Hoy se cumplían dos semanas del mejor día de mi vida, la ruptura con el muérgano ese; y una semana de convivencia con mi peor es nada Etienne. La relación que tenía con Etienne era singular. No nos peleábamos a gritos cada vez que nos veíamos, pero tampoco éramos amigos o siquiera cordiales la mayor parte del tiempo. El sarcasmo era nuestro idioma al hablar, y siempre buscábamos una u otra manera de ofender al otro sin que fuese de manera tácita. El lunes me pidió que no me excitará al observar el partido de béisbol que vería en la sala; y el jueves yo le pedí que tratase con cordialidad a la señora de limpieza del departamento. Nuestros duelos de palabras siempre nos mantenían despiertos en presencia del otro. Y no sabía si eso era exactamente sano de hacer con un roommate, pero lo que