para el pasado o el futuro, solo existía el presente, y en él estábamos nosotros dos, unidos por un lazo que parecía imposible de romper. Sus manos recorrieron mi cuerpo con una delicadeza que me hizo temblar, explorando cada parte de mí como si quisiera memorizarla para siempre. Y yo me dejé llevar, entregándome por completo a la pasión que nos consumía, sin pensar en lo que vendría después. Se apartó un poco de mí, y en su mirada ardía un fuego distinto al que había visto esta mañana. Sus ojos se posaron en mis labios, y sin poder evitarlo, mordí suavemente mi labio inferior. —Eres... —susurró, mientras una de sus manos se deslizaba hacia el cabello que caía sobre mi rostro, apartándolo con delicadeza detrás de mi oreja, —no puedo soportar ver las manos de otro hombre sobre ti... Mis ojos se abrieron de par en par ante sus palabras. ¿Estaba hablando de Elías? ¿Todo esto por celos? —¿Has venido a mi habitación, me has besado... todo por celos? —pregunté, mi incredulidad resonando en mi voz.
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