Decididamente aquello fue un error. Charlotte Richars se acomodó en sus brazos como si estuviera hecha para él. Su cabeza llegaba justamente a la barbilla de Erian, su mano era pequeña y suave en la suya, y su aroma flotaba en el aire atormentándole y excitando vagamente a su olfato. Sin apenas darse cuenta, se encontró acercándola tanto que su cuerpo parecía unirse al suyo, sus piernas y su pecho lo rozaban a cada paso. Erian notó que estaba hambriento, lo experimentaba cada mañana al despertarse. Mientras dormía, su cuerpo procesaba la sangre bebida, reparando cualquier daño que el día le había causado y dejándole deshidratado y con una necesidad imperiosa de mucho más. Algunos días el hambre era peor que otros. Algunos días eran bastante apacibles, dejándole que pudiera entretenerse con