El camino de regreso a la oficina ha sido muy diferente. Entrelazo su mano con la mía, besó mis nudillos en cada oportunidad que ha tenido, y esa sonrisa increíblemente sensual me roba más de un suspiro. Es desquiciadamente guapo y eso a mí realmente me puede, sin contar que cada vez que me habla con ese acento italiano, yo pierdo la razón. Estaciona el auto a una distancia prudencial de la entrada de la empresa y me mira — ¿cómo quieres hacerlo bella? — me pregunta y esa palabra me encanta cuando él la dice. — ¿A qué te refieres? — pregunto un tanto confundida. «Esos ojos... » — ¿Le contamos a tu padre ya? o ¿quieres que cenemos con él en tu casa y le contemos la noticia? — me pregunta y de verdad no sé cómo se vaya a tomar todo esto. Desabrocho mi cinturón de seguridad, me sient