El final del comienzo
Actualidad
Rabat, Marruecos
Fatma
A veces para cerrar ciclos más allá de dar vuelta a la página, es bueno cambiar aires, buscar un nuevo desafió, comenzar en otro sitio, pese al miedo que nos envuelve, porque la realidad es que nos cuesta dejar atrás el pasado, nos duele saber que fallamos, que aquellos castillos que construimos con tanto entusiasmo se quedarán en un sueño, en una ilusión guardada en un rincón de nuestra memoria, entonces es más sencillo alejarse de lo que conociste, aunque no estés listo para dejarlo ir. No somos masoquistas, ni nos gusta sufrir, pero es un paso muy grande levantarnos y continuar, pese a lo que nos consume por dentro. Sin embargo, la mejor medicina es darle la bienvenida a los nuevos comienzos, sobre todo debes entender que es la única manera de curar tus heridas, porque no es bueno estancarte en el pasado, más bien los inicios traen vientos de esperanza y sanación.
Esas frases suenan a persona derrotada y perdedora, pero es sensatez, madurez hasta dignidad, no puedes ir siempre contra la corriente, a veces es bueno dar un paso al costado para no seguir sufriendo, salir por la puerta grande, aunque tengas que tragarte miles de palabras que solo aumentarían tu dolor, ¿Por qué seguir insistiendo en lo que no puede ser? ¿Cuál es el caso? Es inútil, lo mejor es dejarlo ir, e intentar rescatar lo bueno, si es que existe manera de hacerlo. A esta altura todavía esa sensación de impotencia mezclada con alivio es extraña, no sé ni siquiera si esté bien lo que hago, pero no hay marcha atrás para cambiar mi decisión.
Volví al mismo lugar donde llegué confundida, nerviosa y con muchas expectativas. En ese momento miraba los rostros de cada persona a mi paso como buscando una señal que me dijera que hacía bien en aceptar la propuesta de mi padre, aunque no había manera de volver a subirme al avión, ya había dado mi palabra y tocaba enfrentar lo que viniera, como consecuencia estaba recorriendo los pasillos del aeropuerto sintiéndome más perdida que nunca o eso pensaba en esa época que regresé a mi natal Marruecos. Los nervios no podía ocultarlos, me mordía los labios, mis latidos aumentaban cada segundo esperando encontrarme con el motivo de viaje y la incertidumbre me acogía bajo su manta.
En fin, me parece una ironía mirar la pantalla con los vuelos a Londres, escuchar las voces de los pasajeros a mi paso, los empleados llamando por el alto parlante mientras arrastro mi valija para registrarme en la compañía aérea. Avanzo por la fila, Hakim, mi hermano, camina a mi lado, su figura alta y robusta proyectando una sombra de protección, aunque su tono inquisidor me atraviesa con la precisión de siempre.
–Fatma, ¿estás bien? ¿Por qué tan callada? –pregunta, su voz cargada de dudas. Me lanza una mirada inquisidora y acompaña su gesto con una mueca de preocupación, pero es normal su cuestionamiento después de lo que viví.
–Lo estaré con el tiempo. Solo necesito olvidar, dejar atrás este año espantoso y buscar un proyecto nuevo. Quizás poner mi oficina y conseguir un socio que apoye mis ideas modernistas, como le dices a mis diseños, porque contigo estoy atrapada en otra época de la arquitectura –rebato, esbozando una sonrisa forzada que apenas disimula el dolor en mi pecho. Aunque es una opción sensata para entretenerme. Hakim me devuelve una mirada de reproche que ya me es tan familiar.
–No seas tan dura conmigo. Tus ideas son buenas, pero los planos deben ser funcionales y menos costosos. De lo contrario, me llevarás a la bancarrota. Por eso te sugiero que reconsideres quedarte con el único hombre que confiaba en tus habilidades; aún estás a tiempo de dar la vuelta– espeta, su voz teñida de sarcasmo. Frunzo el ceño y mis ojos se entrecierran en respuesta.
–Es imposible y lo sabes. ¿Quieres que te recuerde las veces que me repudió? –respondo, mi voz cargada de amargura, mientras niego con la cabeza, tratando de mantener la compostura ante su sugerencia.
–No es necesario que te pongas a la defensiva. Solo pensé... en nada. Cada uno tomó su decisión y tal vez sea lo mejor. Avanza en la fila, por favor– dice con rostro serio, su tono más conciliador, aunque firme. Tuerzo la boca y doy unos pasos hacia el mostrador, entregando mi pasaporte a la mujer de la aerolínea, quien me muestra una sonrisa afable y profesional.
Mi hermano todavía le cuesta aceptar mi decisión, pero para mí fue un acto de dignidad, no hay que seguir estacando en una relación que me dolía. De todas formas, lo que necesito es subir al avión, poner distancia entre él y yo. Así la impaciencia me consume mientras la mujer de la aerolínea revisa en su pantalla, y no puedo evitar mover mis dedos nerviosamente y morderme el labio inferior. Hakim, siempre atento, rompe el silencio de nuevo.
–Fatma, tu celular está sonando. Responde, puede ser importante– señala Hakim. Obligada, reviso mi bolso con rapidez. Observo la pantalla, mi mirada recelosa mientras decido si contestar o no. Pero el cariño que le guardo a Esned pesa más, y mi curiosidad finalmente me vence. Respondo la llamada.
–Hola, Esned. No hacía falta que me llamaras; ya nos dijimos todo ayer, pero te lo agradezco. ¡Cuídate...! –comienzo, mi voz temblando ligeramente, una mezcla de rabia y dolor filtrándose en mis palabras. Sin embargo, su voz, cargada de sollozos y desesperación, me corta en seco.
–Hija, no puedes irte. Debes volver de inmediato– su voz suena llena de urgencia y desesperación, y siento cómo mi corazón se oprime con cada palabra.
–Esned, ya tu hijo y yo tomamos una decisión. No hay manera de salvar la relación. Nos divorciamos, firmé los papeles, estuviste presente en la reunión con los abogados– replico, tratando de mantener mi voz firme, aunque la inquietud se filtra en cada sílaba. Sus sollozos se intensifican al otro lado de la línea, haciéndome temblar.
–Fatma, no puedes dejar Marruecos. Mehmet tuvo un accidente en el auto. Está en el quirófano y necesito que estés a mi lado. No puedes abandonarme ahora; todavía eres su esposa y debes estar aquí. ¿Vas a venir al hospital? –revela Esned, su voz convertida en una súplica desesperada que me deja con el corazón en un puño. Trago saliva, tratando de asimilar la noticia mientras el mundo parece detenerse a mi alrededor. De pronto la voz de la mujer de mostrando desvía mi atención.
–Señora Yavuz, ¿solo esta valija documentará? –pregunta la mujer de la aerolínea, su voz penetrando mi aturdimiento. No puedo ni reaccionar ante su pregunta. Mis pensamientos están enredados en la urgencia de Esned y el estado crítico de Mehmet, mi exesposo. La confusión, el miedo y la duda me abruman, y por un momento, me siento completamente perdida en el bullicio del aeropuerto, atrapada entre dos mundos sin saber qué decisión tomar.