No voy a negarlo, el yate es extremadamente lujoso y de tal tamaño que me hace pensar que podría vivir aquí, pero también admito que en estos momentos su cercanía me da más asco que nunca. Lo evado por completo y voy hacia la proa para quedarme parada frente a la barandilla y observar como la ciudad se va haciendo más pequeña a medida que nos adentramos al océano. Todo esto debería de estar viviéndolo con el hombre de mis sueños. El debería estar parado detrás de mi abrazándome por la cintura y dejando besos exquisitos de esos que te quitan el aire en mi cuello, pero no. Estoy en este yate con un hombre que dice que un hijo es un negocio que nos conviene a los dos. Cierro mis ojos intentando olvidarme de todo y dejo que el aire pegue en mi rostro. Puedo sentir como el pareo color n***o