Cuando se separaron, Miguel notó el brillo en los ojos de Mercedes, era como un destello que reflejaba una mezcla de emoción y preocupación. —¿Está bien? —preguntó ella, acariciando suavemente el brazo herido de Miguel. Él asintió, apreciando la preocupación genuina en la voz de su amiga. —Sí, solo es una herida superficial. Pero gracias por preocuparte. Mercedes le sonrió, y Miguel sintió un cálido alivio inundarlo. Era reconfortante tener a alguien como ella a su lado en ese momento. —Debería descansar —sugirió Mercedes, observando la habitación con atención. —¿Dónde puedo encontrar algo para curar esa herida? Miguel señaló hacia un botiquín en la esquina de la habitación. —Está allí. Gracias, Mercedes. Ella asintió y se acercó al botiquín, buscando los suministros necesarios p