Entramos a mi restaurante preferido frente a la bahía y Matías, el gerente del restaurante nos saluda de manera cordial; sí somos o éramos clientes habituales del lugar —Señor Di Marco buenas tardes, ¿la misma mesa de siempre? —le pregunta a mi padre. —Si por favor. — responde y le seguimos por todo el salón hasta llegar al patio donde justo al lado de la baranda de vidrio esta lo que llamamos a nuestro lugar. La mesa de al lado está ocupada por un señor que usa un sobrero de paja con un lazo n***o típico de muchos de los que viven en Miami y me extraña al verle leyendo el periódico a esta hora y mucho más en este lugar. Me dispongo a apartar una de la silla —permítame señorita —interrumpe alguien y aparta la silla. «Esa voz... Ese acento...» Volteo y para mi sorpresa el hombre que es