Caterina Di Pietro. Después de tener todo un día a Bruno conmigo, enseñándome lo que debo aprender para según él, poder comenzar a trabajar en algún puesto, regresamos a la casa. El coche se detiene frente a la entrada de la mansión donde los antonegras esperan a su hombre. —Mañana tendrás entrenamiento—me dice, mirando hacia el frente—. Podrás hacerlo en el gimnasio del servicio que está del otro lado de pasillo donde sueles ir. —Enzo dijo que tenía prohibido ir ahí. Clava su mirada en la mía. —Pues te estoy ordenando que lo hagas. Ya demostraste que puedes defenderte sola ¿No es así? Solo te sugiero que uses otro tipo de ropa. —No cambiaré mi forma de vestir porque ustedes no les den tiempo a sus guardias de coger y poder quitarse el estrés de encima, Bruno. Se ríe, regre