Por la mañana le pedí a Martín que me acompañara a un lugar, era muy temprano y todos estaban durmiendo, él y yo éramos los únicos despiertos.
Apenas pasamos por un café y luego tomamos un taxi.
–¿Qué sabes sobre tu amigo el abogado? –dudé –. ¿Es bueno?
–Nos ha ayudado mucho en la empresa de inversiones –mencionó –. Tiene habilidad y astucia aunque no sea muy bueno con las palabras.
–¿Puede ser lo suficientemente bueno para enfrentarse a la firma de Akerman? –pregunté –. Ellos son los mejores.
Escuché suspirar a Martín.
–No lo sé –se sinceró –. Sí dices que son los mejores debe ser por una razón.
–Espero que no sean tan buenos como dicen, entonces –mencioné.
Finalmente me detuve en el lugar que quería, el cementerio estaba frío y solitario, posiblemente porque eran las siet
