Vamos completamente callados en el auto, cuando mi estómago empieza a sonar llamando la atención de Franco, siento como mis mejillas se encienden de la pena y desvío mi mirada a través de la ventana. Sin decir nada, Franco conduce hasta un pequeño restaurante por el camino y se detiene frente a este. Pone su mano suavemente sobre mi brazo, llamando mi atención y cuando lo miro, me recibe con una de esas sonrisas que me hace morder el labio. —Vamos a comer algo y en un momento seguimos el camino —me dice suave. —Andiamo! —contesto emocionada y me bajo del jeep, como si fuera una niña pequeña que corre a comer un helado. Lo escucho reírse por mi actitud, así que me volteo y le hago señas para que baje rápido. Entramos al restaurante y una deliciosa pizza napolitana es lo pri