Zander no podía evitar tener su mirada fija en Esther quien, para ese momento, ya había limpiado gran parte de su cuerpo. Cuando la joven terminó, Zander aprovechó que estaba sentado, y sin mas la acercó a ella colocándola entre el medio de sus piernas diciendo: —Quítate ese collar, quiero sentir tu verdadero aroma —susurra el rey a la pelirroja que obedece de inmediato quitándose el collar, dejándolo con sumo cuidado sobre una mesa que estaba cerca de ella. Enseguida, el aroma de Esther impregnó por completo a Zander, quien no pudo evitar acercarse a la joven olfateándole un poco el rostro, y luego le lamió su mejilla antes de ir por aquellos labios carnosos que a él en secreto lo volvían loco. Y ahora con sus labios juntos, el alfa sujetó la nuca de Esther con suavidad, mientras aquell