Escuché su risa, extraño tanto verla sonreír, al llegar a la cocina la vi de espaldas en la mesa, llevaba unos jeans y una blusa blanca bordada de arriba, siempre se vistió de esa forma, tan casual y se veía preciosa, aún recordaba como era su cuerpo debajo de esa ropa, me fascinaba tocarla y besarla, sentirla cerca… –¿Tú qué haces aquí? Regresé a la realidad cuando escuché que me estaba hablando a mí. –Greg, ¿qué haces en mi casa? –preguntó, ¿estaba molesta conmigo? Ella nunca se molestaba conmigo. –Es mi casa –contesté –. He venido para quedarme, no me puedes sacar de mi casa. –Está casa es mía –expresó –. Me la diste en el divorcio junto con el dinero que no me debes ahora que lo recuerdo, lo necesito, así que lo quiero y vete de mi casa. –Ahí está la cuestión –me acerqué de