02. La carga del legado

2384 Words
◢ Justin ◤ Me desperté antes de que sonara el despertador, como cada mañana. Tras un breve paso por el baño, hice un par de estiramientos y me dirigí hacia la trotadora, donde revisé apresuradamente mi agenda antes de iniciar la rutina de treinta minutos. Una vez la güincha comenzó a deslizarse inicié con un trote suave para entrar en calor, mientras aprovechaba mentalmente de organizar mi día. Un par de estiramientos y ejercicios matutinos fueron suficientes para activar mi cuerpo y mi mente, preparándome para enfrentar el día que se avecinaba. La ducha más templada que tibia es mi ritual diario, refrescante y revitalizante, a medida de que la disciplina se arraiga aún más en mi día a día. Como todo en mi vida, mi guardarropa siempre se encuentra organizado de antemano, con trajes bien planchados y camisas perfectamente alineadas, listos para proyectar una imagen de profesionalismo impecable, no hay espacio para errores. Me incliné por un traje de dos piezas azul marino y una camisa clásica blanca. La corbata y el pañuelo en tonos grises, finalizando el atuendo con unos zapatos y cinturón de color n***o. Después de tomar el desayuno que Scarlett me dejó en el refrigerador, revisé la correspondencia que quedó en el recibidor y le di un vistazo al correo y a mi agenda por si algo de último minuto requiriera mi atención con urgencia, y debiese ser atendido. A pesar que Nueva York es un caos en horario punta, me gustaba mucho conducir por la ciudad, era el único momento donde sentía que de alguna forma pertenecía al mundo y me sumergía en la ciudad y en los habitantes; me permitía dejar atrás todas mis responsabilidades, aunque la mayoría de las veces terminaba pensando en alguno de mis casos, ya que cada segundo cuenta y no puedo permitirme perder el tiempo. Apenas salí del elevador el nombre de Turner Legal Group me da la bienvenida como cada día. No alcancé a dar dos pasos, cuando entró una llamada a mi celular. Sonreí al ver la fotografía de mi mejor amigo en la pantalla. —¿Qué pasó con el señor perfecto? ¿Se le pegaron las cobijas? —dijo en tono burlón—. Estoy en tu oficina y aún no has llegado —me reprochó. —Buenos días para ti también, Max. Ya estoy aquí. —Corté la llamada y me acerqué al escritorio de mi asistente. —Buenos días, señor Turner. —Sunmi me recibió el abrigo y me entregó un café, como cada día desde hace dos años—. Tiene diez minutos hasta su reunión. La gente de Blue Sky ya está aquí —recitó con su tono dulce y firme a la vez, mientras me seguía a mi despacho. —Buenos días, Sunmi. No tardaré demasiado —respondí mirando a Max, que se ponía de pie para acercarse a saludar—. Puedes retirarte. —Asintió en mi dirección y salió tan rápido como entró. —Pobre Sunmi, no la valoras lo suficiente. —Negó en tono de reproche, mientras nos estrechábamos las manos. —La valoro más de lo que piensas. —Me senté detrás de mi escritorio y comencé a hojear el informe que estaba sobre la mesa, donde se encontraban los contratos y los acuerdos que debía explicar a la gente de Blue Sky—. ¿A qué debo el honor de tu visita? —Extraño a mi amigo. —Alcé la mirada y puse los ojos en blanco cuando se sentó frente a mí—. Ya que no me has dicho una sola palabra, vine a enterarme cómo te fue en la cita con esa amiga de Scott Davis —preguntó con interés. —Recuérdame, ¿por qué es que accedí a tener esa cita? —Max bufó y no pude evitar sonreír—. Fue un desastre. —¿Tan mal estuvo? La chica no era nada fea… —No lo era, pero todo se salió de control. Casi muero ahogado con un trozo de carne frente a ella —confesé, recordando el bochornoso momento y pasando por alto el vino que estropeó uno de mis mejores pantalones. Como siempre, Max estalló en carcajadas. —Discúlpame, amigo, pero esto va a ser épico —bromeó—. ¿Qué hiciste al final? ¿El viaje fue en vano, entonces? —Te recuerdo que no viajé a Los Ángeles específicamente por eso. Aproveché las circunstancias, porque tenía trabajo qué hacer. —Miré hacia el pasillo y me encontré con los grandes y expresivos ojos de Sunmi, quien bajó la mirada como si la mía le quemara cuando volvía a sentarse en su escritorio—. ¿Eso es todo? —También venía a recordarte que prometiste quedar conmigo esta noche. —Pareces una novia tóxica, Max. —Tomé la carpeta y me puse de pie obligando a mi amigo a salir conmigo—. Sabes que ahí estaré. —Max se acercó y me abrazó por los hombros para salir de la oficina. —No dejes que llegue tarde a nuestra cita, Sunmi —le pidió a mi asistente, haciéndole pucheros. Sunmi asintió en su dirección y le dedicó una sonrisa—. ¡Nos vemos luego! —Se despidió alzando la mano y caminando hacia la salida por el pasillo. —¿Ya están en la sala de reuniones? —Sabía cuál era la respuesta, Sunmi jamás me ha decepcionado, pero era una pregunta que debía hacer como parte de nuestra rutina. —Sí, señor Turner. Lo están esperando —respondió con la misma eficiencia de siempre. —Gracias, Sunmi. La reunión fue todo un éxito. Los clientes quedaron conformes con el acuerdo de fusión con su nuevo socio, y la documentación estaba en regla, así que fue tan sencillo como explicarles el contrato y conseguir sus firmas. Despedí a mis clientes y los acompañé hacia la salida, cuando me encontré con Sunmi en el pasillo. —¿Sucede algo? —pregunté preocupado al ver la inquietud reflejada en su rostro. Asintió. —El señor Turner lo espera en su oficina. Insistió en que era de suma urgencia —mencionó y sentí la opresión en mi pecho. Dejé a mi asistente en el pasillo, mientras me dirigía a paso rápido hacia el despacho de mi tío. Cada paso que daba se sentía como una pesada carga sobre mis hombros, recordándome lo importante que es para mí, Michael Turner. Una sensación de inquietud se instaló en mi pecho, amenazando con ahogar mi determinación y mi resolución. La puerta se abrió de par en par frente a mí, revelando la figura imponente de mi tío sentado detrás de su escritorio. Su mirada penetrante se clavó en mí, dejando al descubierto la preocupación y el orgullo que yacían bajo su máscara de autoridad y seriedad. Me mantuve firme frente a él, consciente del peso del legado que había estado esperando pacientemente en el umbral de mi vida durante tanto tiempo. —Justin, siéntate —ordenó con un gesto de su mano, invitándome a tomar asiento frente a él. Me dejé caer en la silla con una exhalación tensa, preparándome para lo que vendría a continuación. La seriedad en la expresión de mi tío no dejaba lugar a dudas sobre la importancia de esta conversación, mientras que su mirada intensa parecía traspasar mi coraza, llegando directamente a mi ser. —Hemos llegado a un punto crítico en la historia de Turner Legal Group. Mi salud no es lo que solía ser, y creo que es hora de considerar mi retiro —comenzó, su voz resonando en el espacio con una mezcla de determinación y resignación. Mi corazón se contrajo ante sus palabras, recordándome la fragilidad de la existencia y la efímera naturaleza del tiempo. «¿Tan mal estaba su estado de salud?», me pregunté, mirando su imponente figura y detallando en sus cansados ojos oscuros. La realidad de su deterioro físico y emocional se desplegó frente a mí, recordándome la importancia de enfrentar la responsabilidad que yacía sobre mis hombros. Sentí que mi mandíbula se tensaba mientras luchaba por contener las emociones que amenazaban con abrumarme. —Hijo, sabes cuánto significa este bufete para mí. Ha sido mi vida y mi legado, y me niego a dejarlo en manos inexpertas o irresponsables —continuó, su tono adoptando una gravedad renovada que pesaba en el aire como una losa. Antes que me dejara responder a sus palabras, prosiguió—: Creo que ambos sabemos que eres mi heredero, pero antes de que asumas por completo el control del bufete, hay una condición que debes cumplir —declaró, su voz resonando con una seriedad y una gravedad que no dejaba lugar a dudas. Mis ceño se frunció y mis cejas se elevaron, en una mezcla de confusión y sorpresa, mientras me preparaba para lo que vendría a continuación. La anticipación latente se instaló en mi pecho, recordándome la importancia de mantenerme firme y centrado en el objetivo que tenía por delante. Una sensación de intriga se deslizó por mi espina dorsal, despertando mi curiosidad y mi determinación a partes iguales. —Comprendo que estás enfocado en el trabajo y en el éxito del bufete, créeme cuando te digo que lo viví en carne propia, pero necesitas recordar que hay más en la vida que el éxito profesional —dijo con pesadumbre, lo que me dio a entender lo mucho que lamentaba no haber seguido este mismo consejo en tiempos mejores—. La felicidad y la estabilidad provienen de una vida equilibrada y significativa, Justin, y necesitas encontrar a alguien que entienda y aprecie ese equilibrio —expresó mi tío, su tono revelando una mezcla de experiencia y sabiduría acumulada a lo largo de los años—. Necesitas encontrar a la mujer de tus sueños y casarte antes de que pueda considerar que estás preparado para asumir la dirección completa del bufete —exigió. Su actitud retomó la seriedad y una gravedad que me dejó sin aliento. La idea de un matrimonio forzado y sin amor me repugnaba, desafiando mi sentido de libertad y mi individualidad. Sin embargo, la determinación en la mirada de mi tío dejaba en claro que esta condición no estaba sujeta a negociación ni a debate. Sentí que mi mandíbula se tensaba mientras luchaba por contener la ira y la frustración que amenazaban con desbordarse. —Tío, no puedes en serio estar pidiéndome que me case por el bien del bufete —respondí con una mezcla de incredulidad y desafío, dejando en claro mi resistencia y mi negativa a someterme a sus demandas y expectativas. La determinación en su mirada se suavizó ligeramente, revelando una mezcla de comprensión y empatía que contrastaba con su postura firme y su determinación inquebrantable. Su rostro serio y sereno no dejaban lugar a dudas, dándome el espacio para sopesar la información recibida y no decir algo de lo que pudiese arrepentirme luego. —Confío en que tomarás la decisión correcta. Necesitas encontrar a alguien que entienda y aprecie la armonía que necesitas en tu vida y que te ayude a encontrar la felicidad y la estabilidad que mereces —declaró, su voz resonando con una serenidad y una convicción que no dejaban lugar a dudas. —Entiendo la importancia de encontrar la estabilidad entre el trabajo y la vida personal. Prometo considerar tus expectativas y tus deseos para el futuro del bufete y su éxito continuo —respondí, dejando entrever mi disposición a reflexionar sobre sus palabras y considerar su visión y su perspectiva para mi vida personal y profesional, ya que mientras analizaba su petición y sus palabras, en ningún momento mencionó nada sobre una boda forzada, sino de una compañera. La mirada de mi tío se iluminó ligeramente, revelando una mezcla de esperanza y expectación que contrastaba con su postura firme y su determinación inquebrantable. Su voz se hizo eco en mis pensamientos con una mezcla de gratitud y satisfacción, recordándome la importancia de encontrar la consonancia en mi vida, en medio de las demandas y expectativas que se cernían sobre mí. —¿Puedo preguntar qué es lo que tienes? —indagué, pues toda esta conversación, más allá de su trascendencia, está ocultando un hecho que no puedo pasar por alto—. Cuéntame, por favor —insistí. Se aclaró la garganta y tras un abrumador silencio, habló. —Mi corazón está fallando —inició—. Después del infarto que tuve a finales del año pasado, la sugerencia del equipo médico fue que no regresara al trabajo. —Negué, pues estuve a su lado instándolo a dejarme a cargo, insistiéndole una y otra vez que su salud era la prioridad—. Justin, entiende que este bufete ha sido mi vida. Es todo lo que soy y necesito saber que el futuro de esta firma está en manos seguras y confiables —insistió. —Pero, yo estoy aquí, tío. Sabes que cuentas conmigo y que tu bufete es tan o más importante para mí, que nada en este mundo. —Mi tío se inclinó hacia delante y palmoteó mi brazo. Una sonrisa llena de comprensión y preocupación se extendió en su rostro. —Y es por esa razón que he dejado por escrito mis deseos y las condiciones que debes cumplir para tomar el control de Turner Legal Group. No quiero que lo veas como una amenaza, Justin. —Volvió a palmotear mi brazo—. Tómalo como un desafío personal. —Tomó una bocanada de aire, como si hubiese corrido un maratón. El cansancio en su rostro era indiscutible—. Lo que tengo, es una cardiomegalia que fue provocada tras el infarto. Estoy con un tratamiento permanente, pero aunque no quiera reconocerlo, estoy viejo y cansado. —Suspiró. Una sensación de determinación y compromiso se encendió dentro de mí, recordándome la gravedad de lo que hemos conversado. A pesar de la seriedad del momento, su consejo resonó en lo más profundo de mi ser, y aunque seguía reticente a la idea, tendría que recordarme la importancia de encontrar la felicidad y la estabilidad duraderas más allá de los límites del éxito profesional y de tener el control de la firma. Todo aquello, con el único propósito de mantener el legado que me corresponde continuar.
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