Capítulo 26

1878 Words
12 de mayo de 2018 Querido diario, Hoy es un día que no olvidaré. Han pasado tantas cosas y mi corazón está lleno de emociones. Desde que decidí estar con Owen, cada momento ha sido maravilloso. Él es súper atento y cariñoso, y honestamente, nunca me había sentido tan amada. Con él, todo es tan diferente, tan intenso. Con Owen, todo se siente como si estuviera en una montaña rusa de emociones. Con Jackson dudaba en estar juntos por primera vez, pero con Owen fue tan natural, no dude ni un segundo en entregarle mi virginidad. Y ahora, en unos minutos, iré a la casa de Owen para cenar con sus padres. Estoy un poco nerviosa, diario. Todo está yendo tan rápido, y aunque eso me emociona, también me asusta un poco. No sé qué esperar, cómo actuar... es todo un nuevo mundo para mí. Mamá también me dejó pensando. Aunque me apoya en mi relación con Owen, no puede ocultar sus preocupaciones. Me advirtió sobre ser cuidadosa y me hizo pensar en las responsabilidades que vienen con estar con alguien como Owen. No sé exactamente a qué se refiere, pero puedo sentir que hay cosas que todavía no comprendo del todo. A pesar de todo, me siento afortunada. Estoy a punto de cenar con la familia de la persona que quiero, y eso es algo que antes ni siquiera podía imaginar. Espero que esta noche vaya bien. Necesito que vaya bien. Con cariño, Grace. Grace Una vez que la mesa estuvo servida, nos sentamos juntos, Owen y yo. Bajo la mesa, sentí cómo apretaba suavemente mi pierna, un gesto de apoyo y conexión que me reconfortó. La cena transcurrió en un ambiente alegre y relajado. Charles y Layla compartían anécdotas de Owen, cada una acompañada de risas y sonrisas cómplices. —¿Recuerdan la primera vez que Owen intentó cocinar? —comenzó Charles, con una sonrisa traviesa. —Quería sorprendernos con el desayuno en la cama. Layla rio. —Oh, sí. Terminó quemando las tostadas y haciendo una tortilla que más bien parecía un experimento científico fallido. Owen se sonrojó levemente, pero se unió a la risa. —En mi defensa, tenía solo diez años en ese momento, —dijo, su tono ligero y lleno de humor. —Y a pesar de eso, insististe en que comiéramos todo, —agregó Layla, mirando a Owen con cariño. —Siempre has sido tan determinado y atento. —Incluso siendo hijo único, Owen siempre ha pensado en los demás antes que en sí mismo, —dijo Charles. —Siempre ha sido reservado y distante en algunas cosas, pero eso no le ha impedido ser una parte fundamental de nuestra manada y de nuestra comunidad, —añadió Layla, su voz llena de orgullo. Cuando llegó el momento del postre, Layla trajo una impresionante torta de chocolate con frutillas. Mis ojos se iluminaron al verla; era mi postre favorito. —Owen me dijo que te encanta la torta de chocolate con frutillas, —dijo Layla con una sonrisa, colocando el postre en la mesa. Miré a Owen, sorprendida y encantada. —¿Hiciste esto por mí? —le pregunté en un susurro, sintiendo cómo mi corazón se calentaba por su gesto. —Sí, quería que la cena fuera perfecta para ti, —susurró él, su mano buscando la mía debajo de la mesa. Mientras Layla cortaba la torta y servía las porciones, Owen y yo compartíamos miradas y sonrisas. Cada bocado del postre era una delicia, y no pude evitar expresar mi entusiasmo. —Está deliciosa, Layla. Gracias. —No hay de qué, querida, —respondió ella, claramente satisfecha con mi reacción. —Te quiero, Grace, —me susurró Owen en un momento, su voz apenas audible sobre el sonido de los cubiertos. —Y yo a ti, Owen, —respondí, apretando su mano. Desde el otro lado de la mesa, Charles y Layla nos observaban con una mezcla de ternura y felicidad. Era evidente que estaban contentos de ver a Owen tan feliz. Una vez que terminamos de cenar, la atmósfera en la casa de Owen estaba llena de risas y charlas amenas. Me sentí impulsada por un deseo de ser útil, así que me levanté y comencé a recoger los platos. —Grace, querida, no es necesario que ayudes, —dijo Layla con una sonrisa amable, deteniendo mis intentos de limpiar. —Eres nuestra invitada. Por favor, siéntate y relájate. Aunque me sentí un poco inútil al no poder contribuir, asentí y dejé que Layla y Charles se ocuparan de las cosas. En ese momento, Owen se acercó a mí con una expresión de emoción contenida. —Ven, tengo algo para ti, —dijo, tomándome de la mano y guiándome hacia su habitación. La habitación de Owen era un reflejo de su personalidad: ordenada, con algunos libros y fotografías que mostraban su amor por la naturaleza y la manada. Se dirigió a su escritorio y sacó una pequeña caja envuelta con cuidado. —Espero que te guste, —dijo, entregándomela con una mezcla de nerviosismo y expectación. Abrí la caja con cuidado y dentro encontré un hermoso broche para el pelo en forma de rosa. Era delicado y detallado, con pétalos que parecían casi reales. —Owen, es hermoso, —dije, mirándolo con ojos brillantes. —¿Cómo sabías que me encantan las rosas? Él sonrió, claramente aliviado de que me gustara el regalo. —Recuerdo que una vez mencionaste que las rosas eran tus flores favoritas. Quise darte algo que siempre pudieras llevar contigo. En la habitación de Owen, con el delicado broche en mi cabello, nos quedamos mirándonos fijamente. Nuestros ojos se comunicaban más de lo que cualquier palabra podría expresar. Había una profundidad en su mirada, un reflejo del cariño y la conexión que compartíamos. Era un silencio lleno de entendimiento, de promesas no dichas y sentimientos compartidos. De repente, Owen acortó la distancia que nos separaba. Sus movimientos eran suaves pero firmes, como si estuviera seguro de cada paso que daba hacia mí. Entonces, sus labios encontraron los míos en un beso que parecía detener el tiempo. El beso era suave al principio, explorador, pero pronto se intensificó, lleno de la pasión y el amor que habíamos estado conteniendo. Sus manos se deslizaron por mi espalda, acercándome más a él, mientras yo enredaba mis dedos en su cabello. Cada sensación se magnificó; el calor de sus labios, el suave roce de sus manos, el latido de nuestros corazones acelerados. Me levantó en sus brazos y coloqué mis piernas alrededor de sus caderas, apoyó mi espalda contra la puerta de su habitación. Mientras me besaba sus manos exploraban mi cuerpo, su toque firme y electrificante. Cuando se separó para mirarme sus ojos estaban oscuros, la lujuria marcada en cada uno de sus rasgos. —No te haces una idea de cuánto necesito estar dentro de ti ahora mismo —me dijo con la voz ronca por el deseo. —Te entiendo, —le respondí haciendo que él enarcara una ceja esperando a que termine lo que quería decir. —Te quiero dentro de mi ahora… Lo tomé del rostro y presioné mis labios sobre los suyos, mientras nos besábamos escuché un clic en la cerradura de la puerta. —No hagamos mucho ruido —murmuró él sonriendo victorioso. Su brazo me apretó contra él desde la cintura para mantenerme en mi lugar, levantó mi vestido y deslizó la mano entre nuestros cuerpos, colocándola sobre mi sexo. —Me encanta sentirte tan pronta para mí —dijo con la voz ronca contra mis labios, su cercanía descontrolando mi cuerpo. Corrió mi ropa interior a un lado para pasar suavemente los nudillos sobre mi entrada, el contacto arrancó un jadeo entrecortado de mis labios, que fue robado por sus besos. —Joder —gruñó en el momento que sintió mi humedad en su mano, con sus dedos jugando y estimulándome. —Por favor —susurré, mi cabeza apoyada en la puerta, mis ojos cerrados, mientras disfrutaba de su toque. —Pídeme lo que quieras peque —dijo separando su mano de mi cuerpo. —No pares... —abrí los ojos para mirarlo, la sonrisa dibujada en su rostro me decía que él estaba esperando a que le dijera qué quería, —ya tómame de una vez. —Lo que pidas peque —susurró con sus ojos clavados en los míos —no dejes de mirar cómo te hago mía. Desabrochó sus pantalones y los dejó caer junto a su ropa interior hasta las rodillas, tomó su m*****o con la mano para colocarlo en mi entrada mientras lo bombeaba lentamente. —Déjame... —Intenté decirle, pero me besó suavemente. Entonces empezó a moverse para entrar lentamente en mi interior. Sentí como me abría para él, mi cuerpo adaptándose a su tamaño y grosor. Estaba jugando conmigo, entraba un poco y salía, sus penetradas lentas, torturándome de la forma más deliciosa que podía. —Por favor, mi amor, te necesito todo dentro de mí —susurré entre jadeos. Él gruñó y sin separarnos nos llevó a la cama, sentándose en el borde, dejándome a mí a horcajadas sobre él. Se sacó la camiseta con rapidez y mis manos fueron directamente a su pecho, las yemas de mis dedos recorriendo cada parte de él. Cada uno de mis toques causaba que se estremeciera, jadeando por más. "Si supieras cuanto te amo," su voz sensual llenó mi mente haciendo que me quedara rígida sobre él, deteniendo mi avance. —¿Qué ocurre peque? —Preguntó mirándome con preocupación. —¿Acabas de... hablarme en la mente? —le pregunté, mi voz temblorosa. Era imposible, aunque fuera su compañera, eso era imposible. —¿Qué dije? —Parecía genuinamente desconcertado, como si él también estuviera tratando de entender lo que acababa de suceder. —No... no lo dijiste en voz alta, —expliqué, todavía intentando procesar lo ocurrido. —Lo escuché en mi mente. Dijiste 'Si supieras cuánto te amo...' Owen se quedó en silencio por un momento, su mirada perdida en algún punto distante, como si estuviera buscando respuestas en su interior. Luego, sus ojos se encontraron con los míos, llenos de una emoción que no podía disimular. —Grace, yo... no sé cómo pasó eso, pero es cierto. Te amo, más de lo que puedo expresar. En ese momento, sentí cómo mi corazón se inundaba de un calor agradable, como si sus palabras fueran rayos de sol que atravesaban una mañana fría, llenándome de una luz reconfortante. En lo más profundo de mi ser, en ese lugar silencioso y eterno de mi alma, sabía que decía la verdad. Era una certeza que se extendía más allá de la lógica, arraigada en una conexión que no podía ser negada ni explicada. Con una mezcla de asombro y determinación, me incliné hacia él. Mis labios encontraron los suyos en un beso que nació del deseo y la revelación. Fue un beso suave al principio, como el roce de una brisa ligera, pero pronto se profundizó, creciendo en intensidad y pasión. Cerré los ojos y me perdí en la sensación, en el sabor dulce y reconfortante que era solo de Owen, en la suavidad de sus labios que parecían moldearse perfectamente a los míos.
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