«Listo, el hombre de los ojos bonitos y la cara preciosa se llama Franco», pensaba mientras cogía a Marie del brazo y me la llevaba calle abajo. «¿Por qué demonios estoy pensando en él?», me regaño, mientras Marie me mira extrañada y al parecer me veo graciosa, ya que intenta contener una risa. —¿Conseguiste lo que necesitabas? —me pregunta y yo asiento, pero sin disminuir el paso. —¿Se puede saber qué pasó para que vayas tan afanada? —frena de golpe y se queda mirándome seria. —Non è successo niente (No pasó nada) —contesto intentando parecer despreocupada, pero no soy muy convincente. —¿De verdad? —levanta una ceja y yo volteo los ojos. —Solamente que pasé una vergüenza en la piazza y no quiero que me vean, además me golpeé duro y quiero darme un masaje —contesto y en parte es