Capítulo 21

1933 Words
20 de agosto de 2009 Querido diario, Hoy fui a la escuela y en la hora del recreo jugué con mis amigos Max y Kallie, y también con algunos más, a las atrapadas. Corríamos y nos reíamos mucho, era súper divertido. Pero entonces, Anya apareció de la nada. Ella y sus amigas se reían al vernos jugar. De repente, pasó por mi lado y sin querer, creo, me hizo tropezar. ¡Pum! Caí al suelo y me raspé la rodilla. Dolió mucho y me puse muy triste. Me senté en un banco para sacarme las piedritas de la rodilla. Estaba sola y un poco asustada. Entonces, escuché una voz que decía, "¿Peque?" Pensé que era Dan porque él siempre me llama así, pero cuando levanté la mirada, vi que era Owen. "¿Qué pasó, peque?" me preguntó él. "Me caí," le dije, y las lágrimas empezaron a salir porque me dolía la rodilla y también me sentía sola. Owen se sentó a mi lado en el banco. Él fue muy amable y me ayudó a limpiar la herida. Además, me puso una curita, lo cual me hizo sentir mucho mejor. Antes de irse, me sonrió y me dio una de mis golosinas favoritas, lo que me hizo sonreír a pesar del dolor en la rodilla. Hoy fue un día de cosas tristes y cosas bonitas. Me alegré mucho de que Owen estuviera allí. Él es muy bueno y me hizo sentir mejor. Con cariño, Grace. Grace Me desperté envuelta en el calor de unos brazos grandes y fuertes, una sensación reconfortante que me hizo sonreír incluso antes de abrir los ojos. El sonido de mi teléfono sonando rompió la tranquilidad del momento, un tono insistente que provenía de algún lugar de la habitación. —Cinco minutos más, —murmuró Owen, su voz adormecida y profunda vibrando detrás de mí. A pesar de la situación, no pude evitar sentirme encantada por el sonido ronco de su voz en la mañana. —Creo que me están llamando, Owen, —le dije, intentando moverme un poco para salir de su abrazo. Pero él, todavía a medio camino entre el sueño y la vigilia, me apretó más contra su cuerpo. Mi espalda estaba pegada a su pecho sin camiseta, y la sensación de su piel contra la mía era una mezcla de comodidad y electricidad. Cada parte de nuestra piel que se tocaba parecía enviar dulces descargas eléctricas a lo largo de mi columna, una conexión física que resonaba con nuestra conexión emocional. Era una sensación maravillosa, pero el sonido insistente del teléfono me recordaba que tenía que responder. —Owen… —susurré, intentando despertarlo, pero él siguió durmiendo, su respiración profunda y pausada. La tentación de quedarme allí, enredada en sus brazos, era fuerte, pero sabía que tenía que atender la llamada. Giré ligeramente mi cabeza para tener una mejor vista de él, quien seguía sumido en un sueño tranquilo. Con una sonrisa, le hice una petición juguetona a su lobo interior. —Tyr, cariño, ¿podrías intentar despertar a Owen? —No hubo respuesta inmediata, y por un momento pensé que tal vez no funcionaría. Entonces, con un tono más bajo, casi en un susurro, agregué: —Tyr, tengo hambre. —Casi de inmediato, sentí cómo Owen se tensaba a mi lado antes de abrir lentamente los ojos. Me miró y una sonrisa tierna se formó en sus labios. Por un segundo, pareció perderse en la cercanía de nuestro momento compartido, pero luego, al darse cuenta de lo cerca que estábamos, sus ojos se oscurecieron con una emoción indescifrable. Me dio un beso ligero en el hombro, un gesto afectuoso pero reservado, y se apartó un poco. —Pediré el desayuno, —me dijo, sentándose de espaldas a mí en la cama. Algo en su tono me hizo preguntarme si estaba realmente bien. —¿Estás bien? —pregunté, preocupada, mientras me sentaba detrás de él. Me arrodillé y coloqué mis manos sobre sus hombros. Sentí cómo su cuerpo se tensaba bajo mi tacto, una reacción que no esperaba. —Sí, peque, estoy bien, —respondió él, pero su voz sonaba apagada, no tenía el brillo y la energía habituales. La preocupación se apoderó de mí al escuchar el tono de voz de Owen. Temía lo peor. —Owen, ¿qué ocurre? —pregunté, mi voz revelando el temor que sentía. —¿Te arrepientes de estar aquí conmigo? —No podía evitar que la tristeza se colara en mis palabras. Inmediatamente, Owen se giró hacia mí, poniéndose de pie al lado de la cama. Tomó mi rostro entre sus manos con una delicadeza que contrastaba con la fuerza de sus brazos. Se inclinó hacia mí y depositó un beso suave en mi mejilla, un gesto lleno de ternura. —Nunca, peque. Te quiero, —susurró contra mi piel, y pude sentir el calor de sus palabras. —Entonces, ¿por qué estás tan distante? —insistí, buscando en sus ojos alguna señal que me ayudara a entender. Owen parecía luchar con sus palabras, su mirada desviándose hacia abajo. —Es que me apena un poco... —comenzó, claramente incómodo. —Es algo normal para los hombres levantarse así, pero no quería incomodarte. Fue entonces cuando comprendí a qué se refería. Bajé la mirada a los pantalones cortos que estaba usando y pude ver el bulto de gran tamaño que insistía en salir. Se veía... realmente... grande. Tragué saliva con dificultad, y volví la mirada a sus ojos. —Owen... yo... —comencé, intentando expresarle mis pensamientos, pero él colocó un dedo sobre mis labios, silenciándome con un gesto tierno. —Está bien, no te preocupes, —me aseguró, y luego me besó suavemente. Sus labios eran un remanso de calma, disipando cualquier tensión restante. Justo en ese momento, el teléfono volvió a sonar, rompiendo la tranquila atmósfera que nos envolvía. Salté de la cama para atenderlo, mientras veía a Owen levantarse y caminar hacia el teléfono del hotel para pedir el desayuno. —Grace, gracias a la Diosa, ¿dónde estás? —La voz de mamá retumbó del otro lado de la línea, impregnada de preocupación y alivio a la vez. —Estoy bien, mamá, —respondí rápidamente, tratando de calmarla. —Estoy en un hotel con Owen, nos quedamos aquí anoche. Hubo un momento de silencio al otro lado de la línea, y pude imaginar a mamá procesando la información. —Oh, Grace, me tenías tan preocupada, —dijo finalmente. —Solo quería asegurarme de que estuvieras bien. —Lo siento, mamá, no quise preocuparte, —dije, sintiéndome un poco culpable. —Todo está bien, de verdad. —Está bien, cariño, pero por favor, avísame la próxima vez, —dijo mamá, su tono suavizándose. —Cuídate y a Owen también. —Lo haré, mamá. Te quiero, —dije, sintiendo un alivio al saber que ella entendía. —Yo también te quiero, cariño. Hasta luego, —respondió antes de colgar. Coloqué el teléfono de vuelta y me giré hacia Owen, quien acababa de colgar el teléfono del hotel. —Mi mamá estaba preocupada, pero ya está todo bien, —le expliqué con una sonrisa. Él asintió y se acercó a mí. —¿Todo listo para el desayuno entonces? —preguntó, ofreciéndome su mano. Sentados uno frente al otro en la pequeña mesa de la habitación, el desayuno servido entre nosotros ofrecía una variedad de aromas tentadores. Mientras comenzábamos a comer, la conversación fluyó naturalmente. —¿Cómo va tu entrenamiento para Alfa? —pregunté, tomando un sorbo de mi café. Owen se detuvo un momento, como sopesando sus palabras. —Es intenso, —admitió finalmente. —Hay mucho que aprender, no solo en cuanto a fuerza física, sino también en liderazgo y toma de decisiones. —Debe ser difícil, —comenté, imaginándome la presión y la responsabilidad que eso conllevaba. —Hay presión, sí, pero también es emocionante, —admitió con una sonrisa. —Tyr dice que nací para esto. —Luego agregó, —Aunque a veces, él se impacienta. Quiere que todo suceda más rápido. Reí suavemente. —Supongo que Tyr es bastante directo en lo que quiere. —Definitivamente lo es, —dijo Owen, riendo también. —Pero tener a Tyr es como tener un consejero sabio y un desafío constante al mismo tiempo. Me ayuda a mantenerme enfocado y a ser mejor. —Debe ser interesante tener esas conversaciones en tu cabeza, —comenté, imaginando cómo sería tener una conexión tan única. —Lo es, —confirmó Owen. —Y a veces, un poco abrumador. Pero siempre me recuerda que no estoy solo en esto. —Me alegra que tengas a Tyr, —dije sinceramente. —Y me alegra que tú estés entrenando para ser Alfa. Sé que serás increíble en eso. Owen me miró con una expresión de gratitud. —Gracias, Grace. Eso significa mucho para mí. —Extendió su mano sobre la mesa, y la tomé, sintiendo la calidez y la fuerza de su agarre. —Y tú, serás una gran Luna, —me dijo Owen, sus ojos brillando con un resplandor especial, llenos de admiración y convicción. Me sorprendió un poco escuchar eso, pero al mismo tiempo, sentí una oleada de emoción y responsabilidad. —¿Crees eso realmente? —pregunté, mi voz teñida de sorpresa y humildad. —Lo creo con todo mi ser, —respondió él con firmeza. —Tienes una fortaleza y una bondad que son exactamente lo que nuestra manada necesitará. Y no solo eso, —añadió, su voz suavizándose, —tienes una comprensión y una empatía que harán la diferencia. Las palabras de Owen me llenaron de una calidez reconfortante. Nunca había considerado realmente el papel de Luna más allá de estar a su lado, pero escucharlo hablar de esa manera me hizo pensar en las posibilidades y en el impacto que podría tener. —Será un gran cambio, —dije, reflexionando sobre lo que significaría asumir ese rol. —Lo será, —admitió Owen, —pero estaremos juntos en esto. Y no solo nosotros, —dijo, sonriendo ligeramente, —Tyr también cree que serás una Luna increíble. Reí, imaginando a Tyr dándome su sello de aprobación. —Bueno, si Tyr lo cree, entonces debe ser verdad, —dije juguetonamente. Owen sonrió. —Exactamente. Juntos, haremos un gran equipo. —¿Qué pasará cuando Anya vuela a casa? —pregunté, no pudiendo ocultar el matiz de miedo en mi voz. La idea de enfrentarme a ella, con todo lo que había pasado, me inquietaba. —¿A qué te refieres? —Owen me miró con preocupación, sus ojos buscando los míos. —Ella siempre dijo que yo era una inútil humana. No creo que me acepte como su Luna... no quiero causarle problemas... —susurré, bajando la mirada. La idea de ser una fuente de conflicto para la manada me atormentaba. —Grace, mírame, —dijo Owen, levantando mi barbilla suavemente con su mano. Sus ojos eran un remolino de emociones. —Nadie contradice los vínculos, y eres mi compañera. Nada ni nadie te va a alejar de mi lado. —Pero... —comencé, aún no convencida, temiendo la posibilidad de una división en la manada por mi culpa. —Peque, no hay peros, —interrumpió Owen con firmeza. —Tú eres mía, tú eres mi única. Te quiero. —Sus palabras eran una declaración, un voto de confianza y amor. Dicho esto, se acercó a mí y me besó. Sus labios sobre los míos se sentían como un sello de promesa, disipando mis miedos y reafirmando nuestro vínculo.
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