001.
-Voy a llegar tarde, Dios no, voy tarde. -Un lamento sale de mis labios cuando veo el reloj avanzar más de lo que me gustaría. Apenas eran las 6:30 cuando había salido de la cama corriendo, hoy tenía una entrevista de trabajo. Necesito este trabajo, la renta vencería en el mes siguiente y no me había ido muy bien económicamente. La entrevista sería a las 7:00 en punto de la mañana, la voz de la entrevistadora era recta y fría. Por lo que no tomaría mi retraso como algo que pasa algo que le pasa a cualquiera, no.
Fue un milagro que tomará tiempo para mí. Sin embargo, estoy intimidada de los pies a la cabeza, eso fue solamente por hablar unos pocos momentos con ella a través del teléfono. Había sido clara "Miles matarían por conseguir tan solo 5 minutos conmigo, no me hagas perder el tiempo." Podría soportarlo, la paga era buena y me serviría bastante. Salgo de mis pensamientos inmediatamente chocó contra un cuerpo, no he podido comer apropiadamente y me siento bastante débil al respecto. Maldita gripe. -Maldice mi consciencia. -
Me doy cuenta de que estoy en el suelo, manchada de café con leche en mi mejor camisa blanca. La persona delante mío me grita, por no mirar hacia donde iba. Quiero llorar por la frustración que siento ahora. Solo puedo ofrecerle dinero por el café. Y bueno, yo me las arreglaría para cubrir la mancha enorme de café de mi camisa.
Me duelen los pies por los tacones, me matan. Son necesarios para la entrevista. "Dominic Empires" Era una empresa bastante conocida, tan reconocida que ni siquiera había escuchado de ella hasta el día que buscaba empleo.
Tuve la suerte de que casualmente me encontraba tomando un paseo para liberarme del tormento donde me encuentro, ahí conocí a Vanessa. Una mujer completamente elegante desde sus pies, hasta el último pelo de su cabellera pelirroja. Fue totalmente una casualidad encontrarla en un parque con un pequeño perro, uno bastante blanco, esponjoso y juguetón, el cual se había escapado y llego corriendo hacia mí. Ella se mostró bastante agradecida por atraparlo, no tardo dos segundos en escanearme con la mirada para saber que necesitaba un empleo.
Me dio una tarjeta y me dijo que llamara ahí por si necesitaba un empleo, casualmente también buscaban empleados. Entonces me contacté con Gloria Coleman, la secretaria ejecutiva y encargada de hablar con los futuros empleados. Lo demás es historia. Por eso ahora nada más entrar a la gran empresa cubierta de vidrio desde el principio hasta el final estaba completamente asombrada con tanto lujo. Ni bien pasé por aquella gran puerta cubierta de vidrio, recibí miradas de completo desagrado. Es decir, elegantes hombres y mujeres pasaban delante mío, aquella elegancia era digna de una pasarela de modas.
Mientras tanto yo portaba una mancha de café en lo que podía llamar era mi "mejor camisa", sentí una punzada en mi estómago. Pero era algo que podía manejar, tan solo necesitaba el empleo.
Estaba completamente extraviada en este gran lugar. Tarde exactamente unos 10 minutos para encontrar a alguien que me indicara donde podría verme con la señorita Gloria Coleman. Luego de pasar por un cuestionario-más bien un interrogatorio. - ya que no estaba agendada para una cita con ella, puesto que aquella chica Vanessa solo me dio su número. Aparentemente no me agendo para la entrevista, tuve suerte de convencer a los de seguridad que, para eso, estaba aquí. Ahora no había llegado 5 minutos tarde, sino que 20 minutos de retraso, estaba acabada. Seguramente aquella mujer estaría enojada y me echaría nada más verme.
Sentía mis piernas temblar cuando caminaba por el solitario pasillo, gracias a los espejos podía ver toda la gran ciudad. Pero ni siquiera eso era capaz de hacerme calmar. Toqué a la puerta tan suave como pude, queriendo manejar a mi mano, la cual temblaba sin control. Juraba que estaba sudando frio. Hice ejercicios de respiración unas cuantas veces. Iba a tocar nuevamente, realmente iba a hacerlo. Pero justamente cuando mis nudillos iban a tocar, una voz proveniente de adentro se escuchó con un frío "Adelante."
-Estas tan jodida. - Hablo mi conciencia, escapando y dejándome sola en esto. Claro, muy cobarde. Desconozco la cantidad de veces que me repetía que me calmara. Con duda tome el pomo de la elegante puerta de fuerte mármol, el aire frío golpeó mi cara y casi de inmediato envolvió mi cuerpo. Sacándome uno que otro escalofrío. La oficina estaba amueblada con colores monocromáticos, todo estaba en perfecto estado. Cuadros de pinturas que claramente no entendía, realmente ningún color destacaba más que el blanco y n***o. Delante mío a unos metros que parecían hacerse muy, realmente muy cortos se encontraba una mujer tecleando con impecable profesionalidad, sin mirar hacia otro lado. Solamente hacia la pantalla. Me anime a hablar tan siquiera, el sonido fuerte de las teclas podría volverme loca ahora mismo.
-Hola soy...-
-Rebecca Park, sé muy bien quién eres. Llegas 20 minutos tarde y eso deja mucho a desear de ti. -Hablo sin siquiera mirarme. Estaba estupefacta al respecto. -Dime, ¿Planeabas venir aquí, a mi oficina buscando trabajo con esa mancha de café portando tan desmesurado tamaño plasmado en tu camisa? -Iba a responder, pero solo pude abrir y cerrar la boca, justo como lo haría un pez. -Aún me parece increíble que te dejaran pasar luciendo así.-Finalmente retiro su mirada de la pantalla. Me pareció ser escaneada por su mirada. No mostraba ninguna emoción.
-Yo....Me he perdido y no podía encontrar su oficina señorita-Nuevamente me había cortado. Con un frío "silencio". Mi labio tembló, pero ella tenía razón. ¿Qué podría hacer yo en un lugar como este? No estaba al nivel y jamás lo estaría.
-No me hagas perder el tiempo y retírate inmediatamente. -Esta vez sí me miraba. Sus ojos parecían tan llenos de enojo, pero era ira contenida.
-Sí señorita...-Murmure a penas. Saliendo rápidamente de allí, ¿Por qué estas cosas tenían que pasarme a mí?, en menos de un mes estaría en las calles, sino pagaba la renta. Decir que tenía miedo del futuro ahora mismo me tenía mal. Me sentía tan patética, inútil. Tenía ganas de llorar ahora mismo, de derrumbarme y gritar. La vida estaba siendo tan injusta.
Mis pies me dirigieron hacia un ascensor, igual que cuando llegué el pasillo estaba desierto sin nadie. Hay muchas personas aquí, sin embargo, por estos lugares no había nadie. Necesitaba este empleo con desespero, pero pareciera que el puesto de recepcionista era demasiado para mí.
Regresé a la realidad cuando ya estaba dentro del ascensor. Marque el piso uno con dedos temblorosos, aun me encontraba temblando ante la actitud de aquella mujer. No la culpaba de que estuviera enojada, fui irresponsable. Aunque no fuera mi culpa, lo había echado a perder todo en tan poco tiempo.
Y mientras me perdía en mis pensamientos, dejé que las lágrimas salieran por fin de mis ojos. Necesitaba desahogarme, este no era el mejor lugar, pero por lo menos me serviría como excusa, levantarme y seguir buscando. Me abracé a mí misma, mientras mi conciencia me regañaba por lo que había hecho momentos antes. El ascensor se detuvo por unos momentos y alguien parecía entrar, no mire quien era y solo veía sus zapatos. Unos con apariencia lo bastante cara, de marca y de color n***o. No dije nada, solo había silencio. Estos pisos parecían no acabar nunca, la oficina de Gloria estaba en el piso 69 y yo iba para el piso 1.
- ¿Estás bien? -Escuche una voz masculina. Claro, la persona que estaba conmigo era la única que podría haber preguntado eso. -A menos que estés enloqueciendo. -Se burló mi conciencia portando una burlona risa.
-Si yo...lo siento no estoy bien, arruine mi entrevista y posiblemente en menos de lo que piense estaré durmiendo en las calles. -Mi pecho se encogió, y las ganas de llorar volvieron junto al picor de mis ojos, nuevamente volví a sentir mi labio temblar.
-Lamento escuchar eso. -Respondió el hombre al lado mío. -Las cosas suelen suceder por algo, no controlamos el destino. Solo podemos seguir avanzando. -Sus palabras lograron consolarme tan solo un poco, pero no por completo, no lo estaba mirando, no sabía qué clase expresión tenía.
-Gracias...necesito palabras de aliento ahora. -Finalmente levanté la cabeza, encarando al hombre que estaba aquí. Y debía decir que me quede sin habla, cabello tan n***o como la noche, ojos azules como el cielo y tan alto que, de no ser por los tacones que tenía puesto seguramente ahora mismo no hubiese podido mirarlo bien. Él por el contrario no hizo gesto alguno, pero al igual que con la señorita Gloria Coleman, me sentí escaneada de pies a cabeza.
-
Debía decir algo, lo que sea. No podía seguir mirándolo tan fijamente, mis mejillas ardieron una vez volví en sí. -Di algo, lo que sea. -Me gritó mi conciencia.
- ¿Por qué...por qué nadie más toma este ascensor? -Pregunte en un murmuro. Este hombre solo volvió a mirarme de manera fija, se recostó tantito en la pared forrada de espejos del ascensor antes de contestar. –
-Solo el jefe puede tomar el elevador. Es privado. -Hablo directo, el pánico parecido envolverme nuevamente. –
- ¿E-es del jefe de este lugar? -Vi diversión en sus ojos, por más que su rostro no había ningún gesto que mostrara que mi teoría fuera cierta. -Dios mío, podríamos meternos en problemas y no me apetece volver a tenerlos. -Contrario a él, yo estaba siendo presa del pánico. No quería volver a toparme con Gloria, no lo soportaría.
-Correcto. -Respondió con bastante calma. -Estaríamos en problemas de no ser porque yo, soy el jefe. -Lo miré girando la cabeza tan rápida como pude. No quería creer aquello.
No podía ser cierto, Dominic Spencer era un hombre que se abrió por sí solo en el mundo de los negocios, personas con estatus sociales bastante altos solían describirlo como el rey del hielo. Algunos como alguien sin ningún signo de cordura. Otros, como un hombre de mucho dinero como cualquier otro. Eso, era lo que me había dicho Vanessa aquella vez en el parque. Sumado a la curiosidad que sentí con respecto al tema.
-No puede ser posible…-Murmuró no queriendo creer aquello que salió de los labios del hombre frente mío. Su sonrisa lentamente se borra ante mi expresión, lentamente suelta mi mano. La cual momentos antes estaba en sus labios haciéndome estremecer de una extraña manera. -
- ¿Por qué mentiría con algo como eso? -Pregunta con su peligrosamente baja. Vuelve a mirarme tan fijamente que me hace sentir intimidada. El cuerpo me dice algo, pero no sé exactamente qué es. Lo único que sé es que son peligrosos.
-Por eso nadie más ha subido aquí. No está mintiendo, él es jefe de todo esto. -Me grita mi conciencia, bajo la mirada, no puedo mirarlo a los ojos. No de nuevo.
-Lo siento tanto, no sabía que este era su elevador. -lamento en voz baja, sé que él puede escucharlo ya que somos los únicos estando en este espacio tan reducido. Le escucho soltar un resonante suspiro.
-No eres de aquí, puedo verlo claramente. Tu ropa manchada con café, tu cabello vuelto un completo desastre, sin mencionar tu rostro empapado de lágrimas. –Dolía, cada palabra tras otra sobre mi aspecto dolía. No fue culpa mía que esta clase de sucesos me pasaran, por más que quisiera no pude evitarlo. –Dime, ¿Qué estabas haciendo aquí exactamente? -Pregunta de manera que no sé cómo describir su voz, parecía estar interesada y como no, él es el jefe. Tiene que saberlo todo.
-Me…me estaba presentando para el puesto de recepcionista. -Volví a abrazarme, miré con desesperación el indicador electrónico de pisos, parecía ir cada segundo más lento. No tenía sentido ya que solo una persona lo usaba diariamente, entonces ¿Por qué parecía ir tan lento cada vez más? Mordí con fuerza mi labio, quería salir lo antes posible de aquí. No encajaría y lo supe desde el momento que entré por aquella gran puerta.
- ¿Y pensaste que lograrías entrar solo así?, debiste dar media vuelta desde el primer momento. -Tienes tanta razón. Apoyo mi conciencia. -Gloria me hablo de ti, te descalifico desde el segundo uno de tu llegada tarde. -Acabando aquella frase soltó una risa breve pero lo bastante burlona. ¿Por qué si sabía quién era me preguntaba qué sucedía?, al principio me pareció tan amable. Pero ahora era tan hiriente y desagradable. Por mi parte me torturaba con aquel desagradable recuerdo que no se iría en semanas.
-Yo…lo sé…pero lo necesitaba tanto. -Mi tono de voz era tembloroso, me costaba respirar cada vez. -Me desalojaran si yo…-No pude acabar. No podía, no tenía fuerzas ya
-Ya veo…Me bajo aquí. Espero puedas solucionar todo. –Solo asentí con la cabeza, no tenía ganas de hablar ahora mismo. Llegaría a mi casa solamente para echarme a llorar y olvidar que este día sucedió. -Espero que la próxima vez que nos veamos, estés en condiciones más presentables. -Aquel tono de voz fue lo bastante claro para hacerme sentir desagradable. No respondí, ya que me encontraba sumida en mi propio mundo. Escuche cómo el señor Spencer soltaba lo que juraría era un gruñido.
Y antes de darme cuenta estaba acorralada contra su brazo izquierdo el cual estaba sobre mi cabeza, su mano derecha me sujetaba la mandíbula. Me hizo mirarlo, y temblé de pies a cabeza, sus ojos parecían devorarme enseguida. Estaba tan cerca que podía sentir su respirar chocar contra mi rostro.
-Debes responder inmediatamente yo te hable. -Murmuró, parpadeó sin entender. Mi corazón golpeaba con fuerza contra mi pecho, las palabras no salían de mi boca. Apretó su agarre a mi mandíbula sacándome un gemido de dolor. -Estoy esperando, Rebecca. - Entonces ahí el pánico se apoderó por completo de mí. Escuchar mi nombre salir de sus labios logró hacerme temblar.
-Si…sí señor. -Su rostro portó una lenta sonrisa, llena de superioridad. Y yo no podía sentirme inferior ante él. Lentamente me fue soltando, parecía que no quería hacerlo, pero yo añoraba que lo hiciera.
-Buena chica. -Finalmente me soltó, sin dejar de mirarme paro el elevador en el piso donde había dicho que lo haría, no sabía si aquello era cierto. Pero era su empresa, después de todo. Se quedaría en cualquier lugar que le diera la gana.
(…)
Salir de aquel lugar hizo que la sensación de libertad me rodeara, pero al mismo tiempo tenía un sentimiento de peligro, era un desagradable sentimiento que hace tiempo no había tenido la suerte de sentir. Pero ahora había vuelto. Mire el edificio por última vez. Sin dejar de regañarme, quizás aquella chica del parque sabía que esto sucedería y por eso me mandó ahí, quizás quería reírse de mí.
Camine tan rápido como mis piernas me permitieron, en lo que único que podía pensar es que mi cama sería un lugar seguro donde yo podría refugiarme a llorar. -No llores, no llores. - Me decía mi conciencia. – Hazlo cuando estemos en casa. - Nuevamente hice un ejercicio de respiraciones, recordando lo que solía decirme “Las personas fuertes no lloran, pero aquellas que son aún más fuertes lo hacen. No acumules tus sentimientos. Puede hacerte más daño de lo que imaginas.”
El camino a casa no me había parecido tan largo, pero luego de todo había podido llegar en un apartamento lo bastante pequeño, pero siendo suficiente para mi sola. Con una habitación, baño y una sala que al mismo tiempo era cocina. Las condiciones en las que lo encontré eran bastante deplorables. Con el paso de los años me había encargado de hacerlo lucir bien, pese a todo tenía una vista de los más espectacular. Observar la ciudad en las noches, sin duda era de lo mejor.
Me deshice de mis ropas, y tomando mi camisa blanca la observé con atención. Tendría que hacer un esfuerzo para sacar aquella mancha de café. Mientras tanto tenía que buscar más ofertas de empleo. Con pasos calmados fui al baño, me quité los últimos rastros de ropa, y entré en la ducha. El agua impactó contra mi cara, era cálida justamente lo que necesitaba en estos momentos. Lleve mis manos a mi rostro distribuyendo el agua por todos lados hasta mojar mi cabello. Tomaba bocanadas de aire, al tiempo que me convencía de que todo iba a mejorar, debía ser positiva. Y ser rápida con todo lo que acontece en mi vida.
Como el agua caía sobre mí, todo permanecía a oscuras, al menos eso era lo que pensaba, hasta que unos ojos tan azules como el mismo cielo llegaron como un impacto de choque. Me observaban, no importa donde me encontrara ahí estaban, un olor bastante masculino también me recorrió, era el mismo aroma que había tenido la mala suerte de oler, mis manos bajaron hacia mi estómago, recorrieron mi pecho, hombros, hasta hacer una parada en mi cuello. Entonces la imagen de aquel hombre llegó de sorpresa. No era un hombre común y corriente, era Dominic Spencer. Su sonrisa se quedó plasmada en mi mente, esa estúpida sonrisa de superioridad. Junto a su mirada cargada de prepotencia.
- ¿Qué estás pensando Rebecca? ¡Es un hombre muy desagradable! - Me gritó mi conciencia. Era la persona más grosera que había conocido nunca, bueno él y la señorita Gloria Coleman. No quería generalizar, pero me atrevía a decir que todos en aquel lugar podrían tener la misma personalidad. Y claro, Dominic Spencer tenía un complejo de superioridad. Al ser el jefe, seguramente no habría un pero que valga.
-Quizá solo estoy un poco traumada con todo lo que ha sucedido hoy. -Me dije esperando que realmente sea así. Termine de ducharme y tome una toalla para salir de prisa del baño. No sin antes ponerme una en la cabeza, aun goteaba mucho, fuera del baño pase por la sala de estar, tomando el periódico de hoy junto a este tome un crayón rojo. Buscando ofertas de trabajo, con mi crayón marque uno de tiempo completo como camarera. La paga era bastante aceptable por tiempo completo, no es que fuera lo más extraordinario del mundo, pero me quedaba bastante cerca de casa. Así que si me esforzaba y reunía lo suficiente podía pagar el mes de renta y evitar ser desalojada.
Hubiera seguido con mi ferviente búsqueda, pero mi estómago hizo acto de presencia. No había comido nada aparte de un simple café con leche, y algo que decía que no aceptaría solamente eso.
(…)
Los siguientes dos meses fueron bastante agotadores, pero todo era por una buena razón. El trabajo era simple, llevar y traer cosas. Con suerte no se me caerían los platos de los clientes como había hecho una de mis compañeras la cual conocía desde que me había mudado aquí, no fue su culpa que unos niños estuvieran jugando en pleno lugar sin ninguna supervisión de sus padres, lograron hacerla tropezar y todo cayó en el piso en un verdadero desastre, rápidamente la ayude a limpiar sin que mi jefe se diera cuenta de tal desastre, pero no fuimos lo suficientemente rápidas debido a que había vidrios. Al final fuimos regañadas, ambas. Desde entonces, Anne, iba conmigo de vuelta a casa, íbamos juntas para el súper de la vuelta de la esquina. La invitaba siempre a mi hogar a hacer pijamada como la ultima vez estaba en mi departamento y observamos la vista tan hermosa de toda la ciudad iluminada a las 11:00PM, me gusto que le impresionara la vista. La noche había acabado con nosotras contando historias hasta quedarnos dormidas. Agradeciendo que era fin de semana y podríamos descansar al menos un poco.
Pero hoy lunes, me desperté con la desagradable preocupación en el pecho. No tenía explicación a eso, pero así era. Ir al trabajo no lo hizo mejorar, tenía la sensación de que me estaban observando, sin embargo, al voltear no había absolutamente nadie. –Quizás ya enloqueciste. - me decía mi conciencia. Esperaba que fuera cierto. De lo contrario, tendría un colapso nervioso.
-Rebecca, ¿estás bien? Hoy estás más pálida. -Me dijo con evidente preocupación Anne.
-Estoy bien, solo creo que estoy alucinando por cosas que no tienen sentido. -Claro que lo tiene, te sientes observado y puede ser que no te estés volviendo loca. - hablo mi conciencia, a lo que sacudí mi cabeza ligeramente. -Sí, estoy completamente bien. -Mentí, no quería preocuparla para nada. –
-Bueno… Pero si sabes que puedes contar conmigo para cualquier cosa. ¿Está bien? -Me dio una sonrisa gentil, asentí con la cabeza. Volvimos al trabajo, tan cansado y laborioso. Esta vez me tocó cerrar. Anne dijo que prefería esperar, pero sabía que ella esta noche tenía que recibir a sus padres luego de meses sin verlos. Así que le insistí para que fuera, yo iría inmediatamente acabara de limpiar. Limpie el sudor que caía por mi frente, una sonrisa se dibujó en mi rostro orgullosa de mi trabajo. Solo hacía falta que cerrará y podría ir a descansar en mi cómoda cama.
Como siempre cada que me tocaba cerrar, debía ir por la puerta trasera, dejar la basura en su lugar e irme. No era que quisiera salir por ahí, pero era la regla del lugar.
-Será mejor que me apresure antes de que sea más tarde. -Murmure para mí misma, me apresure a tomar la basura e ir por la puerta trasera. Dejé la bolsa en su lugar, y cerré con la llave. Entrecerré los ojos y vi el camino a caminar para así llegar a la iluminada calle. Me pareció escuchar un ruido y eso fue suficiente para empezar a caminar, pero el ruido se hizo más fuerte logrando que caminara más rápido y en cuestión de poco que corriera. El final del callejón estaba tan cerca, solo unos metros más y estaría segura, en mi casa, a salvo de todo el peligro.
-Si dices una sola palabra, juro que te la haré pasar mal. -Mi boca fue cubierta por completo por una mano, mientras sentía una gran presión en la zona de la cintura, y una voz estaba tan cerca. Que hizo que todos los vellos de mi cuerpo se erizaran por el terror latente en mí. -Escucha perra inútil. Quiero absolutamente todo lo que tienes en tu bolso. -Demandó la voz y mi cuerpo temblaba de miedo, traté de hablar, pero no podía. - ¡¿No me has escuchado?! ¡Quiero todo lo que hay en el maldito bolso! –grito haciendo presión en mi estómago con su brazo mientras me llevaba más hacia la oscuridad, mi corazón latía envuelto en el pánico, me esforcé para hablar a través de su mano indicando que le daría el bolso.
Parece que me entendió y me soltó, azotándome contra la pared de duro y frío concreto de mi lugar de trabajo. Jadee de dolor cayendo al piso, tratando de pegarme más a la pared, el hombre el cual se mantenía enmascarado buscaba de manera frenética en mi bolso. Hablando y gruñendo para sí mismo una y otra vez.
- ¡A quien no hay nada de valor! -Grito haciéndome estremecer de miedo, el pánico no me dejaba hablar y las lágrimas salían de mis ojos, se acercó a zancadas hacia mí, gritando cosas insultantes para mi persona. Yo estaba tan paralizada por el miedo, sorprendida y llorosa. Al darme cuenta él me sujetaba del cuello, apretando fuertemente. El aire se volvió escaso, solo podía ver los ojos del asaltante, inyectados en furia. No veía su rostro, pero sus perturbadores ojos resaltan por el pasamontañas que traía en la cabeza. Lentamente fui perdiendo el conocimiento, todo a mi alrededor se estaba volviendo borroso. Me estaba desvaneciendo. No quería acabar así, no de esta manera.
Cuando estaba por quedar inconsciente, unas luces cegadoras nos iluminaron, ¿era un coche?, es lo que parecía, caí con fuerza al suelo cuando el asaltante dejó de ahogarme, tosí de manera violenta, buscando desesperada el aire. Mi asaltante era sujetado por alguien más, con lo que podía escuchar era los golpes en seco que recibía, el cómo se quejaba. Por mi parte me sostenía del cuello con mis propias manos. En un esfuerzo de protegerme, al momento de ya no escuchar quejidos y golpes la figura que me rescató de mi asaltante se paró delante mío. Pero estaba muy nerviosa para decir nada, solo podía llorar. No quería que fuera alguien peor.
Contrario a lo que pensé aquella persona me abrazo, me abrazo muy fuerte. Sentía como una de sus manos acariciaba mi espalda en suaves movimientos y como con la otra se mantenía en mi nuca. Me atrajo a su cuello, para estar más cómoda. No sé qué sentir ahora mismo. Pero el sentimiento de alivio me invadió.
-Estoy aquí, nadie puede hacerte daño ahora. -Finalmente habló. Y yo sería capaz de reconocer aquella voz donde fuera. Esos ojos azules llegaron a mi mente.
-Do…Dominic. -