Capítulo 2: El fin de una buena relación I

2540 Words
Hace 2 semanas Mi vestido rojo sensual y ajustado, así como el maquillaje profesional que pague para esta cena romántica en este lujoso restaurante, tienen un propósito claro. El de una mujer enamorada e ilusionada lista para recibir una propuesta de matrimonio de su novio de 7 años. La luz baja, y la música sensual en el ambiente, complementan uno de esos sitios adecuados para una propuesta de matrimonio. Es un enorme sí, y tiene un gran sello de aprobado, en mis hipotéticos escenarios de pedida de mano. Sí, lo he imaginado en miles de oportunidades. Y David ya debe estar llegando, por lo que contengo mi emoción recordando el rostro, las palabras de amor y tantos momentos difíciles al lado de mi amado David. Contar mi historia de amor es hacerlo de una parte importante de mi vida, apenas tengo 25 años y sé que para algunos suene una edad joven para casarse, pero eso es para los estándares modernos. Es lo que cree Patricia, que es una orgullosa soltera en sus 40 años. Para ella el matrimonio es para ilusos que se rehúsan a comprender la naturaleza humana. Aunque respeto su opinión, mi experiencia me ha dicho lo contrario. ¿Los responsables? Mis padres y su matrimonio de 30 años. Tres décadas han pasado de altos y bajos, pero son felices, se aman y viven en mi pueblito de nacimiento siendo el ejemplo a seguir de todos. Y mi caso personal ayuda en mucho, he tenido una relación sólida y buena con un hombre dulce, trabajador y dedicado, mi David. No mentiré diciendo que de niña soñaba con casarme con un hombre así, era lo contrario, yo sentía de adolescente una atracción fatal por los chicos malos. Como Juan Santos cuando tenía 15, lo descubrí besando a dos de mis amigas en esa fiesta a la que creía no iría. O Miguel Gonzales cuando tenía 16, tenía 3 tatuajes a pesar de ser menor de edad, bebía y fumaba. En una estupidez de la edad, creía que era “sexy”, no lo era, lo expulsaron por robar  celulares a los profesores. Mamá me decía que en la ternura está la clave para encontrar al hombre indicado. Que me guiase por el arquetipo de mi padre que es un hombre pacífico y de gran inteligencia. Pero esos dos rasgos eran complicados de encontrar teniendo en ese entonces 17 años y midiendo 1,80 metros. No me malinterpreten, las mujeres altas somos hermosas, pero siempre tuve problemas de postura, me la pasaba con la espalda encorvada; mis pies son gigantes y apenas consigo zapatos que me gusten y de mi talla. Suma lo de golpearme la cabeza con las puertas muy bajas y ese pensamiento que tienen muchos hombres de no salir con una mujer más alta que ellos. Para ese entonces ¿Dónde conseguía a un chico de alrededor mi edad, maduro, amable y que midiese lo mismo, más que yo o que aceptase ser menor a mi estatura sin quejas ridículas por superarle en altura? Era imposible. Hasta que me percate de la presencia de David Ramos. Nos unieron en un grupo de trabajo. David y yo compartimos curso por 3 años seguidos, pero era una persona distante para mí. Casi no hablábamos porque básicamente él era un ratón de biblioteca, el mejor de la clase, yo en cambio solo destacaba en el baloncesto, y no era una buena estudiante. Él era introvertido, y yo extrovertida. Y así una larga lista de diferencias entre el uno y el otro. Fue por culpa de ese trabajo que comenzamos a compartir, y después de una nota sobresaliente como todo lo que hacía David, me pidió que saliésemos. Lo hice por no hacerle sentir mal. Al pasar tiempo con él, me di cuenta de las burlas hacia su apariencia. David usaba gafas muy gruesas para cubrir sus 7.8 puntos de miopía; estaba unos 10 kilos sobre su peso ideal; y media unos 15 centímetros menos que yo. Sabia por su modo de preguntar que intuyo que lo rechazaría, pero me gusta sorprender a la gente. Era simpático y algo adorable, era momento de hacer caso a mi madre y no me arrepiento de haberlo hecho. Gracias mamá. El amor fue naciendo, y los años fueron pasando. Nuestra relación no hacía más que fortalecerse con el pasar del tiempo. Nos mudamos juntos a la capital después de graduados. Él había ganado una beca completa para estudiar Arquitectura, yo por mi parte no tenía planes de estudiar en la universidad, los estudios no eran lo mío, pero la capital sonaba como un buen sitio para encontrar un trabajo mejor pagado. A pesar de que nos mudamos “juntos” nunca estuvimos realmente viviendo juntos. Él vivía en una residencia de estudiantes y yo con una tía paterna. Hasta el día de hoy seguimos sin vivir juntos, a pesar de cada quien alquilar por su parte. Patricia me dice que es extraño, y yo le digo que David es así, todo para él debe hacerse de la manera correcta. En el orden correcto, es estricto y sacrificado. Es notable cuando ves lo que era y lo que es en el presente. Puede que ambos seamos de familias humildes, pero David que solo tenía a su madre tuvo menos recursos que mi núcleo familiar. Pero eso no importó para graduarse con honores, en la cima, y haber ingresado hace poco como arquitecto a una constructora de prestigio. La compañía es internacional, y se abrió paso entre cientos de aspirantes al puesto. Él es uno en un millón, un hombre brillante, y estoy orgullosa de él. Por lo que el orden de la vida de David ya está tomando la forma que siempre quiso. Graduado, con un contrato por 3 años firmado en una empresa sólida, y con un anillo de compromiso guardado en uno de sus cajones de ropa. He allí mi seguridad con respecto a la pedida de mano de esta noche. Encontré esta joya buscando unos calcetines que colocarme por el frio de su sala de estar. Veríamos documentales esa noche en su departamento. Lo esperaba, tenía que llegar, pero la apariencia de ese anillo, el tamaño del diamante, su pureza y limpieza me dejaron anonadada. Mis ojos se llenaron de una que otra lágrima al imaginar cuán duro debió trabajar para ese anillo. Pero, debo controlarme en este restaurante estirado no me pueden ver llorar sola, debe ser cuando me entregue el anillo. ¿Dónde lo hará? ¿Quizás en el postre? O ¿en una copa de champagne? Debo evitar tragarme el anillo. Una risa nerviosa me invade, estoy algo, muy nerviosa. Pero mis nervios se acaban cuando veo a David acercándose a mí. Lleva un traje n***o y una camisa blanca con una corbata verde oscura, el cabello marrón peinado hacia atrás, junto con unas gafas semi aéreas sobre sus ojos marrones. Se operó la visión parcialmente, va ahora al gimnasio y ha trabajado en su timidez en sus años universitarios. Se ve elegante, atractivo y… nervioso. Ay amor, no tienes que estarlo, mi respuesta es más que obvia. Pero David está tan tembloroso que no me saludo con un beso en los labios, desvió su boca a mi mejilla. Puedo tocar sus manos y están frías. Contengo mi sonrisa, y me hago la desentendida mientras veo la carta que aguarda en la mesa desde mi llegada. Finjo que estoy leyendo exponiendo mi perfil derecho, es el más favorecedor que tengo si me preguntan. –        ¿Qué te hiciste en el rostro Aisha? – me pregunta extrañado.   Le pague a un maquillador profesional cariño. Eso. Los momentos especiales necesitan del maquillaje, y vestuario especial. Al ver ese anillo me propuse lucir lo más hermosa posible esta noche. Espero que el fotógrafo que seguro contrato, y debe estar escondido por ahí, capte el perfil favorecedor. También el color de mi vestido ajustado y corto, es rojo pasión, como mis labios. Ondule mi cabello castaño, y el delineado n***o de mis ojos resaltan mis iris marrón claro. ─   Intenté un nuevo estilo de maquillaje. Lo vi por internet. No es nada – digo desinteresada viendo la carta. Mi estómago me duele de la anticipación. ─   Ah… Aisha necesitamos hablar de nosotros como pareja… – comienza su propuesta de amor mi amor – durante estos 7 años hemos compartido buenos y malos momentos. Algunos enternecedores y otros agonizantes, pero siempre hemos estado el uno para el otro.   Trato de fingir una leve sorpresa, como si no me esperase esto. No obstante, la emoción es demasiada como para disimularla con maestría, por lo que estoy tragando más de lo que debería saliva. ─   También hemos crecido, madurado como pareja y eso es lo que ha permitido que hayamos durado tanto en una relación como esta…   Ah, mi David es un romántico, siempre lo ha sido. Me pregunto cuánto tiempo ensayo como si fuese una exposición este discurso. Cuánto preparo este plan, hasta organizó lo de la fecha. Hoy precisamente se cumplen 7 años de nuestro primer beso. Sé que es una recompensa por haber estado ocupado con ese viaje de trabajo la semana pasada cuando cumplimos los 7 años oficialmente. ─   Estaré siempre agradecido eternamente con haber compartido tan bellas memorias con una mujer como tú pero… … Pero es tiempo de que lo hagas con tu esposa. Contengo el aire, aquí viene, sé que viene. ─   Esto no está funcionando para mí. ─   ¿Perdón? ¿qué? – rio algo nerviosa. ─   Este noviazgo Aisha… yo… es lo mejor para ti y para mí. Terminar.   La primera reacción que tuve al escuchar esas palabras por parte de David fue la incredulidad. Seguro entendí mal lo que me quería decir. Debieron ser los nervios los que intervinieron en mi sistema auditivo. ─   ¿Qué acabas de decir David? Creo que no te escuche bien – agrego algo quedada. ─   Romper Aisha. Desde hace un tiempo no me siento cómodo con esta relación. Sé que te has percatado de ello y extenderlo solo nos hará más daño a los dos – me explica con la voz débil. ─   Yo no… no… me he percatado de nada David… tú has estado ocupado como siempre en la búsqueda de ese empleo. Como cuando estabas presentando la tesis – intento defenderme pero estoy pestañeando mucho. Sigo incrédula. Debe estar confundido, sí eso. ─   Mi equivocación fue no colocar un fin a esto, cuando debía hacerlo… ¿lo entiendes? ─   Ya veo… – bajo mi vista al menú y decido que pedir – ¿deseas pedir una entrada o vamos con el plato fuerte de una vez? Hay unos postres que me apetecen tanto que- ─   ¿Me estás escuchando siquiera Aisha? – me dice entre dientes David con molestia.   Su molestia me hace apartar la vista del menú y verle a la cara. Intenté negarlo pero… era cierto… él quería… cortarme… ¿cómo es posible? ─   Estás atareado y hostigado con la finalización de tu primer diseño, cansado de seguro David. Mejor comamos, nos calmamos y hablamos más tarde de lo que te ocurre ¿sí? – trato de sonar diplomática pero mi máscara ya se está cayendo. Estoy aterrada. ─   No estoy equivocado Aisha, por Dios. No quiero hacer un espectáculo de esto. ─   ¿Si tu plan… si es romper conmigo? – digo tragando con dificultad – ¿por qué me citaste a este restaurante costoso y elegante? ¿es una broma no es así? Pero por su rostro lleno de arrepentimiento y vergüenza, me doy cuenta de que habla en serio. Se levanta como si fuese mucho para él y planea irse pero yo me le adelanto y tomo su mano con fuerza. ─   ¡No te vayas! – digo en un grito involuntario que llama la atención de los presentes del restaurante. ─   No hagamos una escena Aisha – dice con pena soltándose de mi agarre pero yo lo vuelvo a tomar por el brazo. ─   Pero hablemos David, cómo-cómo me vas a decir que terminamos así como así. Sin intentarlo de nuevo. En un sitio como este. Después de haberme comprado un anillo de matrimonio. No quería hacer una escena, juro que no, pero la atención de las personas alrededor estaba enfocada en nosotros con disimulo mal disfrazado. Y muchas más cabezas voltearon hacia nosotros cuando las lágrimas comenzaron a resbalar por mis mejillas, caían por la mirada de David que era una de arrepentimiento. Era de… ¿culpa? No pude terminar de estudiarla porque negando quito mis manos con suavidad de su brazo y se fue. Me quede allí parada con el maquillaje caro corriéndose, sintiéndome pequeña y ridícula. Los pies difícilmente me sostenían por lo que decidí sentarme en la silla en donde lo había estado esperando emocionada por una supuesta propuesta de matrimonio. Afinque mis codos de la mesa y mis manos en mi cara para ocultar mi llanto. No debía estar haciendo esto pero no podía controlarlo. Me olvide de quienes me rodearon momentáneamente, hasta que alguien me interrumpió. ─   ¿Se encuentra bien señorita? ¿Puedo ayudarle en algo? – me decía con amabilidad una camarera al mismo tiempo que me ofrecía una servilleta para mis ojos. ─   No… yo… ya me voy es que… ─   No, no, tómese su tiempo. No se preocupe ¿Desea que vayan buscando su auto? – me ofreció mientras yo tomaba la servilleta para secarme la cara. ─   No tengo auto… un taxi yo, podría pedirlo por favor. ─   De inmediato lo hago señorita – fue lo último que me dijo antes de irse.   Estaba más calmada después de unos minutos, asimilando, pero mi celular inicio a sonar con insistencia. Lo tuve que contestar para encontrarme con un mensaje de Patricia. Era una nota de voz de w******p. Le di a reproducir colocándola en mi oído. ─   ¡Aisha Rose de la Concepción Palacios! ¡Dime por todos los cielos que ese maldito nerd, mosquito muerto del David rompió contigo hace días y no me lo habías dicho porque si no, lo matamos entre las dos! – me gritaba Patricia, ella no gritaba de esta forma – ¡Si no tienes suficiente estamina para eso ve la publicación en i********: de la mosquita muerta esa de Jane! ¡Te lo dije Aisha! ¡Te lo dije! Aparto el celular de mi oído, y la confusión se ha apoderado de mí. ¿De qué hablaba? Jane fue una compañera de universidad de David. Creo que sus papás son accionistas o algo así de la empresa en donde está trabajando él. Para solventar mis dudas, ingreso en el i********: de Jane. No hablamos mucho de por sí, solo sé que es amiga de David. Ni siquiera la sigo o ella a mí, pero su perfil está desbloqueado y puedo comprender por fin la rabia de mi amiga Patricia. La foto más reciente de Jane es una con un enorme anillo de compromiso, en lo que parece una propuesta de matrimonio. Sería una bonita foto a excepción de que ese anillo fue el que vi en el departamento de David, y de que su prometido es el que hasta unos minutos era mi novio.
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