Cuando se despertó a la mañana siguiente, Asmara le miraba a los ojos a pocos centímetros de distancia. Le puso una mano en la entrepierna, le abrazó con fuerza y le susurró: “Buenos días, cariño”, antes de deslizar la pierna por su cuerpo.
Veinte minutos después estaban juntos en la ducha.
—”¿Me harías el honor de bajar a desayunar conmigo?”, le preguntó él.
—“Será un placer”, respondió ella, “me das hambre”.
Asmara tenía una muda en su bolsa, y Young también, pero era la última.
Después de desayunar la invitó a bañarse en la piscina del hotel, pero antes tenían que conseguirle un traje de la tienda de regalos del hotel.
Los trajes de baño para señoritas eran una de sus líneas más vendidas.
Alrededor de la piscina, Young le dio una versión de su historia que incluía el hecho de que
