Capítulo 20

1866 Words
5 de julio de 2009 Querido diario, Hoy fue un día super especial porque Rafe me hizo súper feliz al traerme un pastel de chocolate con frutillas, ¡mi pastel favorito en todo el mundo! Estaba tan emocionada que mis ojos brillaban más que las estrellas. Corté el pastel en cinco partes iguales, como los pedazos de un rompecabezas. Le di uno a mi mamá, que estaba en la cocina. Ella me miró con una sonrisa y me dijo que era muy amable de mi parte. Eso me hizo sentir como un superhéroe compartiendo su botín. Luego, otro trozo fue para Rafe, que al principio no quería porque decía que era un regalo solo para mí, pero yo quería compartir porque compartir es bonito. Al final lo aceptó con una sonrisa que me hizo sentir feliz. Después, subí las escaleras saltando, llevando otro trozo de pastel para Dan. Golpeé su puerta y cuando me dijo que pasara, le entregué su porción. Dan me dijo que era dulce de mi parte compartir mi regalo y me despeinó el cabello con un gesto cariñoso que me hizo reír. Pero cuando bajé a buscar el trozo que era para Anya, la vi a ella en la sala con el plato que tenía nuestras porciones. Anya me miró con una sonrisa fea en la cara, no como las sonrisas bonitas de mamá o Rafe. Y entonces, ¡oh no!, tiró al suelo los trozos que quedaban. Me sentí tan triste, como si un globito se hubiera desinflado dentro de mí. Iba a intentar recuperar algo del pastel, cuando ella pisó a propósito, desparramando todo por el suelo. Me sentí aún más triste, como si un montón de globitos se desinflaran. Corrí a mi habitación, cerré la puerta y me puse a llorar. Pero ya estoy bien, no te preocupes diario. A veces las personas hacen cosas malas, pero yo sé que compartir es bueno. Con cariño, Grace. Owen Después de la cena, el mesero regresó a nuestra mesa con una sonrisa que, a mi parecer, era demasiado amistosa hacia Grace. Sus "miraditas" continuas realmente me estaban sacando de mis casillas. Aunque intentaba mantenerme calmado, podía sentir a Tyr agitándose en mi interior, compartiendo mi irritación. —¿Les gustaría algún postre? —preguntó el mesero, sus ojos deslizándose nuevamente hacia Grace de una manera que me pareció inapropiada. Tyr intervino en mi mente. "Dile que se aleje de nuestra compañera". Antes de que Grace pudiera responder, noté cómo sus ojos se demoraban en ella un poco más de lo necesario. —¿Tal vez algo dulce para la señorita? —añadió, con una insinuación que me hizo fruncir el ceño. Ya harto de sus miradas y comentarios, intervine. —Sí, mi novia quiere una porción de pastel de chocolate con frutillas y dos cafés, —dije, enfatizando las palabras 'mi novia' con un tono que dejaba claro mi mensaje. El mesero asintió, aunque parecía un poco sorprendido por mi respuesta cortante. —Por supuesto, enseguida lo traigo, —dijo antes de alejarse rápidamente. Una vez que se fue, Grace me miró, una mezcla de agradecimiento y preocupación en su rostro. —No tenías que ser tan duro, Owen, —dijo suavemente. —Lo siento, Grace, pero no podía soportar cómo te miraba. Es... complicado con Tyr aquí adentro, —expliqué, sintiendo cómo Tyr asentía en mi mente, igualmente molesto con la situación. En mi mente, Tyr gruñó en señal de posesividad. "Esa es mi chica," dijo. "Y ese mesero necesita aprender a mantener sus ojos para sí mismo." Sonreí, sintiendo una conexión profunda con Tyr en ese momento. "Estamos de acuerdo en eso," le dije mentalmente. —Es dulce que quieras protegerme, pero no tienes que preocuparte tanto. Estoy contigo. —Grace tomó mi mano y la apretó suavemente, y supe que, a pesar de los desafíos, ella entendía y aceptaba la compleja relación entre Tyr y yo. El postre llegó, y esta vez, el mesero actuó con una profesionalidad distante. Depositó el pedido en nuestra mesa sin mirar a nadie en particular y se retiró rápidamente. Me sentí aliviado y un poco orgulloso de que mi mensaje hubiera surtido efecto. Mi atención se centró en Grace. La observé mientras cortaba cuidadosamente el primer bocado de pastel. Su expresión era de concentración, y luego, al llevarse el trozo a la boca, sus ojos se cerraron en un gesto de puro placer. Algo en la forma en que se perdía en ese pequeño placer fue increíblemente atractivo, una mezcla de inocencia y sensualidad que me dejó fascinado, fue increíblemente... excitante. Después, con una sonrisa juguetona en sus labios, cortó otro pedazo y lo levantó hacia mí. —Prueba esto, —dijo, con un tono que invitaba a compartir más que solo comida. Abrí mi boca, manteniendo mis ojos clavados en los suyos, mientras ella delicadamente colocaba el bocado en mi lengua. La dulzura del chocolate y la acidez ligera de las frutillas se mezclaron en mi paladar, pero lo que realmente me cautivó fue la intimidad del gesto, la conexión que compartíamos en ese simple acto de alimentarnos el uno al otro. —Es delicioso, —dije, después de saborear el bocado, —pero no tanto como el sabor de compartirlo contigo. Grace se rio, una risa que sonaba como música para mis oídos. —Siempre tan poético, Owen, —comentó, pero sus ojos brillaban con afecto y diversión. —Es mi postre favorito en todo el mundo, —dijo ella, su sonrisa iluminando su rostro, un brillo especial en sus ojos que realzaba la belleza de sus pecas. Era una imagen que capturaba perfectamente la alegría y la sencillez que la caracterizaban. Sin pensarlo, las palabras simplemente salieron de mi boca. —Tú eres el mío, —dije, mirándola directamente a los ojos. Ella se sonrojó inmediatamente ante mi declaración, y en ese momento me di cuenta de lo íntimo que había sonado. Un calor subió a mis mejillas, pero no me arrepentí de las palabras. —Tyr definitivamente está de acuerdo con eso, —comenté, intentando aligerar el ambiente mientras me dirigía mentalmente a él. —¿No es así? En mi mente, Tyr gruñó su aprobación. "Completamente. Ella es más dulce que cualquier postre," dijo, y podía sentir su satisfacción. Grace rio suavemente, aún sonrojada. —Eso es muy dulce, Owen. Y un poco cursi, pero de una buena manera, —dijo, su tono juguetón. —Supongo que tengo mi lado cursi, —admití con una sonrisa. —Pero solo contigo. Tú sacas ese lado en mí. Cuando terminamos en el restaurante, me encargué de pagar la cuenta, sintiendo la mirada de Grace sobre mí mientras lo hacía. Volvimos a la habitación, y allí, nos encontramos parados, ambos contemplando la única cama que había en el espacio, bañada por la luz tenue de la lámpara de noche. La habitación estaba impregnada de un silencio cargado de expectativa y una leve tensión. —No tengo problema en compartir la cama, —dijo Grace, su voz revelando un toque de nerviosismo. —Con mamá siempre dormíamos juntas antes de que se casara con Rafe. Sus ojos se posaron en la cama, y pude notar un ligero rubor en sus mejillas. —Si te sientes incómoda, puedo dormir en el sofá, —ofrecí, aunque en el fondo deseaba que rechazara la idea. La perspectiva de pasar la noche a su lado era algo que anhelaba profundamente. —No, ¿cómo crees? Eres muy grande para dormir allí, —respondió ella, enarcando una ceja y señalando el sofá con un gesto juguetón. —Si te molesta compartir la cama, yo dormiré en el sofá. Antes de que pudiera dar un paso hacia el sofá, la atrapé entre mis brazos, cerrando el espacio entre nosotros. —Nada me haría más feliz que compartir una cama contigo, peque, —susurré, dejando que mi voz transmitiera todo el deseo y la emoción que sentía por ella. Ella tragó saliva con dificultad, y una risa nerviosa escapó de sus labios. —Bueno, necesito ir al baño primero, —dijo, deslizándose suavemente de mis brazos. Tomó su maleta y se dirigió al baño, dejándome solo con mis pensamientos y el latido acelerado de mi corazón. Pasé los minutos revisando mentalmente todo, asegurándome de que la habitación estuviera cómoda para cuando Grace saliera del baño. Ajusté la temperatura, apagué algunas luces para crear un ambiente relajado y me aseguré de que todo estuviera en orden. Finalmente, la ducha se apagó, y escuché a Grace moverse en el baño. Mi corazón se aceleró de nuevo, y me levanté, caminando hacia la ventana para distraerme y darle algo de privacidad. Cuando Grace salió del baño, la visión de ella me dejó sin aliento. Se había recogido el cabello en un moño desenfadado, con algunos mechones sueltos enmarcando su rostro de manera encantadora. Llevaba puesta una camiseta de tirantes finos y un pantalón corto que desafiaba mi estabilidad mental. —Te ves... increíble, —logré decir, mi voz saliendo más ronca de lo que esperaba. Grace se sonrojó ligeramente, sus ojos brillando con una mezcla de timidez y diversión. —Gracias, solo es ropa para dormir, —respondió con una sonrisa que me hacía querer abrazarla. En mi mente, Tyr no se quedaba callado. "Ella es absolutamente hermosa," gruñía, compartiendo mi admiración y deseo. "Lo sé, lo sé," le respondí mentalmente, intentando mantener un control sobre mis emociones. —¿Vienes? —preguntó Grace, sentada en la cama con una expresión de curiosidad. —Dame unos minutos, peque, —respondí, tomando mi maleta y dirigiéndome al baño. Una vez allí, abrí el grifo de la ducha y dejé que el agua caliente empezara a fluir, creando un murmullo reconfortante en el fondo. Después de la ducha, me paré frente al espejo y me dirigí a Tyr en mi mente. "Necesitamos mantener la calma esta noche," le dije. "Lo sé, lo sé," gruñó Tyr en respuesta. "Pero estar tan cerca de ella y no... es difícil." "Es importante," insistí, mirando mi reflejo en el espejo. "Esta noche se trata de estar con Grace, de compartir un momento tranquilo. Nada más." Satisfecho con nuestra conversación, me lavé los dientes y me vestí con unos pantalones cortos y volví a la habitación donde Grace me esperaba. Su presencia llenaba la habitación de una calidez y una paz que me hacían sentir como en casa. Los suaves sonidos de la respiración de Grace, rítmicos y tranquilos, me indicaban que ya había caído en un sueño profundo. Me acerqué a la cama con cuidado, moviéndome con la mayor suavidad posible para no perturbar su descanso. Al acostarme a su lado, me esforcé por mantenerme quieto, consciente de cada pequeño movimiento para no despertarla. Allí, en la penumbra de la habitación, la miré dormir. Su rostro estaba en paz, y las pecas que salpicaban su piel parecían estrellas en un cielo nocturno sereno. Empecé a contarlas mentalmente, una a una, perdiéndome en la simpleza y belleza del momento. Antes de darme cuenta, mis propios ojos se cerraron y me sumergí en un sueño tranquilo, con la imagen de Grace, tranquila y serena, grabada en mi mente.
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