La habitación estaba en penumbras, iluminada solo por la suave luz de la luna que se colaba entre las cortinas. Owen entró con pasos silenciosos, su mirada recorriendo automáticamente el espacio hasta detenerse en la figura dormida sobre la cama. Selene yacía plácidamente, su respiración acompasada llenando el aire con una paz que a Owen le resultaba inquietantemente atractiva.
Había hecho todo lo posible por retrasarse en el trabajo, buscando excusas para no llegar temprano. El pensamiento de verla le provocaba un nudo en el pecho, una mezcla de culpa y deseo que no sabía cómo manejar. Su esposa, Amara, apenas llevaba unos meses en la tumba, y sin embargo, aquí estaba él, con el corazón traicionándola cada vez que veía a Selene.
Se detuvo junto a la cama, sus ojos recorriendo la imagen que tenía frente a él. Selene se movió, volteando ligeramente sobre el colchón, y el edredón que la cubría se deslizó hacia un lado. Owen tragó saliva al ver cómo la tenue luz destacaba sus piernas y la bata transparente que apenas cubría sus curvas. Su cabello estaba revuelto sobre la almohada, y las finas tiras de encaje que llevaba debajo dejaban poco a la imaginación.
“Dios…”, pensó Owen, cerrando los ojos con fuerza e intentando recuperar el control de sí mismo. No podía negar lo evidente: Selene despertaba algo en él. Pero no estaba listo, no podía estarlo, no ahora. No después de Amara.
Inspiró profundamente y se inclinó para volver a cubrirla con el edredón, pero al hacerlo, su mirada se detuvo en su vientre. Apenas comenzaba a redondearse, un leve recordatorio de la nueva vida que habían creado juntos. No sabía si era la situación o los encuentros íntimos que habían compartido desde entonces, pero esta mujer lo estaba poniendo duro de una manera que jamás imaginó.
Mientras acomodaba el edredón, un murmullo suave rompió el silencio. Al principio, no entendió las palabras, pero luego oyó su nombre.
—Owen… —susurró Selene en sueños.
Él sonrió, a pesar de sí mismo. No era la primera vez que Selene hablaba dormida, pero algo en la forma en que pronunció su nombre lo hizo detenerse. Sin embargo, lo siguiente que dijo lo dejó completamente helado.
—Amor…
La palabra fue apenas un susurro, pero lo golpeó como un trueno. Owen se quedó inmóvil, su pecho apretado, tratando de procesar lo que acababa de escuchar. ¿Amor? ¿Lo había llamado amor? Su corazón comenzó a latir más rápido mientras se inclinaba hacia ella, su oído acercándose a sus labios, esperando alguna otra palabra que pudiera darle una pista sobre lo que Selene estaba soñando.
Pero no hubo más. Solo el cálido aliento de Selene acariciando su oído, enviando un escalofrío por su columna. Owen retrocedió, mirándola fijamente. En ese momento, no podía negar lo que veía. Selene, con su rostro relajado en el sueño, lucía hermosa. Más de lo que estaba dispuesto a admitir.
Se llevó una mano al rostro, maldiciendo en silencio. Había hecho una promesa a Amara, había jurado cuidar de Selene y del hijo que llevaría en su vientre. Y aquí estaba, contemplándola de una manera que iba mucho más allá de lo que debía.
"Esto tiene que parar," pensó, dando un paso atrás. Pero incluso mientras intentaba convencerse, sabía que ya era demasiado tarde. Algo había cambiado, y no estaba seguro de poder volver atrás.
Dejando atrás las dudas y las barreras que habían construido entre ellos, Owen dejó que sus sentimientos lo guiaran. Sin decir una palabra, se inclinó hacia Selene y tomó sus labios con una urgencia que lo sorprendió incluso a él. El beso no era un simple gesto, era una declaración cargada de emociones intensas que no podían seguir siendo reprimidas.
Selene, aún medio perdida en sus pensamientos, se despertó completamente al sentir la intensidad de Owen. Su excitación se disparó al instante mientras la boca de él se presionaba con fuerza y determinación contra la suya. Su corazón latía con fuerza desbocada mientras Owen exploraba con más profundidad, su lengua buscando la respuesta que Selene, temblando entre sorpresa y deseo, no tardó en darle.
Se abrió para él, dejando que la pasión del momento los consumiera. La calidez de su beso era abrasadora, como un fuego que encendía cada rincón de su ser. Este no era como el pequeño roce de labios que habían compartido días atrás, aquel tímido y vacilante primer contacto. Este era salvaje, lleno de sentimientos profundos y pasionales que parecían haber estado acumulándose entre ellos durante tanto tiempo.
Selene podía sentir el peso de lo que estaba ocurriendo, un torrente de emociones que amenazaba con desbordarla. No solo había deseo en el beso de Owen, sino también algo más: una mezcla intrigante de ternura y urgencia, como si quisiera transmitir todo lo que no había podido decir en palabras. Ella se aferró a sus hombros, buscando anclarse mientras el mundo a su alrededor parecía desvanecerse.
Su estómago revoloteó alegremente y sintió como sus bragas se comenzaron a mojar. Avergonzada, intentó alejarlo. Pero Owen no la dejó ir. Mantuvo su cabeza en su lugar y siguió besándola
Sus manos empezaron a abrir su bata. El aire fresco de la noche le sopló los senos desnudos, pero estaban cubiertas por su cálida mano antes de que ella pudiera sentir el frío. Selene jadeó mientras su mano palmeaba su piel. La lengua de Owen encontró el momento perfecto para sumergirse más profundamente.
El cuarto estaba lleno de una tensión palpable, un magnetismo que ambos no podían ignorar más. Owen miró a Selene con una intensidad que parecía desnudar su alma, y ella sintió un calor que comenzaba desde lo más profundo de su pecho y se extendía por todo su ser.
—No sé cómo llegamos hasta aquí, pero no quiero detenerme —susurró Owen, su voz ronca y llena de sinceridad.
Selene asintió, sin poder articular palabras. Solo sabía que lo quería cerca, más cerca de lo que jamás había querido a alguien. Sus dedos temblorosos se movieron hacia el rostro de Owen, rozando suavemente su mandíbula. Él tomó su mano y la besó con una ternura que contrastaba con la vorágine de emociones entre ambos.
Pero esta vez, fue breve. Su boca se deslizó por su cuello, luego su clavícula, hasta que finalmente encontró su pezón endurecido. Con una suave succión, se puso alerta en sus manos. Mientras trabajaba ese pecho, su otra mano tiró y frotó el otro pezón. Selene jadeó y luego se estremeció mientras le mordía suavemente el sensible pezón. Continuó trabajando en ambos senos, alternando entre ambos a intervalos con las manos y la boca hasta que ella llegó al clímax. Entonces comenzó a actuar con frenesí, aparentemente necesitando saciarse también.
Le quitó la bata con practicada precisión y también con suavidad. Todo el tiempo fue cauteloso con su estómago. Cuando estaba completamente desnuda, procedió a desnudarse él también. Selene no pudo apartar su mirada, recorriendo toda su longitud. Era rígido como una piedra, y su excitación la hacía sentir un dulce cosquilleo en su interior apretado.
Satisfecho con la mirada de sus ojos, Owen se unió a ella en la cama. Se acostó y la levantó suavemente sobre él. Selene iba a protestar. Ella lo quería sobre su cuerpo. Pero antes de que pudiera, la empujó hacia abajo de una zancada, obligándola a tomar toda su longitud. Ella gimió de placer. Pronto encontraron un ritmo. Ella se balanceaba hacia abajo para moverse delirantemente sobre él mientras él se sacudía hacia arriba para adentrarse más en ella. Sus gemidos y gemidos con su apasionado sudor de hacer el amor llenaban el aire. Sus relaciones sexuales continuaron hasta altas horas de la madrugada. Ambos exigentes y llenándose el uno del otro. Agotados, ambos se habían quedado dormidos.