CAPÍTULO CINCO Bajo la luz de la mañana, Caitlin y Caleb salieron por las enormes puertas de arco de la abadía de Westminster, Ruth iba pisándoles los talones. Instintivamente, ambos entrecerraron los ojos y levantaron la mano a la luz, Caitlin agradecía de que Caleb le hubiera dado las gotas para los ojos antes de salir. Le tomó unos momentos para que sus ojos se adaptaran. Poco a poco, el mundo de 1599 de Londres entró en foco. Caitlin estaba asombrada. París en 1789 no había sido muy diferente a la Venecia de 1791, pero Londres en 1599 era un mundo aparte. Le sorprendió la diferencia que hacían 190 años. Ante ella se extendía Londres. Pero no era una bulliciosa ciudad metropolitana. Más bien se sentía aún en desarrollo como una gran ciudad, rural, con lotes grandes y vacíos. No había