Episodio 5. El banquete de bienvenida

1892 Words
Esther se encontraba en los aposentos del rey Zander. El lugar tenía una enorme ventana que también servía como terraza, que daba una vista hermosa al mar de Gavril. Las paredes de piedra estaban adornadas con unas pinturas hechas sobre telas, al parecer tenían un significado que por el momento, la pelirroja no comprendía. En cada esquina había candelabros para encenderlos durante la noche. Mas atrás había una enorme tina dorada, posiblemente fabricada en oro, al parecer ahí el rey aseaba su cuerpo, y más adelante en el centro del enorme lugar se encontraba su enorme cama. Su lecho estaba cubierto con mantas hechas de piel de oso, ella lo pudo reconocer porque en el norte había muchos de esos peligrosos animales. A simple vista esa recámara tenía muchos lujos dignos de un rey, sin embargo, su decoración era mas rústica a diferencia de la habitación de la princesa Hella, que Esther recordaba tenía un estilo más clásico. Entonces bien, cuando la pelirroja vio suficiente, observó como una de las doncellas del rey traían tinajas con agua y comenzaron a llenar la tina de oro. No tardaron mucho cuando ya otra doncella se estaba encargando de desvestirla, quitándole de a poco aquel pomposo vestido color ébano, dejando a la chica solamente con su ropa interior que consistía en un pantalón de algodón corto típico de la época, y una bata de seda holgada que también le quitaron dejándola completamente desnuda. —Debemos darle un baño, princesa de Alistair. —Oh, no se preocupen, yo puedo hacerlo sola… —pide Esther, porque ya había tenido una mala experiencia con las doncellas vampiras de la princesa Hella. —¿Así lo hacen en el norte? —pregunta una de las doncellas, pensando que en el fondo no deseaba asear el cuerpo pálido y escueto de esa “vampira”. Esther lo piensa por un segundo, y rápidamente asiente con la cabeza. —Si, en el norte yo me aseaba sola todo el tiempo —miente Esther viendo como las mujeres lobo se hicieron a un lado para darle su espacio. Cuando la joven vio que las mujeres se apartaron, mas no se fueron, ella suspiró un poco, y sin más comenzó a limpiar su piel sucia de ese largo y horrible viaje a caballo. La verdad era que le dolía todo el cuerpo, sus caderas, sus piernas, pero no podía hacer nada al respecto, tenía que soportar sus dolencias ella sola aprovechando que esa agua tibia la estaba relajando tanto, que sus ojos se cerraban sintiéndose pesados del sueño, pero Esther hacía lo posible para no quedarse dormida, limpiando su piel con la mayor rapidez que podía. Y así en el instante que terminó, se levantó de la tina cubriendo sus partes íntimas, al instante que una de las doncellas apareció con una manta para ayudarla a salir. Con algo de rudeza la secaron, y luego le trajeron otra ropa interior limpia, pero sin el pantaloncillo. —Una de nosotras se encargará de tomar sus medidas para fabricarle su ropa interior, princesa. No contamos con que fuera tan pequeña y… delgada. Tendremos que rasgar su vestido en la parte inferior para que no arrastre —explica la doncella licántropa a Esther que prefiere mantenerse en silencio, y lo único que hace es asentir con la cabeza. El atuendo que le habían traído, consistía en un corsé de cuero, y un vestido de mangas corta color beige, sin nada de relleno como los que usaban los del reino de Alistair. Las mujeres lobo no esperaron mucho tiempo para comenzar, y sin más le colocaron el vestido a la muchacha el cual ajustaron con ese corsé de cuero a su pequeña cintura apretándoselo con mas fuerza de la necesaria. —Está muy apretado… —dice Esther sintiendo que ya no tenía aire, mientras otra doncella a sus pies, ya estaba encargándose de romperle la parte inferior del vestido que sobraba, para que la pelirroja pudiera moverse mejor. —Oh, discúlpeme princesa, olvido que usted es algo endeble… ya se lo aflojaré un poco —comenta una de las doncellas. —Muchas gracias —agradece Esther regalándole una pequeña sonrisa, porque al menos ellas no la veían con miradas lujuriosas y sedientas como fue el caso de las doncellas de la princesa Hella. Cuando terminaron de vestirla, le soltaron el cabello haciéndole una trenza en sus largos mechones rojizos, y después una de ellas le trajo un calzado que eran unas botas de cuero. —Fueron las mas pequeñas que encontré, veamos si le quedan, princesa deme su pie —pide la doncella, quitándole aquel zapato tipo tacón, para ponerle las botas, y para su suerte le entalló como guante. Y así cuando terminaron de vestirla, las doncellas la llevaron hacia donde se encontraba el rey Zander. Él estaba en un área del castillo donde en ese instante se festejaba con un banquete de bienvenida en honor del rey, además para celebrar la caída del reino de Alistair. En el lugar se encontraban tres largas mesas de madera repletas con todo tipo de alimentos y alcohol, que los invitados comían y bebían del vino como si no existiera un mañana entre la algarabía y camaradería, típicas de ese tipo de celebraciones, mientras en un extremo en un lugar alto estaba una mesa donde solo estaba sentado Zander. De pie, se encontraban dos licántropos al parecer custodiándolo, viendo de lado a lado mientras bebían de una copa dorada alguna bebida alcohólica. —Princesa, su lugar es al lado del rey, ahí está su asiento —guía una de las doncellas para que Esther vaya sola a esa dirección. La pelirroja va con la vista baja y sus manos juntas de forma nerviosa, para sentarse al lugar donde ella debía ir, y mientras caminaba, todos a su alrededor dejaron de comer, beber, reírse y jugar, para dedicarse a ver a la princesa vampiro. Los hombres lobo del rey no podían evitar olfatear mas de lo normal, sintiendo que su aroma era inusual, y, además, a más de uno no les agradaba que la joven se viera tan delicada y pequeña, tanto así que uno de ellos comenzó a reírse, porque ya tenía varias copas demás. —¡Mi entrepierna es mas grande que esa mujer vampiro! —exclama uno de los guardias reales del rey Zander entre risas, al mismo tiempo que le daba un largo sorbo a su botella de vino. Cuando el rey Zander escuchó eso, sacó el hacha que siempre cargaba consigo, y sin mas se la lanzó directo en la mitad del rostro de aquel licántropo, partiéndole la frente y la mitad del área nasal en dos con una certera puntería. Luego de semejante impacto mortal, el hombre cayó como tronco talado al suelo seguido de un prominente charco de sangre. Esther cuando vio todo eso, abrió sus ojos a mas no poder observando esa espantosa escena, escuchando como el rey Zander dijo: —¿Alguien tiene algo más que decir? — pregunta el rey viendo que todo quedó en absoluto silencio, y luego continuaron comiendo y bebiendo como si nada hubiese ocurrido, mientras el cuerpo de su compañero yacía en el suelo bajo un prominente charco del espeso líquido carmesí. «Es un salvaje sin corazón… ese será mi destino si digo algo que no le agrade» piensa Esther tragando profundo sintiendo como su andar era tembloroso, porque una vez más estaba siendo presa del miedo. Enseguida, cuando llegó al lado de su futuro esposo, se sentó a su lado y con la vista baja vio como un hombre lobo le trajo una copa repleta de sangre que Esther vio de reojos, y con un pulso tembloroso cogió y fingió que bebía. —Es sangre humana, la favorita de tu reino. Al instante que Esther escuchó eso, escupió la sangre que fingía beber, y a causa de su nerviosismo la copa se le deslizó de sus manos ocasionando que todo su contenido se regara en la mesa haciendo un desastre. Cuando ella vio eso de inmediato observó de reojos al rey Zander quien, mirando aquel revés, apretó la mandíbula con fuerza sujetándola por el cabello para atraerla hacia él. —¡Vampira estúpida, mira lo que has hecho! —¡Lo lamento su majestad!, no fue mi intensión —exclama Esther haciendo un esfuerzo sobrehumano para no llorar, a pesar que ese hombre la estaba lastimando. —Limpien todo esto —ordena el rey y al instante dos doncellas aparecen con trapos para limpiar la mesa, mientras Zander suelta con violencia a Esther. Después que terminan de limpiar todo, el rey Zander se voltea para ver como la chica vampiro estaba temblando, al mismo tiempo que ella veía como la doncella encargada aseaba la mesa. Así pues, sin perder tiempo él sujetó la silla de madera, y sin mas la rodó para que la pelirroja quedara justamente a su lado, escuchando como la “princesa” emitió un gritico de terror que él no comprendió porque desde su punto de vista, estaba siendo el licántropo mas amable que existía en todo su reino, solo porque ella era una princesa, ya que de lo contrario la hubiese matado desde hace mucho. De esa manera, el enorme hombre le sujetó el mentón a la pelirroja para voltearle el rostro con violencia y así ella lo viera cara a cara, observando como sus ojos verdes parecían estar llenos de temor. —¿No te gusta la sangre humana? —pregunta el rey lo que consideraba más lógico. —No… su majestad —responde Esther rápidamente —, yo… bebo solo sangre de cordero… —miente la joven sin dejar de observar los ojos claros del rey. —Primera vez que escucho que un vampiro solo bebe sangre de cordero… —dice el rey sin dejar de sujetarle el mentón con rudeza. Esther envuelta en terror, piensa rápido diciendo: —Soy una vampira única, su alteza… —Ya veo… —responde Zander, mirándola hasta donde su vista le permitía, pero después decidió soltarla con algo de violencia. Temblando, Esther extendió su mano cogiendo un pedazo de pan, de esa forma comenzó a comerlo lentamente, viendo de reojos como el rey ya no le prestaba atención. Sin embargo, ella se detuvo abruptamente al instante que el rey Zander se volteó para verla con una expresión aburrida diciendo: —Siéntate en mis piernas. Esther abrió sus ojos a mas no poder, y asintiendo con la cabeza le respondió: —Como ordene... su majestad. Con nerviosismo, ella se sentó en una pierna del rey viendo como todos sus hombres continuaban comiendo y bebiendo, incluso había un grupo en el fondo que estaba comenzando una pelea, eran ruidosos y violentos al grado que, desde la perspectiva de Esther todos parecían una horda salvajes bajo el dominio de aquel hombre del cual ahora estaba sentada. —Mañana tendrás que atenderme. Si no me das placer, te mataré —confiesa Zander con un tono de voz sereno, mientras bebía tranquilamente de su copa de oro. «Mañana es el día de mi casamiento con esta bestia… y también será mi último día en este mundo…» piensa Esther asumiendo que mañana moriría, porque iba a ser imposible que una simple humana como ella pudiera soportar una noche íntima con un licántropo, y menos uno como él
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD