La luz de la luna es la única que alumbra el exterior mientras que la lámpara que tengo en mi pirámide contrasta un poco con la naturaleza. No puedo dejar de pensar en la “suerte” que tengo y mucho menos en las jugadas del destino. Miro el paisaje y sonrió de mi misma y de la manera tan espectacular en la que me meto en problemas, tal vez soy una experta en eso y no lo sabía. Mi mente viaja a sitios inimaginables hasta que de repente un golpe en la puerta me hace regresar a la realidad y me levanto de la cama. Me acerco a la puerta, abro, y ahí esta el hombre de ojos negros de casi dos metros de altura y un físico increíblemente trabajado. Él me sonríe, me mira de pies a cabeza y supongo que se distrae un poco con mi corto camisón de seda color n***o —Buenas noches— Dice y saca sus mano