Después de levantarse justo a tiempo para desayunar y nadar durante una hora, Asmara acompañó a Young al aeropuerto de Don Muang, en Bangkok, para esperar su vuelo a Koh Samui. Quería que le acompañara no tanto porque no conociera el camino, sino para que ella supiera con certeza que iba a donde decía que iba, y para que, si la llamaba para que le acompañara, conociera la rutina, porque nunca había volado antes.
—“Me llamarán para que suba al avión pronto, Asmara, lo puedes saber por la información que aparece en esa pantalla de ahí. ¿Ves? Mi número de vuelo y la última información sobre el mismo. Por favor, toma esto, y la llave de mi habitación. Puedes usarla si quieres. El personal te ha visto conmigo, así que no debería haber ningún problema, pero tienes mi número de teléfono. Llámame cuando quieras”.
Ella asintió, se limpió una lágrima del ojo y miró los billetes que él le había dado. Diez mil baht, más de tres meses de sueldo base. Su orgullo le dijo que lo rechazara, o al menos la mayor parte, pero el amor por su madre pudo con ella. Le enviaría al menos la mitad.
“Gracias James, eres muy amable, es mucho dinero”.
Le sonrió, la atrajo hacia sí, la apretó y le besó la sien —sabía que ella era tímida para dar y recibir cualquier muestra de afecto en lugares públicos—.
—“Tengo que irme ahora, querida”, le dijo, “nos volveremos a ver pronto”. Al cabo de diez pasos, se giró y saludó con la mano, y luego se fue.
El vuelo de Thai Airways duró sOlo sesenta y cinco minutos, pero sirvieron a los ciento cuarenta y nueve pasajeros del pequeño Boeing 737-200 café molido, un elegante pastel y tres chocolates exquisitamente finos en una cajita atada con un lazo.
James tenía predilección por este tipo de lujos y así terminó el suyo.
Veinte minutos después de aterrizar en el aeropuerto de Samui, estaba en un taxi que se dirigía a un lugar llamado Cŵm Ci Du Hotel, “justo al lado de la playa”.
Resulta que su informante no se había equivocado, no estaba tan lejos.
Llamó por teléfono a Asmara para decirle que había llegado sano y salvo; así habría menos probabilidades de que le llamara cuando estuviera ocupado, pero también le importaban los sentimientos de la chica.
Como cobertura, en caso de necesitarla más tarde, pidió al taxista que le llevara primero a varios otros lugares. Se bajó en cada uno de ellos, preguntó por el precio y la disponibilidad de una habitación y anotó los detalles en un cuaderno, luego se detuvieron en el Cŵm Ci Du, Young pagó al conductor y subió los amplios escalones de madera hasta el hotel de madera de tamaño moderado.
Acostumbrado como estaba a la luz del sol de la tarde, el área de recepción le pareció bastante oscura. Poco a poco redescubrió la capacidad de discernir los objetos y se fijó en la cabeza de una bonita mujer asiática justo por encima del nivel de su mostrador. No sabía si estaba sentada o de pie, pero su cabeza parecía existir sin torso. Le sonreía afectuosamente.
—“Hola, señor, ¿puedo ayudarle?”
Le devolvió la sonrisa y se acercó a su mostrador de recepción, que estaba situado en una esquina, detrás de una de las puertas exteriores abiertas, donde era aún más lúgubre.
—“Sí, lo siento, mis ojos, la luz, ya sabe… No te vi allí. Estoy buscando una habitación, una bebida y algo para comer”.
—“Desde luego, señor, aquí tenemos de todo. Todo lo que quiera para unas buenas vacaciones”.
Ella le mostró la tarifa, él eligió la mejor habitación disponible, firmó y le dio su pasaporte británico no diplomático, cuando ella se lo pidió “para enseñárselo al jefe más tarde”. Entonces ella cogió su cartera, la escondió detrás del mostrador y le cogió del brazo. Ella medía un metro y medio en comparación con el metro ochenta de él.
—“Por aquí, señor…” Ella lo guió hacia el exterior, pero se mantuvo en el malecón del hotel que estaba a un metro de la carretera. “Este es el restaurante del hotel, señor, y este es el bar del hotel. Le ayudó a entrar por la puerta abierta y a sentarse en un taburete. “Puedo ver al jefe, viene ahora. Lo veo de nuevo, señor, pero ponga su bolsa en su habitación para usted ahora. Adiós, señor. Manténgase feliz aquí”.
Young la vio hablar con un hombre enorme que lo miraba mientras escuchaba. Young se esforzó por escuchar, pero con la música y la distancia, no pudo entender. Las pocas sílabas que captó, sospechó que eran tailandesas de todos modos.
La recepcionista se fue sonriendo y el hombre grande al que había llamado “jefe” dio las pocas zancadas necesarias para llegar hasta él.
—“Hola, ¿cómo estás?”, preguntó extendiendo su mano y luego tomando la de Young en la suya.
—“Ginny dice que tienes mala vista, ¿hay algo que necesites?”.
—“Pobre…” contestó deslizándose de su taburete, continuando a estrechar la mano del jefe, “Oh, ya veo, no, ella me entendió mal. Entré por la calle buscando una habitación y tuve que esperar a que mis ojos se ajustaran en su recepción, eso es todo. Pero gracias por preguntar. ¿Puedo ofrecerle un trago? Estoy sediento. Me llamo Jim”, dijo sentándose de nuevo.
“Aquí me llaman de todo, pero la mayoría del personal me llama jefe y la mayoría de los clientes me llaman Taff. ¿Cómo estás, Jim? Adelante entonces, me tomaré un Chang contigo. De vacaciones, ¿no?”
—“Sí, gracias. Acabo de volar desde Bangkok esta mañana. Es deprimente allí, ya sabes, con las embajadas y todo eso”.
—“Sí, gracias, supongo que sí. Muy inesperado, ¿no? Entonces, ¿te vas a quedar mucho tiempo?”
—“Me queda un mes, pero lo que haré con eso aún no lo sé. No, los planes… Nunca he estado en Tailandia, no conozco a nadie ni nada, excepto una chica que conocí la otra noche en Bangkok”.
—”¿Llevas mucho tiempo aquí? Me gusta tu montaje, lo que he visto de él”.
—“Llevo viniendo aquí veinte años o más, pero me retiré a esta vieja choza hace unos dos años”.
—“Podría verme sentado ahí fuera en el porche viendo el mar y las nenas todo el día. Sí, señor, esta es la vida… aunque supongo que los pobres diablos de esas embajadas también pensaban eso. No he visto ninguna noticia en inglés desde que llegué aquí hace cuatro días, ¿la policía sabe quién lo hizo, Taff?”
—“No lo creo, pero no puedes confiar en que nadie te diga la verdad de una manera u otra, ¿verdad? Tal vez saben más de lo que dicen. No lo sé. No puedo decir que no me importe, pero cuidar de mis empleados y clientes es más importante para mí. Al menos puedo contribuir a ello. No tiene sentido perder el tiempo preocupándote por algo que no puedes cambiar, ¿verdad? Sólo te provocarás una úlcera, y una cosa de la que muy poca gente muere aquí es el estrés.
—“De todos modos, gracias por la cerveza, Jim. Será mejor que me vaya. Pondré una por ti. Hasta luego”. Se levantó y comenzó a alejarse.
—“Todos podemos contribuir a una buena causa, si queremos, Gareg”.
Taff se detuvo en seco. Ese era el otro nombre que algunas personas, muy pocas, le llamaban.
—”¡Lo sabía, j***r!”, murmuró, colgando y sacudiendo la cabeza antes de darse la vuelta. Miró a Young a los ojos y volvió a sentarse.
—“Dos cervezas más aquí arriba, amor, por favor.
—¿“Espía”? ¿Seis? Lo sabía, lo sabía, lo sabía minutos después de conocerte. Al igual que mucha gente puede reconocer a un policía, yo puedo reconocerlos a ustedes.
—“No te ofendas, es sólo que pensé que estaba retirado. Debería haberlo sabido cuando ese tipo me vio aquí hace tres o cuatro meses. Fue él quien me denunció, supongo”.
—“No puedo decirlo, Taff, no lo sé, pero en lo que respecta a las autoridades, perdiste tu derecho a una jubilación pacífica, especialmente una como ésta, cuando empezaste a vender a la gente bombas para usar en lugares públicos. De todos modos, no estoy aquí para juzgarte, Dios sabe que los gobiernos a veces hacen cosas bastante deshonrosas… probablemente tú también tuviste que hacer unas cuantas cuando estabas en el Regimiento. Nada de eso me concierne a mí o a mi misión. Estoy aquí para solicitar su ayuda para encontrar a los bastardos que volaron esas embajadas. Eso es todo, pura y simplemente”.
—“Bueno, si es tan puro y simple, ¿por qué me necesitas, por favor?”
—“Por decirlo de una manera no muy fina, porque todos los que teníamos que sabían de Tailandia y que tenían las habilidades necesarias para ayudar en asuntos como este están ahora muertos. Nuestros superiores no tuvieron la previsión de tener un respaldo, porque Tailandia siempre ha sido tan tranquila, segura y ajustada, que fue por lo que fue golpeada. Era un blanco fácil.
—“Tú y tus dos amigos son todo lo que nos queda”.
—”¿Es ese el “nosotros” real?”
—“Puedes interpretarlo como quieras, Gareg, pero sigue siendo cierto. Podemos suministrarte todo lo que necesites: personal, equipo, lo que sea, excepto la experiencia”.
—“Ya veo, entonces están en un aprieto, un aprieto real, ¿no es así?”
—“Sí, señor, lo estamos. Por cierto, ¿es seguro hablar aquí?”
Gareg miró a su alrededor antes de responder.
—“Aquí sólo estamos nosotros y algunas chicas… Ya veo, no te preocupes por ellas, su inglés no es muy bueno, pero no creerían lo que han oído aunque captaran algunas palabras. Será diferente más tarde, cuando los falang empiecen a llegar, pero la música también estará más alta, así que, yo no me preocuparía si fuera tú”.
—“Entonces, ¿qué dices?”
—“Nos queréis a los tres, ¿no?”
—“Queremos que montes tu operación y la dirijas como te parezca…”
—“Oh, ya veo, ¿y dejarte fuera de esto?”
—“Así es como funcionaba en el SAS, ¿no?”
—”¿Independencia total?”
—“Necesitaremos informes de vez en cuando, obviamente, y haremos todo lo posible para suministrarte lo que necesites, naturalmente”.
—“Naturalmente”.
—“Imagino que querrás tiempo para pensarlo”.
—“Y pensarlo… el Hilton de Bangkok está notablemente mal llamado. Es tan malo como el Expreso de Medianoche allí”.
—“Así que, he oído…”
—“Así que, mi elección es quedarme aquí donde tengo treinta chicas que piensan que soy las rodillas de la abeja y harían cualquier cosa que les pidiera, o… Puedo arriesgarme a que me mutilen, me maten o me encierren en una de las peores cárceles del mundo”.
—“Sí, eso lo resume todo, pero te faltó otra opción”.
—”¿De verdad? ¿Qué es, el s******o? ¿Pastilla de cianuro?”
—“No, podrían enviar una unidad del SAS o del SBS para repatriarte para ser juzgado”.