Capítulo 28

1551 Words
2 de octubre de 2016 Querido diario, Hace un tiempo le volví a preguntar a mamá que eran las marcas que ella y Rafe compartían en sus cuellos, hace mucho tiempo me había dicho que eran tatuajes, pero cuando supe que realmente estábamos conviviendo con lobos, volví a preguntar. Mamá me explicó sobre los vínculos de los compañeros. Las marcas no eran solo adornos, sino un símbolo de unión. Me dijo que estas marcas aceleraban el proceso de estar juntos, fortaleciendo las conexiones, uniendo irrevocablemente las dos almas. La necesidad de estar juntos podría ser tan intensa que la separación prolongada podría llevarlos al borde de la locura. Esa revelación me llenó de una mezcla de asombro y un temor sutil. ¿Y si yo, siendo humana, terminaba con un compañero? La idea era a la vez fascinante y aterradora. ¿Sería capaz de manejar un vínculo tan intenso? Mirando a mamá y Rafe, ahora veo un amor diferente en sus interacciones, una necesidad mutua que va más allá de lo que había entendido antes. Me hace preguntarme sobre mi propio futuro, sobre las posibilidades que de tener un compañero y como sería ese amor. Con cariño, Grace. Grace —Pero yo no he completado tu marca, tal vez no pase nada... —intenté calmarme, mi voz cargada de esperanza y desesperación. —Grace, soy un Alfa, claro que esto lo acelera todo, y pronto me iré otra vez... Mierda, Tyr, ¿en qué estabas pensando? —se lamentó, su rostro mostrando una mezcla de ira y frustración. "Ella es nuestra, Owen," gruñó Tyr en nuestras mentes, una declaración que resonó con una certeza inquebrantable. Mientras tanto, sentí cómo la ansiedad crecía dentro de mí, como una tormenta que amenazaba con desbordarse. —Diosa, tengo que volver a la escuela y así no podré... —Mis palabras se perdieron en una respiración entrecortada. Comencé a hiperventilar, la realidad de la situación golpeándome con toda su fuerza. Owen intentó acercarse, abriendo sus brazos para ofrecerme consuelo, pero en mi estado de pánico, lo rechacé. —No, no puedo... —murmuré, retrocediendo. Mi mente era un torbellino de miedo y confusión. El rostro de Owen reflejaba su propio tormento, dividido entre su naturaleza de Alfa y su deseo de protegerme. —Grace, por favor, necesito que me escuches. Juntos encontraremos una solución, —dijo, su voz suplicante. Pero en ese momento, todo me abrumaba demasiado. La marca, la inminente partida de Owen, la voz de Tyr en la mente... Todo se combinaba en una tempestad emocional que me impedía pensar con claridad. —Owen... Yo... —Las palabras se me estancaban, atrapadas en la garganta, mientras una sensación abrumadora de desesperación amenazaba con hacerme colapsar. Mi pecho se sentía apretado, como si una mano invisible lo estuviera comprimiendo. —Grace, no te preocupes, el tiempo que esté fuera estaremos en contacto, si algo pasa entonces... —Intentó calmarme, extendiendo las palmas de sus manos hacia mí como si estuviera tratando de apaciguar a un animal asustado. Sus ojos estaban llenos de una preocupación sincera que casi podía tocar. —Entonces, ¿qué? ¿Vendrás corriendo a mí? ¿Iré corriendo a ti? Estaremos a kilómetros de distancia, no puedes dejar tu entrenamiento, me niego a ser la causa de molestias así... —Las palabras salieron en un torrente, y las lágrimas empezaron a brotar incontrolables de mis ojos, deslizándose por mis mejillas y dejando un rastro cálido. Mi voz era un susurro tembloroso, ahogado por el miedo y la tristeza. —No llores, peque, —dijo él, acercándose más a mí. Sentí sus brazos envolviéndome en un abrazo, y me dejé caer en ellos, incapaz de soportar el peso de mis emociones por más tiempo. A través del vínculo, podía sentir su culpa, su tristeza, y su desesperación. Él no quería hacer esto ahora; podía sentir todo lo que él sentía. "Cuidaremos de ti, Grace," la voz ronca de Tyr resonaba en mi cabeza, su tono lleno de una determinación feroz. A pesar de saber que no estaba mintiendo, esto simplemente... complicaba todo. Sentía cómo su voz se mezclaba con mis propios pensamientos, creando un coro de preocupación y cuidado. Mientras Owen me sostenía, el mundo a nuestro alrededor parecía desvanecerse, dejándonos solos en un mar de emociones y promesas no dichas. Owen bajó las escaleras para hablar con sus padres mientras yo, acurrucada en su cama, escribía un mensaje a mi madre para avisarle que me quedaría a dormir. Sentía cada latido de mi corazón, aún inquieto por los eventos de la noche. Cuando regresó a la habitación, traía consigo dos tazas humeantes de chocolate caliente. Su presencia era como un bálsamo, calmante y reconfortante. —Pensé que esto podría calmarnos un poco, —dijo, entregándome una taza con una sonrisa suave. —Gracias —respondí, tomando la taza entre mis manos. El calor del chocolate se filtró en mis dedos, brindando un pequeño alivio. Él se sentó a mi lado en la cama y me extendió una de sus camisetas y unos pantalones cómodos. —Puedes ponerte esto para dormir, —ofreció, su voz llena de cuidado. Mientras cambiaba de ropa, el aroma familiar de Owen en la tela me envolvió, brindándome una sensación de seguridad. —¿Qué dijeron tus padres? —pregunté, incapaz de contener mi curiosidad. Sonrió débilmente. —Están preocupados, por supuesto, pero entienden. Les expliqué que necesitas estar aquí esta noche. Nos acomodamos en la cama, ambos envueltos en una manta suave que parecía abrazarnos en su calor. La habitación estaba bañada en una luz tenue que creaba un ambiente íntimo y acogedor. Mirándonos fijamente el uno al otro, sentí una mezcla de ansiedad y amor. No sabía qué decir o cómo enfrentar la situación. Como humana, era probable que no pudiera marcarlo, y tal vez, a pesar de ser un Alfa, su marca no nos afectaría tanto como temíamos. Lo miré y noté que estaba sumido en sus pensamientos, sus dedos acariciaban suavemente mi brazo, un gesto que me tranquilizaba. Sentí el roce de su dedo, suave y reconfortante, y me pregunté qué estaría pensando. —Owen, estaremos bien, —le dije, intentando infundir en mis palabras toda la confianza que podía reunir. Mi voz sonaba más segura de lo que me sentía, pero era importante para ambos mantenernos fuertes. —Lo sé, peque, —respondió, subiendo su mano para apartar un mechón de mi cabello de mi rostro. Su tacto era ligero y cariñoso. —Mañana debo volver al bosque, todavía me queda un poco más para terminar, y estar tan lejos de ti... —Su mirada se intensificó, como si estuviera abriéndome las puertas de su alma. En sus ojos vi una mezcla de amor, miedo y determinación. Estaba entregándome su corazón en ese momento, y ninguno de los dos sabíamos qué nos depararía el mañana. —Solo sé que te amo, Owen, y necesitamos comunicación en esta relación... —Dije, acariciando su mejilla con suavidad. Cerró los ojos, permitiéndose disfrutar de mi toque. Sentí la suavidad de su piel bajo mis dedos y su respiración se hizo más lenta, más profunda. —Te amo, Grace, todo va a estar bien, —dijo Owen, intentando calmar el torbellino de emociones que me embargaba. Sus palabras eran un faro en la tormenta que azotaba mi interior, prometiendo seguridad y esperanza. Estaríamos bien, teníamos que estarlo. —Es raro sentir tus emociones dentro de mí... —dije, intentando cambiar de tema. Una sonrisa perezosa se dibujó en sus labios, suavizando la tensión que se había acumulado entre nosotros. —Estoy encantado con las tuyas, te siento tan cerca de mí... —Su voz era suave, un susurro que parecía acariciar mi alma. Se inclinó hacia mí, cerrando la pequeña distancia que nos separaba. Sus labios se unieron a los míos en un beso tierno, un contraste con la intensidad de nuestra unión de hacía unos minutos. El beso era suave, casi etéreo, como si Owen estuviera temeroso de romper la fragilidad del momento. Sentí el calor de sus labios, la suavidad de su tacto, y una oleada de emociones compartidas fluía entre nosotros. Era como si estuviéramos bailando al borde de dos mundos, un lugar donde el tiempo y el espacio se desvanecían, dejándonos sumergidos solo en el aquí y ahora. Owen me abrazó, y su brazo actuó como mi almohada. Con delicadeza, enterré mi cara en su pecho, sintiendo la suavidad de su piel contra mi mejilla. Los latidos de su corazón eran un suave tamborileo en mi oído, una melodía tranquila que me arrullaba. El calor de su cuerpo me envolvía, creando un refugio seguro del mundo exterior. Cada respiración suya era un susurro, una promesa silenciosa de protección y cuidado. Me sentí a la deriva en ese calor, flotando en un mar de comodidad y amor. "Mañana será otro día," pensé, permitiéndome relajarme completamente en su abrazo. "Mañana lo enfrentaremos juntos." Estas palabras, no dichas en voz alta, resonaban en mi mente como un mantra, llenándome de esperanza y fuerza para el futuro. Mientras me dejaba llevar hacia el sueño, los pensamientos y preocupaciones del día comenzaron a desvanecerse. En los brazos de Owen, el mundo parecía un lugar menos aterrador, un lugar donde podíamos enfrentar cualquier cosa, siempre que estuviéramos juntos.
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