CAPÍTULO 6

1031 Words
POV LUCA ―Solo debes saber que cualquier elección que hagas, no cambiará tu lugar en esta familia. Eres mi heredero, Luca, y acabo de arreglar un matrimonio para mi hija que solidificará tu lugar y tu seguridad, tanto como pueda. Creo que eso debería mostrar lo serio que soy acerca de esto. ―Así es. ―Termino el champán y dejo la copa en una bandeja que pasa, tomando otra―. Y soy muy consciente de ello. Aprecio todo lo que me has dado. ―Pero… ―Vitale levanta un dedo―. Si llega el día en que Aurora Lombardi es amenazada, o peor aún, secuestrada, y no deseas cumplir con tu parte del trato… ―Entonces se gira para mirarme, su rostro muy serio―. Entonces estará en mis manos decidir qué hacer, mientras siga ocupando ese asiento. Y creo que sabes cuál es mi solución al problema de Lombardi. Algo en mi estómago se aprieta ante eso. Lo sé, más de lo que quiero. Pero no estoy listo para aceptar que quizás tenga que hacer algo al respecto, todavía no. ―Vamos a dar un paso a la vez ―digo con calma, sonriéndole. No hay una sola cosa en mi rostro que traicione la agitación en mi estómago al pensar en Aurora Lombardi, y todo lo que podría cambiar a causa de ella―. Ni siquiera sabemos si la tienen como objetivo ahora. Es posible que se hayan olvidado de ella o la hayan descartado. Ahora no es más que una violinista en Juilliard; no tiene ningún contacto con nosotros además del dinero. Y no sabemos si saben algo del pacto de mi padre con el suyo. La mirada en el rostro de Vitale sugiere que piensa que estoy siendo ingenuo. Pero no dice nada más, y al cabo de unos minutos se despide, yendo a bailar con su mujer. Sin embargo, me mantengo al margen, bebiendo champán y mirando la fiesta. No estoy de humor para bailar. No tengo la oportunidad de complacer mi estado de ánimo hasta mucho más tarde esa noche. Cuando termina la fiesta, yo, Alessandro y Caterina, junto con sus amigos, partimos para nuestra propia fiesta posterior. Angélica nos convence de ir a su bar favorito, un bar clandestino al estilo de los años veinte, y en poco tiempo estamos sentados en semicírculo en sillones de terciopelo y cuero junto a una pared de ladrillos, bebiendo cócteles de un menú secreto. El whisky sabe bien después de tanto champán, pesado y ahumado en mi lengua. Miro alrededor de la habitación y capto la atención de una pelirroja alta y delgada sentada junto a la barra, vestida con un minivestido corto de terciopelo verde. Se levanta casi de inmediato, caminando hacia mí con tacones que enfatizan cada centímetro de sus piernas de una milla de largo, y mi boca se seca un poco cuando pienso en cómo sería tenerlos envueltos alrededor de mi cintura, o mejor aún, mi cabeza, mientras veo cuantas veces puedo hacer que se corra con mi lengua. Lo que más me gusta de Manhattan, por mucho, es el hecho de que hay un número aparentemente interminable de mujeres en esta ciudad. No creo que me haya acostado nunca con la misma dos veces. La pelirroja se detiene frente a mí, ladeando la cabeza hacia un lado. ―Creo que nunca te había visto aquí antes. Le doy mi sonrisa más encantadora, estirando la mano para aflojarme la corbata. ―Eso es porque nunca he estado. ―Lentamente, dejo que mis ojos la recorran, observando su estrecha cintura y sus pequeños senos. No lleva sostén debajo del vestido, puedo ver sus pezones presionando contra la tela―. Pareces Navidad. Sus largas pestañas revolotean. ―Puedes desenvolverme, si quieres. Muy audaz. Me gustan las mujeres que piensan que pueden estar a cargo. Lo hace aún más dulce cuando descubren que después de solo unos minutos en mi cama, estarán mojadas y rogando por más. Ella me sonríe, inclinando su cabeza hacia la puerta adornada en la parte trasera del bar que conduce al baño de damas. ―Vuelvo enseguida. Sé lo que es: una invitación. Dudo por un momento, preguntándome si así es como quiero que sea esta noche. Una mamada o un polvo rápido en un baño, por muy lujoso que sea, ya no me atrae mucho. Por otro lado, no me importaría descubrir cómo se sienten sus labios carnosos alrededor de mi polla. Tomando otro sorbo de mi bebida, decido esperar a que regrese. Me gusta tomarme mi tiempo, y eso se hace mejor en mi cama tamaño king, o tal vez en el sofá de cuero. Mejor aún, contra la ventana que da a la ciudad. Además, pienso irónicamente para mí mismo, terminando la bebida, es mejor si ella sabe quién va a tomar las decisiones esta noche. Mi teléfono celular vibra en mi bolsillo, y lo alcanzo, gimiendo por dentro. No sé quién me estará llamando a esta hora de la noche; cualquier persona con la que quiera hablar ya está aquí. Lo que significa que probablemente no sea alguien de quien quiera saber. Bastante seguro, es Don Vitale. Mierda. Me pongo de pie, mirando hacia la parte trasera de la barra para ver si la pelirroja ha salido antes de decir ‘tengo que tomar esto’ a Alessandro, y luego salgo. Todo lo que quería hacer después de las últimas horas de aturdimiento mental era tomarme unos tragos, encontrar a la chica más sexy del bar y llevarla a casa para poder perderme en el dulce olvido de una figura perfecta y un buen coño. Lo último que quiero hacer esta noche es apagar un incendio para mi jefe. ―Luca, te necesito en el almacén de Chelsea, ahora. Tan pronto como puedas llegar allí. Hagas lo que hagas o estés con quien estés, déjalos y ven aquí. Ahogo un gemido. ¿No puede encargarse alguien más de esto por una maldita noche? Estoy a punto de decir exactamente eso, cuando Vitale continúa, y las palabras que salen de su boca envían un escalofrío por mi espalda. ―Tienen a Aurora.
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