Mary se levantó, miró a Pete con intensidad y, llorando, dijo:
—No juegues con mis emociones.
Pete no dijo una palabra. La tablet seguía allí, así que presionó "play" y se la empujó hacia ella. Mary miró fijamente la grabación, sorprendida de haber dejado pruebas. Le había pedido específicamente al tipo que borrara el video. Al ver el clip, no pudo encontrar nada que la delatara, así que se relajó visiblemente.
—No hice nada.
—Cambiaste mi bebida —dijo Pete, levantándose, claramente enfadado.
Mary se encogió, su rostro mostrando una mezcla de miedo y arrepentimiento—. ¿Qué pasó, May? ¿Eres realmente mi amiga? ¿Te ofendió algo y querías venganza?
Mary rió histéricamente, casi sin creer lo que estaba escuchando.
—¿Me ofendes? ¡Lo hiciste tú! ¿No te acuerdas? ¡¿Tú y Selene?!
Pete frunció el ceño, confundido.
—No entiendo.
—¿Cómo pudiste? Después de todo este tiempo. ¿Cómo pudiste hacerme esto? —Mary empezó a llorar, las lágrimas cayendo por su rostro.
Pete se acercó a ella, intentando calmarla. La ayudó a sentarse y le entregó un pañuelo para que se limpiara la cara.
—Te amo, Pete. Siempre lo he hecho, pero nunca te diste cuenta. Te vi saltando de una novia a otra y me dije que algún día terminarías con todas y por fin me harías caso.
—No me lo dijiste. No lo sabía. —Pete estaba perdido, sin saber cómo manejar la situación.
Ella se rió amargamente.
—Siempre terminaste con las chicas después de un mes, más o menos. Y luego conociste a Selene, y supe que te había perdido.
—Pero nos presentaste —dijo Pete, confuso—. ¿Por qué lo harías si sentías algo por mí?
—¿Por qué siempre usan esa excusa, "nos presentaron"? Presenté a mis dos amigos. ¡Nunca dije que se enamoraran! No, ustedes decidieron eso por su cuenta, sin consultarme siquiera. Ni siquiera me lo dijiste hasta meses después. —Mary se levantó enfadada y salió de la oficina sin decir una palabra más.
—¿Has regresado? —dijo Selene, mirando al hombre que estaba de pie en su oficina. Audrey le había dejado entrar—. He dejado el trabajo temprano, ya sabes —agregó ella, dándole a entender que no estaba en el mejor estado de ánimo.
—Lo siento. También estoy en un aprieto —dijo Owen en voz baja.
—Necesitamos hablar. ¿Podemos hacer esto aquí o...? —Su tono era serio, casi urgente.
Selene recordó lo ocurrido la noche anterior, lo que la hizo decidir rápidamente.
—Aquí —respondió con firmeza.
—Perfecto. Traje vino —dijo Owen, intentando suavizar el ambiente.
—Pasaré por hoy —dijo Selene, sonriendo débilmente, aún pensando en lo ocurrido la noche anterior. Ella lo acompañó hasta la esquina donde había una buena vista. Se sentaron en el sofá que se encontraba ahí.
—Entonces, ¿en qué puedo ayudarte? —preguntó ella, tomando la iniciativa.
Owen abrió el vino a pesar de que ella no quería beber, así que fue a buscar dos vasos y una botella de agua. Se sirvió el vino y llenó su copa con agua. Luego se lo entregó a ella.
—Necesitábamos una madre subrogada cuando mi esposa no podía dar a luz —comenzó a relatar Owen, lanzándose a una historia que evidentemente le resultaba dolorosa—. Eso fue antes de que tuviera tres abortos espontáneos y luego descubrimos que tenía cáncer de útero.
—Oh, Dios mío —dijo Selene, sorprendida, sin poder evitarlo. Se tapó la boca con las manos, sabiendo que no debía haber dicho eso.
—Está bien —dijo Owen, sonriendo dolorosamente mientras tomaba un sorbo de vino—. Cuando era obvio que no podía dar a luz, ella quiso adoptar, pero yo no pude. No quería eso. Entonces ella me dejó tomar la decisión. Fue cuando ella sugirió la gestación subrogada. Queríamos un hijo nuestro, mi esperma, sus óvulos. Pero... —Tomó otro trago, mientras ella observaba la copa de vino con la mirada fija, como si esperara algo—. ¿Quieres un poco ahora? —preguntó Owen, notando su mirada.
Ella asintió y él giró hacia la pequeña mesa frente a él, llenando su copa con vino. Selene le dio las gracias y bebió lentamente. La gestación subrogada había pasado a ser la siguiente opción. Owen continuó:
—Estaba de acuerdo con que el niño fuera mío. Ella iba a amarlo, o él… —olfateó en voz alta—. Pero acordamos hacer la selección a nivel local. Nada de donantes de óvulos en línea ni madres de alquiler extrañas. Tenía que ser alguien que elegimos nosotros.
Se bebió toda la copa esta vez.
—Cuando ella te sugirió como nuestra sustituta, no quería agobiarte con eso. Pero puede ser bastante persistente. Ella hizo que el doctor Tom y yo prometiéramos al menos informarte, y que, si nos rechazabas, no dijéramos nada más.
Selene asintió, comprendiendo ahora cómo el doctor Tom había entrado en todo esto.
—Empezó a enfermarse justo después. No había tiempo para elegir a nadie. Pero nunca se rindió. Fue su último deseo que te lo hiciera saber pronto.
—Lamento mucho que la hayas perdido. Ella debió haberte amado mucho —dijo Selene, extendiendo su mano para darle una suave palmada. Miró su mano con suavidad, como si compartiera su pena.
—Ella me amaba, como yo la amaba —respondió Owen, levantándose para irse—. Te daré tiempo para pensarlo. No importa cuál sea tu respuesta, respetaré tu decisión.
—Está bien, me pondré en contacto contigo —respondió Selene, también poniéndose de pie.
—¿Puedo llevarte a casa? —ofreció él.
—Puedes seguirme a casa. Es bastante tarde.
—Está bien —dijo Owen, y ambos salieron. Selene cerró la puerta con llave y se fue con él.
Al día siguiente, Selene estaba en Nueva York para ver a su hermana.
—¿Por qué no podríamos haber hablado por teléfono? —preguntó Ana.
—Subrogación —respondió Selene, dejándolo claro desde el principio. Había venido a Nueva York para contarle a su hermana sobre la propuesta y para consultar al doctor Tom sobre el procedimiento. La noche anterior, había deliberado todo el tiempo sobre ello. Realmente se estaba entusiasmando con la idea.
—¿Qué dirías si intentara la gestación subrogada? —preguntó, un poco insegura de cómo reaccionaría Ana.
—Estoy perdida —respondió Ana, confundida.
—Quiero decir, si me convirtiera en madre de alquiler… —explicó Selene, con una sonrisa que trataba de disimular su nerviosismo.
Ana suspiró pesadamente y la miró fijamente.
—Te preguntaría si estás bien. ¿Es esto algún tipo de colapso emocional? ¿Todavía no has superado a Pete?
—Estoy bien, de verdad —respondió Selene, forzando una sonrisa convincente—. Está bien, aquí está la historia completa —comenzó a relatar todo sobre Owen y la situación.
Ana la escuchó atentamente, procesando todo.
—¿Y estás considerando hacer esto? —preguntó, habiendo escuchado toda la historia. Ella no sabía cómo reaccionar ante algo tan complejo.
—También va a ser mi hijo. Su esperma, mis óvulos —explicó Selene, con una mirada pensativa.
—No me dan ganas de vomitar —bromeó Ana—. Vas a tener un bebé. ¡Tu bebé! —exclamó, emocionada.
—El bebé es mío. No sé por qué te emocionas tanto —bromeó Selene, aliviada por la reacción de su hermana.
—¡Guau! Mamá se va a asustar —dijo Ana, riendo.
—Por favor, no le digas nada aún. Hasta que esté hecho, eso es todo —pidió Selene, sin querer adelantar acontecimientos.
—Claro —prometió Ana, aún asimilando la noticia—. Seguro que se desmayará. Pero te dejaré hacer los honores.
…..
El doctor Tom estaba emocionado de ver a la joven.
—Veo que te has decidido a hacerlo entonces —le sonrió amablemente.
Selene sonrió, pero rápidamente aclaró.
—Mi razón para venir no tiene nada que ver con eso. Quiero saber más sobre el procedimiento y...
—No digas más —interrumpió el buen doctor con una sonrisa, guiándola hacia el laboratorio del hospital. Mientras caminaban por el pasillo, continuó: —La gestación subrogada no tiene mayores complicaciones. Es como pedir prestado un útero para llevar a tu hijo durante 8 o 9 meses. La señora Pierce quería una portadora gestacional, es decir, un embarazo a través de FIV (fertilización in vitro). Pero sus óvulos no eran viables, así que optaron por una sustituta tradicional, y esa eres tú. Serás la donante, así como el útero. El esperma del señor Pierce se introducirá en tus óvulos viables.
Selene frunció el ceño.
—¿Cuándo se empezaría con esto? —preguntó, comenzando a tener dudas sobre todo el proceso.
—Oh, solo algunas pruebas de procesamiento mental —respondió el doctor, tartamudeando ligeramente. Selene levantó la ceja, intrigada—. Me refiero al coeficiente intelectual —añadió rápidamente.
—¿De verdad? —Selene echó la cabeza hacia atrás y soltó una risa nerviosa—. Déjame adivinar, ¿el señor Owen insistió en esto?